La situación

El reencuentro y el muro

«Resulta asombroso el talento del equipo de Sánchez para hacer compatibles en un mismo discurso dos palabras tan irreconciliables como reencuentro y muro»

El nuevo gobierno de España ya se ha puesto en marcha, con el apoyo parlamentario de Otegi, Junqueras y Puigdemont. Será, si se cumplen las expectativas expuestas por el presidente en su discurso de investidura, el gobierno que promoverá el «reencuentro» en Cataluña y que construirá un «muro» de efluvios berlineses para separar a los españoles «progresistas» de los «reaccionarios»: esa mitad de ciudadanos que no votó a ninguno de los partidos que sostienen a Sánchez.

Resulta asombroso el talento del equipo monclovita de Sánchez para hacer compatibles en un mismo discurso dos palabras tan irreconciliables como reencuentro y muro. Pero el presidente las pronunció con notable maestría, en un nuevo ejemplo de la versatilidad que tiene su pensamiento político, capaz de considerar la amnistía como inconstitucional o como constitucional, y a los independentistas como representantes del lepenismo en España o como responsables colaboradores en la gobernabilidad de la nación española. Cada cosa, según convenga.

Ahora que Sánchez tiene su nuevo gabinete, en breve empezaremos a conocer las medidas políticas que harán las veces de ladrillos (o de bloques de hormigón armado, como en Berlín) mentales y emocionales para la construcción del muro. Hubo un tiempo, no tan lejano, en que un amplio sector de compatriotas sufrió el exilio, tanto exterior como interior. La Transición derribó aquel muro y permitió el reencuentro entre todos los españoles. Y se hizo sobre el convencimiento general de que el mejor sistema político que ha inventado la humanidad es aquel que hemos disfrutado durante décadas en los países occidentales: moderación democrática, evitando los extremismos y el nacionalismo desbordado que nos condujeron al desastre en dos guerras mundiales casi consecutivas. Y esos fueron los radicalismos que condujeron también a nuestra Guerra Civil y a casi cuarenta años de dictadura.

Ahora, erigir muros vuelve a estar de moda, igual que lo están las posiciones políticas extremas y el nacionalismo rebosante. Y resulta insólito que se incentive desde los despachos del poder. La idea no es buena, y exponerla sin recato en la solemnidad de un discurso de investidura define a quien lo hace.