Y volvieron cantando

Rubiales y los chupópteros

Lo de las manipulaciones de los repartidores y repartidoras de carnets feministas es patético

Suele resultar agotador el empeño de esa izquierda morada secuestradora de los valores feministas por arrogarse, frasquito de las sales anti sofoco en mano, todo el protagonismo de la lucha contra cualquier acción machista, como si la defensa de los derechos de las mujeres sólo pasase por el filtro de un único marchamo partidista. El oportunismo descarado y ausente de cualquier capacidad de sonrojo demostrado una vez más por el espacio político que ahora pretende acaparar la vicepresidenta en funciones Yolanda Díaz a propósito del repugnantemente, deleznable y condenable gesto de Rubiales, no solo llega –para variar– cargado de hipocresía, sino también ausente de argumentos objetivos y en consecuencia con el balón de oxígeno que para el en otro tiempo todopoderoso presidente de la RFEF supone la polarización de su despreciable «pico» a Jennifer Hermoso frente a la sarta de oportunistas incongruencias podemitas.

Su osadía no tiene límite. Agarran la pancarta y se lanzan a la calle o a la plaza pública de los medios y las redes sociales como paladines defensores, ya sea de Rociíto a propósito de las cuitas de la famosa de la «tele basura» con su «ex» sin detenerse en detalles o sea de la Juana Rivas de turno, aun viéndose al poco tiempo colgados de la brocha y sin escalera sencillamente porque la justicia señalaba otra cosa y ahora pretenden convertirse en los referentes únicos y trinos de la jugadora campeona del mundo objeto de un gesto cafre donde los haya que ha dado la vuelta al mundo, entre otras cosas dejando en ridículo por su lentitud de reacción a un gobierno que se autodenomina «progresista y feminista».

Ha tenido que ser otra mujer –dicho sea de paso la de casi siempre– quien señale y desnude en un tuit la hipocresía de los habituales chupópteros de causas con relumbrón mediático. La presidenta madrileña Díaz Ayuso, sin restar un ápice de condena a Rubiales, no ha hecho más que evidenciar el oportunismo de quienes han callado frente a los «Tito Bernis» o la excarcelación de más de mil agresores sexuales por obra y gracia de la ley «solo sí es sí», gran apuesta de Podemos en la pasada legislatura. Lo de Rubiales –y ya la FIFA le ha sacado los colores al Gobierno– es repugnante. Lo de las manipulaciones de los repartidores y repartidoras de carnets feministas es patético.