Y volvieron cantando

«Superdomingo» malogrado

La campaña que ya ha comenzado en términos reales con más de cuarenta días por delante tiene unos enunciados alineados con remover todo lo posible el avispero

Más de uno se estará preguntando en el entorno del presidente del Gobierno, porque no se acabaría atendiendo aquella posibilidad de haber hecho coincidir las elecciones municipales y autonómicas con las generales. Aquello tal vez sí habría supuesto una audaz genialidad, tal y como reconocen algunos ente los muchos damnificados por las elecciones del pasado domingo, conscientes de que, puestos a salvar muebles y con los resultados en la mano, Sánchez habría recibido con unas «super elecciones» las energías de un PSOE absolutamente activado y movilizado en una cita en la que todos, desde el último concejal hasta el primer número uno de lista nacional se jugarían el todo por el todo, mientras que ahora, de cara a la campaña hacia el 23 de Julio, –salvados los aplausos de un entregado grupo parlamentario en el Congreso y el Senado temeroso de sus escaños– lo que hay detrás es un partido sumido en la melancolía, con una legión de alcaldes, concejales y dirigentes autonómicos que han perdido sus cargos simplemente por haber sido destinatarios de un castigo, no a su gestión sino al líder de su partido y difícilmente activables para eso que, en elecciones y aunque estemos en era tecnológica siempre se llamó «pegar los carteles» y movilizar al personal para el mitin.

Somos muy dados los españoles a ver jugadas geniales en lo que no pasan de resultar meras ocurrencias y en lo relativo a la política, a contemplar como brillantísimos giros tácticos de timón cargados de inteligencia, lo que, en la mayoría de los casos, no pasan de ser oportunistas huidas hacia adelante cargadas de oportunismo. La convocatoria de elecciones generales anunciada por Sánchez solo once horas después del recuento final de municipales y autonómicas el pasado domingo tiene mucho de esto último, jugada con posibles réditos personales en clave de evitar el posible tsunami de contestación interna al liderazgo, pero burda a todas luces salvo que se quiera pensar que la manifiesta ola de cambio puede ser frenada en menos de dos meses. La campaña que ya ha comenzado en términos reales con más de cuarenta días por delante tiene unos enunciados alineados con remover todo lo posible el avispero. La cuestión es hasta dónde se va a llegar en esa agitación y sobre todo, si los intereses de quien para algunos ha hecho una jugada genial disolviendo las Cortes, concuerdan con los de España e incluso con los de su partido.