Selfie

Tías buenas y envidiosas, desinhibidas

Nadie insulta a Lolita cuando se hace un selfie en bikini.

Los, mejor dicho, “las” que insultan a Cristina Pedroche por sus posados (que también tienen su análisis y no es laudatorio, como el de cualquier posado de “buenorra” en bikini) proyectan indiscutiblemente envidia.

Queridas hermanas, dejémonos de razonamientos, consideraciones, elipses y trampas mentales. Todos esos argumentos a la basura, enérgicamente. Los vituperios y reproches a una guaparda como Pedroche en paños menores solamente obedecen a ¡envidia! Y de la única clase que hay, de la cochina.

Dicho esto, para todas aquellas que se ponen enfermas viendo a las bellas exhibirse, un cariñoso consejo: el mejor antídoto contra la envidia es la emulación (y no lo digo yo, lo dice el psiquiatra Enrique Rojas en su libro (que les recomiendo a todos, no sólo a las envidiosas) “Todo lo que tienes que saber sobre la vida”. En efecto, el título compite por el premio al más pretencioso de la historia de la literatura, pero es muy didáctico y entretenido. Y también retador.

¿Y qué quiere decir el doctor con eso de la emulación? Pues que cuando envidiemos, la envidia es una emoción humana natural y muy común, en vez de desear el mal del envidiado de turno, que mejor que hacernos bilis negras (y mucho más elegante que proceder al acto animal del insulto) que imitemos su esfuerzo, y esa actitud que les ha procurado quizá tan envidiables resultados. En este caso: ¡Pónganse todas (imagino que descontentas con sus cuerpos) a cerrar la boca, en todos los sentidos!

Dirán ustedes:

_Me cae fatal Pedroche y detesto su exhibición constante, ¿qué sed de gratificación narcisista tiene, no?

_mmm… sí.

Que conste que no la estoy criticando. Yo misma he sido autora de selfis de los peores. Incluyendo “bañoselfies”.

El selfi en el espejo del baño, no obstante, tiene algo de encantador, por encima de los selfiesdeascensor, entre otros, y es que además de su fragilidad técnica y psicológica (cualidades que comparten todos los selfis), el modelo y autor suele estar entonado y mostrar un plus de desinhibición y deslustre.

Todo, y aun más en verano, menos un selfi de pies. Detrás de un selfi de pies sólo puede esconderse lo peor: hipocresía, ñoñez, mal gusto, poca capacidad creativa, falta de humor, mimetismo y compulsión.

Por otra parte, y volviendo a Cristina Pedroche, no la sigan si les produce malestar.

¿En qué momento dejan de ser ventajosas las redes y se convierten en un agujero negro por donde se cuela nuestro tiempo, nuestra vida, mientras intercambiamos gilipolleces?

Las redes en muchos aspectos son dañinas porque están diseñadas para hacernos adictos a la vanagloria (vana-gloria), donde el número de megustas (mis amigos son mis likes) nos convierten en mascotas saltarinas intentando llamar la atención de un amo displicente que nos refuerza intermitentemente.

En semejante contexto imagino el sufrimiento que pueden alcanzar los envidiosos ¡no quiero ni imaginarlo! Para un envidioso, igual que para las personas compulsivas o los amantes celosos, las redes deberían estar prohibidas por la OMS.

¿Y quién es el culpable de la envidia? ¿El envidioso, ese innoble reptil, o el envidiado (quizá alguien que presume sin el menor decoro, desconsiderando las circunstancias de los demás? Facebook, Twitter, Instagram, Tik tok y ahora también Netflix lo tienen claro. Somos mucho más rentables babeando frente a la pantalla que distraídos con nuestras vidas o afectos. Y, por supuesto, somos más rentables envidiando las vidas ajenas u odiándolas, que pensando.

Por otro lado, y con relación a la audiencia masculina, esta nueva ola feminista que defiende el empoderarnos a través de la hipersexualización (tanto en las redes como en la moda en las calles) no la termino de ver. Además, es muy perversa y limitona: “Se mira, pero no se toca, esclavo testosterónico, paria menesteroso”.

Y díganme, ¿sienten envidia ustedes? ¿Seguro que no? ¡Qué difícil es autoanalizarse!