Letras líquidas

Un unicornio en el Congreso

Se ha sumado una nueva variante de este sistema de compartimentos estancos que genera una disfunción todavía más acusada: pactar sin que se note

La gran paradoja de la democracia española radica en que se construyó sobre una absoluta excepcionalidad. Como retando a la idiosincrasia patria, tan vehemente y rígida, y burlando el fluir natural de la historia, el espíritu del 78, del pacto y la cesión mutua, se apoderó del espacio público impulsando negociaciones de las que generan convivencia y progreso. Se ha escrito y hablado tanto desde entonces de la incapacidad colectiva para tejer acuerdos que apelar, de nuevo, al exotismo de aquel periodo resulta redundante. Como también lo es recordar la tacañería para tejer pactos de Estado en las ya más de cuatro décadas constitucionales: tan solo siete y, además, ninguno referido a los grandes asuntos que configuran país. Ni educación ni sanidad han tenido el peso suficiente para aunar voluntades políticas y asentar unos parámetros mínimos. Y podríamos añadir, también, vivienda y medio ambiente, en su derivada más actual de la sequía y el reparto del agua.

Nuestro estilo legislativo, parece, se centra más en aportar respuestas inmediatas y apresuradas a cuestiones que anteponen urgencia a importancia. Asuntos que nos arrollan y que esquivan la reflexión y cualquier atisbo de concierto común capaz de mirar más allá y sobrevolar siglas. Demasiado ingenuo o mucho pedir en tiempos de ideologías «bloquistas» y estilos que se enfocan más en la diferencia que en la coincidencia. Nada nuevo, instalados, como estamos, desde hace años ya en un ejercicio continuo de gestión acusadora y aislante: se determina un actor político tóxico (según los dictados de cada cual) y se elude, a partir de ahí, toda posible vía de diálogo.

Ahora, además, se ha sumado una nueva variante de este sistema de compartimentos estancos que genera una disfunción todavía más acusada: pactar sin que se note. Cerrar un trato de manera disimulada, como mirando para otro lado. Ya ha ocurrido con la aprobación de la reforma de la ley del «solo sí es sí», el PSOE ha intentado limitar el apoyo del PP a un mero carácter técnico, o en otras aproximaciones para alcanzar, por ejemplo, un pacto «antiokupación» incompatibles con los «socios». La realidad, en estos temas, se impone y viene a confirmar que la esencia de la política es resolver y solucionar y que, por tanto, no se puede esgrimir el juego de los cordones sanitarios indefinidamente. Sin embargo, situados ante aquella dicotomía de la mujer del César, los socialistas optan por «parecer» y fingir que no existen conexiones, pese a los contactos de los últimos días. ¿Alguien ha visto un unicornio en el Congreso?