Opinión

Tierra quemada, tierra inundada

La explosión de la presa es más coherente con la estrategia rusa de impedir el paso de las tropas ucranianas

La película soviética «Poema del mar» (1958), dirigida por Yuliya Solntseva, describe la construcción de la presa de Kajovka, en el sur de Ucrania, como una empresa épica en la que los analfabetos agricultores ceden ante la fuerza del progreso y entregan sus propiedades en favor de una prosperidad colectiva futura que beneficia a todos. Fue una película propagandística como todo el arte que se hizo en los años de la URSS. Los historiadores, sin embargo, sostienen que este faraónico proyecto causó un trastorno inmenso al ecosistema de la región de Jersón y a sus habitantes.

Ucrania y Rusia se acusan mutuamente de la destrucción de la presa hidroeléctrica y aunque todavía no se dispone de información fiable sobre lo ocurrido, la voladura de esta infraestructura civil es más coherente con la estrategia rusa de impedir el paso de las fuerzas ucranianas ante la inminente contraofensiva. El profesor de Relaciones Internacionales, el ucraniano Maksym Yali, decía en estas páginas que Vladimir Putin está obsesionado con mantener el control de Crimea anexionada ilegalmente en 2014. «Ahora han creado una frontera natural desde el suroeste más fuerte y Ucrania se encuentra con menos margen de maniobra». Desde «Le Figaro» el coronel Michel Goya, especialista en temas militares, ponía el acento en las cuestiones técnicas. «La presa de Kajovka es una estructura especialmente robusta. Los ucranianos no tienen en su arsenal nada lo bastante potente y preciso para destruirla de esta forma». La explosión abrió un gran agujero en la presa de la central, vertiendo torrentes de agua sobre pueblos enteros. Hay 80 localidades afectadas y cerca de 100.000 personas están en zonas de peligro.

La estrategia de tierra quemada tiene muchos antecedentes en el manual de la guerra y la tierra inundada es una variable. Es una prueba más hasta dónde puede llegar el agresor para infligir daño a la víctima. La campaña del Kremlin contra Ucrania es sistemática y bárbara, y sigue una pauta de conducta anárquica. Además de los asesinatos, violaciones y torturas dirigidos contra civiles, y el secuestro y deportación de cientos de niños, las fuerzas rusas han atacado infraestructuras energéticas para infligir daño a la población civil.

La contraofensiva ucraniana probablemente se vea afectada, pero nada indica que no vaya a producirse. Los ataques que se han desarrollado hasta ahora podrían ser únicamente un prólogo de lo que queda por venir. El lector debe recordar que el pasado verano se anunció a bombo y plantillo la reconquista del sur y finalmente las tropas ucranianas tomaron Jarkiv en el norte.

No obstante, la explosión de la prensa pone otra vez el foco en la central de Zaporiyia. La planta nuclear extrae del embalse de Kajovka el agua que necesita para refrigerar sus reactores. Esta circunstancia se suma a los bombardeos esporádicos que se producen en torno de la central nuclear más grande de Europa. La situación es extremadamente volátil. El Convenio de Ginebra concede en principio inmunidad a esas «obras o instalaciones que contienen fuerzas peligrosas» como la central hidroeléctrica o la nuclear, pero el fragor de la batalla demuestra que las acciones son difíciles de controlar una vez que el genio ha salido de la botella. Lo peor todavía estaría por llegar.