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Letras líquidas

Los tiempos de Trump

Esperemos que, a partir de ahora, empiece a calibrar mejor el tiempo para entender, por ejemplo, lo que significa la limitación constitucional estadounidense de los dos mandatos presidenciales

Seguro que todos tenemos un amigo que asegura estar de camino a una cena o a un encuentro cuando aún no ha salido de casa. Podría decirse que es impuntual, que tiene cierta querencia a procrastinar o que se compromete a demasiadas actividades y no puede abarcarlas todas. Otra opción sería creer que lo que le ocurre, en realidad, es que carece de capacidad para calcular correctamente el tiempo. Como si le faltara un reloj interno, esa alarma que nos avisa de la necesidad de descansar, dormir, comer o movernos si acumulamos horas delante del ordenador. Quizá, quién sabe, Trump es uno de ellos. No de nuestros amigos, aunque bien podría serlo por toda la atención que le dedicamos, pero no, me refería más bien a que el presidente de Estados Unidos se suma a esos seres humanos sin aptitud para establecer la duración exacta de los acontecimientos, que se cuentan entre quienes no miden bien los ritmos temporales. Veamos. Antes de su llegada a la Casa Blanca aseguró, entre sus promesas electorales, que acabaría con la guerra en Ucrania en las primeras 24 horas. Ha cumplido ya los cinco meses como comandante en jefe y, desgraciadamente, nuestros vecinos de un poco más allá de Polonia encaran el cuarto verano bajo las bombas con ataques cada vez más duros en áreas urbanas de Kiev y con pocas esperanzas de que las costumbres decimonónicas de Putin se frenen en el corto plazo. Ni siquiera después de los intentos de paz en Estambul ni del plazo de Trump de dos semanas para testar las intenciones pacíficas del Kremlin: un «deadline» que termina en torno al 3 de julio y que repite ese patrón de los quince días con el que nos despistó en Irán. Justo después de fijarlo como límite para decidir un ataque, las bombas cayeron sobre las centrales iraníes nucleares creando la situación global de mayor riesgo de la era contemporánea. Esperemos que, a partir de ahora, empiece a calibrar mejor el tiempo para entender, por ejemplo, lo que significa la limitación constitucional estadounidense de los dos mandatos presidenciales. Que no son tres.