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Y volvieron cantando

Con taquígrafos, pero sin luz

Aquí de lo que se trata no es tanto de converger con nuestros socios occidentales y la OTAN como de evitar cualquier atisbo de temblor bajo el sillón de La Moncloa

Pues ahora va a resultar que la lían con el apagón, pero lo estupendo fue la lección de civismo y el funcionamiento de los servicios públicos, casi le faltó a Sánchez añadir que, a pesar de todo, aquí los niños tienen como en Venezuela «tres comidas al día». Con permiso del cónclave papal –faltaría más– ayer tuvimos oportunidad de contemplar sobre lo más cercano que aún angustia a los españoles, una primera comparecencia parlamentaria perfectamente encajada como el guisante en su vaina dentro del aumento en el gasto para tecnología defensiva (que yo conozco como gasto militar), ya saben, esos diez mil millones de euros destinados a tal fin, haya o no Presupuestos del Estado, porque aquí de lo que se trata no es tanto de converger con nuestros socios occidentales y la OTAN como de evitar cualquier atisbo de temblor bajo el sillón de La Moncloa.

Sánchez se presentó, tras nueve días de alquimia en el «laboratorio de ideas», con los argumentos que más gusta brindar a los populismos, ideología elevada a lo más tóxico enrocándose en la demonización de la oposición y de lo privado, pero hoy jueves, día después del debate parlamentario, muchas incógnitas siguen en pie. ¿Por qué el apagón replicó el diseño de la comisaria y exvicepresidenta Ribera priorizando a las renovables sin apoyo de energía nuclear en una irreal lectura de la agenda 2030 sin reconocer las evidentes y graves consecuencias? ¿Por qué se sigue tocando la partitura de los más rancios populismos escondiendo la incompetencia a costa de deslegitimar a la oposición política y su labor de control al poder en democracia? ¿Por qué en esa misma línea bolivariana pretende echarse a la opinión pública encima de todo lo que suene a privado? ¿Por qué no se pondera el altísimo precio que pagará este país por no reconsiderar el rumbo de nuestras políticas energéticas como está haciendo Europa y solo para no contravenir a socios de la izquierda radical? ¿Por qué tendremos que esperar hasta ver que el lujo de prescindir de la opción nuclear nos habrá costado un notable incremento en el precio de la energía y miles de empleos? Pero tal vez la pregunta más idónea sea la dirigida a la parroquia más «verde»: ¿Está usted dispuesto a pagar bastante más en el odiado recibo de la luz para que el «coca-colo» siga saliendo fresco de la nevera?