Sin Perdón

Sánchez y su palacio en Doñana

«Sus vacaciones no tienen que ser a costa de los Presupuestos. Y no cuela la excusa de la seguridad que utilizan sus mariachis»

Esta precampaña resulta tan larga como insoportable. Es un populismo que no tiene límite. Ahora le ha tocado a Doñana. El ataque de Teresa Ribera me ha sorprendido muy negativamente. No lo esperaba de una persona con su formación y trayectoria. Hace años que conozco a Juanma Moreno y no tiene nada que ver con un señorito andaluz. Es una persona cordial, educada, inteligente y próxima. Nunca he visto un atisbo de arrogancia. No ha cambiado y es algo que no se puede decir de todos los políticos cuando alcanzan cargos tan importantes. No ha perdido el nombre y los apellidos. Es Juanma, porque no es necesario que te llamen excelentísimo señor o presidente para alcanzar el respeto de la gente. Otra obviedad es que es andaluz, quiere mucho a su tierra y, como es lógico, lo que representa Doñana para todos los españoles. Por tanto, fue patético observar la demagogia de la diputada Maribel Mora arrojando arena en el escaño del presidente de la Junta.

No creo que alguien sensato pueda creer que Moreno quiera convertir Doñana en un desierto. Es una de esas chorradas populistas que se hacen solo para lograr notoriedad y una foto en los periódicos. Lo ha conseguido, pero ha hecho el ridículo. Me parecía respetable por su trayectoria en la defensa de los derechos humanos, aunque no coincida políticamente con ella, y ahora me encuentro que no es una persona seria. En el caso de Ribera quiero pensar que su sobreactuación ha sido un error temporal y que no puede creer que tengamos a un señorito andaluz sentado en el Palacio de San Telmo. Ha hecho el ridículo. Por supuesto, ha irrumpido Sánchez afirmando que «Doñana no se toca». Es una frase memorable en el único español que utiliza su bonito palacio para su solaz. El uso privado de residencias oficiales para pasar las vacaciones siempre me ha parecido una anomalía democrática. Me parecía cuando lo hacían algunos de sus antecesores. La residencia oficial del presidente del Gobierno tiene que ser La Moncloa, pero sus vacaciones no tienen que ser a costa de los Presupuestos. Y no cuela la excusa de la seguridad que utilizan sus mariachis.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)