La situación

Putin crio cuervos

«Para desgracia de las gentes de bien que sufren la tiranía del Kremlin, la democracia nunca ha conseguido asentarse en Rusia»

Gila no hubiera podido imaginar un episodio bélico más absurdo. Solo faltó la famosa llamada: «¿Está el enemigo? Que se ponga».

Una banda de forajidos –muchos de ellos, presidiarios–, comandada por un cocinero con aspecto de adicto al vodka, recorrió cientos de kilómetros hasta llegar a las puertas de Moscú, sin que el ejército ruso, heredero del glorioso Ejército Rojo que frenó a Hitler, fuera capaz de parar al convoy. El fanfarrón que ocupa el Kremlin –que pretendió controlar toda Ucrania en un par de días y que año y medio después tiene a sus soldados a la defensiva– apareció en televisión con cara de miedo, porque el individuo que le organizaba el cátering, que montó una granja de bots para provocar desinformación en Estados Unidos a favor de Trump, y al que encargó que creara un ejército privado, de repente se había vuelto contra él.

A Putin le habría sido de utilidad conocer que, como enseña el refranero español, es altamente probable que si crías cuervos te saquen los ojos. Hoy, Putin mantiene sus ojos en el lugar correspondiente, pero comprobará cómo su poder ha dejado de ser omnímodo, que su ejército regular ya no asusta a nadie, y que sus mercenarios no le quieren.

Pero hay una segunda lección del chusco episodio de estas últimas horas: que la alternativa a Putin difícilmente será alguien mejor que él, porque el tal Prigozhin es el jefe de unos cuatreros expertos en asolar sin miramientos tierras, bienes y personas.

Para desgracia de las gentes de bien que sufren la tiranía del Kremlin, la democracia nunca ha conseguido asentarse en Rusia. El experimento que surgió con la perestroika y la caída del régimen soviético se transformó en una cleptocracia de oligarcas y mafiosos –valga la redundancia–, contralada en el ámbito político por los herederos del KGB, al mando de uno de los suyos: el agente Putin.

Ahora, expuesta la debilidad del régimen a los ojos del mundo, podría derrumbarse el castillo de naipes para que sea sustituido por otro parecido. Aunque Putin, si puede, lo evitará lanzando una oleada represora. Es un experto.