La situación
La suerte (temporal) de Feijóo
«La izquierda ha perdido diecisiete días en una campaña que solo durará cincuenta y seis, y eso es mucho perder»
Han pasado diecisiete días desde que Pedro Sánchez convocó elecciones generales el 23 de julio. Han transcurrido, por tanto, más de dos semanas, y la mejor noticia para Alberto Núñez Feijóo es que en ese tiempo apenas ha ocurrido nada que ponga en dificultades al PP.
En las campañas, los equipos que diseñan las estrategias buscan rellenar el debate político nacional de asuntos que beneficien a su partido y perjudiquen al rival. Tratándose de una campaña inesperada y corta –menos de dos meses–, que pasen dos semanas sin que aquello que ocurra ponga en riesgo al candidato que lidera los sondeos, es una victoria temporal.
Hasta ahora, el entretenimiento general lo han ofrecido los partidos de izquierdas. El PSOE, por las disputas internas en torno a quién va y a quién no va en las listas, y al nada disimulado enfado que tienen algunos barones territoriales con el líder del partido. Y en la izquierda populista, la diversión ofrecida por Sumar y Podemos ha alcanzado tantos decibelios, que resulta ensordecedora e impide que se escuche el eco de cualquier otro sonido.
Hasta ahora, el PP ha tenido suerte porque, sin una campaña electoral en marcha, el debate nacional posterior al resultado del 28 de mayo hubiera sido la política de pactos de Feijóo con Vox. Pero el foco ha estado en otro lado, y las negociaciones de los populares con la derecha populista han sido noticia de segundo nivel hasta ayer, cuando PP y Vox han formalizado su maridaje en la Comunidad Valenciana, lo que no es asunto de menor cuantía política.
La izquierda ha perdido diecisiete días en una campaña que solo durará cincuenta y seis, y eso es mucho perder, pero ahora tiene nueva munición. Porque conviene recordar lo que ocurrió en la campaña para el 28M: durante semanas, Sánchez llevó la iniciativa con sus denominados «avances sociales», con el PP fuera del radar. Pero se produjo la sorpresa de las listas de Bildu y, después, la compra de votos en Melilla y Mojácar, y el foco giró a favor del PP. Nadie puede descartar que ahora ocurra justo lo contrario.
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