
El trípode
A las puertas del 20 N
El otro motivo de ese vengativo e irracional odio radica en su necesidad de tener un enemigo al que enfrentarse para dividir a la población mediante su polarización, que es una componente esencial de su estrategia política para acceder y mantenerse en el poder
En cinco días el sanchismo tendrá la gran oportunidad de culminar la conmemoración de un acontecimiento que le tiene casi obsesionado: el 20 N. Es la fecha en que se cumplirán exactamente 50 años del fallecimiento del entonces Jefe del Estado, Francisco Franco, convertido por ellos poco menos que en la encarnación del mal. Sin embargo, conviene no olvidar que la misma Asamblea General de la ONU guardó al día siguiente un minuto de silencio con todos los asistentes en pie en respetuosa señal de respeto a la memoria de Franco, expresando públicamente a la delegación española el pésame y el dolor por su pérdida. Lo mismo hicieron todas la comisiones de NNUU reunidas en ese día, mientras la bandera de la Organización era izada a media asta. Ante esta evidencia internacional, hay que preguntarse por el motivo de este patético odio transcurridos tantos años y hay que buscarlo sobre todo en dos argumentos: en primer lugar por tratarse el sanchismo de un auténtico Frente Popular social comunista, sucesor del derrotado por Franco tras una trágica guerra civil, al que el sanchismo quiere vengar, primero exhumando sus restos mortales y ahora “resignificando“ el Valle los Caídos. Y además ahora mediante la imposición legal de su “democrática memoria” de la Historia. Según la cual, aquel Frente Popular de 1936 representaba el progreso, la libertad y la democracia, falseando la Historia hasta el punto de olvidar los miles de personas, religiosos y laicos, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, asesinados por el hecho de ser católicos y de derechas. Y de los miles de asesinados en las checas y en Paracuellos, y los miles de muertos por su golpe de Estado revolucionario de 1934 porque la República “no podía estar en manos de la derecha”. Que había ganado con contundencia y limpieza las elecciones de febrero de 1933. El otro motivo de ese vengativo e irracional odio radica en su necesidad de tener un enemigo al que enfrentarse para dividir a la población mediante su polarización, que es una componente esencial de su estrategia política para acceder y mantenerse en el poder. Lo triste es que en lugar de proseguir por la senda de la reconciliación entre las “dos Españas” enfrentadas en la guerra civil, y que hace 50 años ya habían recorrido un largo camino en esa dirección, y que se plasmó en el espíritu de la Transición y la Constitución, ahora quiera volver a la España de 1936. Es el “progresismo” de las izquierdas en el Gobierno, apoyado por los sucesores políticos de ETA, que lideradas por Sánchez están convirtiendo la democracia parlamentaria española en un remedo de la misma.
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