El buen salvaje

Señor Puente

Óscar, en adelante don Óscar, necesita que se hable de él para existir

No sé si el ministro de Transportes o alguien de su equipo ha tenido a bien leerme alguna vez (¡un lector al fin!) e incluir algún escrito de este juntaletras en la lista de los que deben ir a la quema, pero lo que acaba de hacer, ese listado de supuestos insultos o falsedades con los que los periodistas le engalanan, es echar gasolina al ego gigante de la profesión, tan sólo comparable al del propio ministro, pues ponerse a recopilar menciones parece más de un adolescente en busca de «likes» en Tik Tok. Tengo mi propia teoría: el ministro ha sacado un listado de frases para poner en evidencia a los que no se les ha ocurrido algo peor. Ay de los colegas proscritos en una columna que no han gozado del flagelo ministerial.

Óscar, en adelante don Óscar, necesita que se hable de él para existir, llegó para eso y se supo el día que se batió con Feijóo en la moción de censura. Y lo consiguió. ¿Por qué se queja, pues? ¿O es jactancia, alegría, tal vez pecado de presumido? Se ha hecho un personaje popular que cabe en tantos adjetivos que es un mundo en sí mismo, no a lo Torrente, apuntamos los iletrados, sino como Macondo o la muy castellana Celama. Sin el ministro de Transportes no se habría escrito la mejor literatura patibularia de los últimos meses.

Puente, en adelante acueducto, es un hombre recio que añade galanura a una cartera áspera, cuando no hirsuta y, como demuestra, maneja bien su trayectoria teatral, lo mismo de Falstaff, cuando se dirige a la Prensa, que de Enrique IV, al hacer anuncios que suponen meterse en guerra. Siempre elegante: no hay mejor Byron que el que todo lo arriesga a no llevar a veces razón pero que se viste con enaguas sintácticas, que es llevar el nudo de la corbata apretado sin que se note. Traga saliva con la altivez de un Grande de España. Don Óscar nos ha regalado en vez de un tren, o que al menos lleguen a tiempo, una caravana de columnistas, un infierno, que es el sueño de nuestra razón. Don Óscar ha sido cruel como sólo es capaz un héroe. Pero eso qué le importa al del tren de Extremadura.