El trípode del domingo

Las revueltas aguas del Tíber en Roma

La causa inmediata es la Declaración «Fiducia supplicans» del Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Víctor Manuel Fernández sancionada por Francisco.

Hoy termina 2023 recordando que este mismo día el pasado año coincidía con la triste noticia del fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI. Este año que concluye hoy, como si fuera una premonición, finaliza con las aguas del Tíber descendiendo muy revueltas bajo los puentes de la «Ciudad eterna». La causa inmediata es la Declaración «Fiducia supplicans» del Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Víctor Manuel Fernández sancionada por Francisco.

Para poner en adecuado contexto la situación precipitada por dicha Declaración, es preciso saber que para encontrar una confusión y división comparables a la provocada actualmente entre el episcopado, sacerdotes y fieles laicos de la Iglesia, hay que remontarse como mínimo 55 años, al 25 de julio de 1968, con ocasión de la promulgación de la encíclica «Humanae vitae» por Pablo VI.

Publicada en plena revolución sexual del 68, fue la séptima y última de este Papa, y sufrió una contestación a su magisterio pontificio respecto a los métodos anticonceptivos no naturales, destacando entre ellos la conocida como «la píldora».

Tal y como escribíamos en el Trípode del pasado domingo, ha sido el inesperado y súbito cambio pastoral en relación a la bendición a las parejas extramatrimoniales y, en especial, a las uniones homosexuales, lo que ha provocado que diversas conferencias episcopales, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, se hayan pronunciado en contra. Unos afirman que es opuesta a la doctrina católica, y «todos» que se ha creado una caótica situación en la Iglesia. Un dato importante del efecto causado es que el metropolitano Hilarión, referente de la Iglesia Ortodoxa, haya dado por terminado el diálogo ecuménico que el Concilio Ecuménico Vaticano II impulsó tras más de nueve siglos de incomunicación entre ambas Iglesias, con posterioridad al Cisma de Oriente y Occidente de 1054. «Después de Fiducia supplicans –ha afirmado– ya no es posible hablar de reunificación entre católicos y ortodoxos», expresando su decepción «porque siempre hemos considerado a la Iglesia Católica como un faro del cristianismo tradicional».

No es esta una cuestión menor, aunque quizás para la secularizada sociedad occidental no merezca interés. Pero «Le Fígaro», diario de referencia de los católicos en la Francia «fille aînée de l’eglise» (hija primogénita de la Iglesia), le dedica un destacado espacio bajo el título de «Cómo Francisco borra la herencia teológica de Benedicto XVI». Fue este último quien calificó a la ideología de género como integrante del «credo del anticristo». Pero sabemos que «las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia».