La situación
El riesgo de lo inesperado
«El problema para Sánchez podría ser que Puigdemont tenga pensado forzar la maquinaria hasta el límite temporal legal»
Durante las casi semanas que duró el proceso previo a la investidura fallida de Feijóo, desde Moncloa y sus conexiones se lanzó la especie de que el PP hacía perder el tiempo al país y, como segunda consideración, se expandía la idea de que, finalizado ese pretendido vodevil inútil, en cuestión de pocos días Pedro Sánchez comparecería ante el Congreso para recibir los votos que le concederían un nuevo mandato. Ahora sabemos que o no se decía la verdad, o bien los futurólogos que rodean al presidente mostraban un entusiasmo prematuro.
Como no debemos suponer que se nos miente, quedémonos con la segunda opción: que se trató de un error de prospectiva y de un desarreglo entre los deseos y la realidad. El deseo de Moncloa era que Sánchez tuviera una investidura inmediata, después de una negociación breve y poco problemática, una vez entregado el cebo de la amnistía. El error de prospectiva consistió en no aventurar con anticipación que los independentistas, especialmente Puigdemont, querrían hacerse los interesantes para llevar al líder socialista al límite. Pero la idea del equipo de estrategas monclovita estaba bien elegida, sabedores de que una negociación que se alarga en el tiempo puede saltar por los aires si ocurre un imprevisto.
En 1957 llegó al poder el líder conservador británico Harold Macmillan, hombre bregado en cargos ministeriales previos, incluso durante la Segunda Guerra Mundial. Al iniciar su mandato, un joven periodista le preguntó cuál era el desafío más difícil para un primer ministro, y Macmillan respondió: «lo inesperado, querido muchacho, lo inesperado».
Macmillan dejaba claro que, por muy bien diseñada que esté una estrategia política, cualquier acontecimiento imprevisto o incontrolado te puede arruinar, por ejemplo, la negociación con los independentistas. Y es evidente que cuanto más tiempo pase, más opciones habrá de que ocurra algo que se les escape de las manos a las partes.
El problema para Sánchez podría ser que Puigdemont tenga pensado forzar la maquinaria hasta el límite temporal legal, situado en el 27 de noviembre. Y si Puigdemont lo hace, Oriol Junqueras no querrá ser menos independentista ni menos exigente que Puigdemont.
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