Las correcciones

Contra todo pronóstico

España vuelve a perder la oportunidad de proyectarse al exterior atrapada en su propia tela de araña nacional

Tardé un poco en darme cuenta de que las palabras que aparecían en una pantalla del escenario del Royal Albert Hall de Londres era el nombre de la última gira de Joaquín Sabina: Contra todo pronóstico. Me reí por dentro. Joaquín Sabina era el primero en reconocer que nadie daba un duro porque se fuera a subir de nuevo a los escenarios tras su aparatosa caída en el WiZink Center de Madrid. Tuvo que pasar por la UCI y por una delicada recuperación. Y ahí estaba de nuevo. En el Royal Albert Hall. Más débil, mirando de reojo hacia abajo para que ningún cable le volviera a jugar una mala pasada, pero eso no impidió que se entregase una vez más a su público.

Contra todo pronóstico fue también la victoria de Pedro Sánchez en las elecciones del pasado domingo. El PSOE improvisó un escenario en la calle Ferraz en el que salió el candidato junto a su mujer, Begoña, y a una irreconocible María Jesús Montero que parecía mitad cheerleader, mitad hooligan. Hubo un momento en el que temí por la estabilidad de la estructura por los saltos y los aspavientos de la ministra de Hacienda en funciones. Parecía desatada. Igual que en la gira de Sabina, nadie daba un duro por la continuidad de Sánchez en La Moncloa. Yo la primera. Aunque como escribí en estas páginas, el presidente sabía que Vox le abría una ventana de oportunidad para impedir la mayoría absoluta del candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo. Arriesgó y ganó. Vox ha frustrado el gobierno del Partido Popular. Los votos del PP (8.091.840) más los votos de Vox (3.033.744) suman: 11.125.584. Muy por encima de los 10,8 millones que obtuvo Mariano Rajoy en las elecciones de 2011 y que le valieron 186 escaños. Los números son muy claros. El 23-J ha dejado un Parlamento colgado, sin mayorías claras. Pero en estos momentos el PSOE está en mejor posición para articular una alternativa, esa: coalición de perdedores. No va a ser fácil. Tiene que contar con la abstención o el «sí» de Carles Puigdemont, uno de los personajes más siniestros de la política española. Por eso no se puede descartar que haya nuevas elecciones en Navidad.

En el caso de que pueda formar un gobierno será uno débil. Tendrá que pelear cada voto en el Congreso de los Diputados y en el Senado se encontrará con el muro del Partido Popular. El presidente Sánchez será un pato cojo desde el primer día.

Por eso, en Bruselas se empieza a asumir que la inestabilidad política frustrará la presidencia de turno de España de la UE. Una presidencia crucial pues cierra un ciclo antes de las elecciones europeas de 2024. Hay dos dosieres clave: el pacto de asilo y la reforma del mercado eléctrico. Dos leyes en las que no existe un consenso entre el Consejo y la Eurocámara por lo que una presidencia de turno fuerte, que decantara la balanza, sería lo deseable. Además, se suman otros asuntos muy políticos como el pacto de estabilidad (2024); el presupuesto europeo (2021-2027); la asistencia a Ucrania o la ampliación de la Unión. Todas estas cuestiones se abordarán en la cumbre de octubre. Nadie cree que en las circunstancias actuales, Madrid pueda ejercer de líder. España vuelve a perder la oportunidad de proyectarse al exterior atrapada en su propia tela de araña nacional.