La situación

Tres meses después

La presidenta del Congreso no ha fijado la fecha del nuevo pleno de investidura, cuando en el caso del líder del PP se anunció horas después de la decisión del Rey

La percepción del tiempo es algo relativo. Lo que a unos se les hace largo, a otros les parece breve. En política, esa relatividad del tiempo no es muy distinta. Por ejemplo, a Pedro Sánchez le pareció demasiado extenso el periodo de 35 días que Alberto Núñez Feijóo se tomó para ir a su investidura fallida. Sostenía Sánchez que el líder del PP nos hacía «perder el tiempo a los españoles», pretendiendo ignorar que la designación del candidato la hace el jefe del Estado y que la fecha de la investidura la fija la presidenta del Congreso, que es una destacada militante socialista, elevada a ese puesto por el propio Sánchez.

Ya han pasado veintiséis días desde la segunda votación de investidura de Feijóo y, a la hora de escribir estas palabras, seguimos a la espera de que La Moncloa nos anuncie un acuerdo entre varios partidos políticos para que Pedro Sánchez siga residiendo en ese palacio.

Más aún, la presidenta del Congreso no ha fijado la fecha del nuevo pleno de investidura, cuando en el caso del líder del PP se anunció horas después de la decisión del Rey. Y, aún más, hoy se cumplen tres meses desde las elecciones del 23 de julio y, por tanto, el líder socialista ha dispuesto de noventa días, noventa, y de trece semanas, trece, para conformar esa mayoría parlamentaria progresista (incluso con las derechas de Junts y PNV) que desde aquella noche electoral se nos viene diciendo que es obvia, evidente y bienaventurada.

No descarten que antes de terminar este día se anuncie un acuerdo, y la presidenta del Congreso establezca la fecha para la investidura esta misma semana o la próxima, porque el poco democrático oscurantismo bunkerizado en el que se desarrollan las negociaciones puede hacer que supongamos una cosa y, en realidad, ocurra la contraria.

Pero cuando este pintoresco vodevil termine (bien con la investidura de Sánchez, bien con la repetición electoral), habremos asistido a un novedoso episodio a estudiar en las facultades de ciencia política. Y no por sus efectos positivos para el país, sino como un ejemplo a no repetir, si es posible.