El buen salvaje

Usted puede ser un asesino de cuñados

Hemos conseguido que todo sea hipócrita, La Navidad entera, menos la cena de Nochebuena, en la que nos decimos las cosas a la cara para que se enteren los langostinos que echan de menos al «Plácido» berlanguiano

Hay peores cosas que estar a favor de la amnistía, engancharse al fentanilo o bien obsesionarse con los FANI, acrónimo de objeto anómalo no identificado, los nuevos OVNIS de toda la vida, que son algunas de las candidatas a palabra del año de la Fundeu. Otro día hablamos de las palabras de la RAE. Esto, que ya es un rosario de cadáveres emocionales, y algunos de carne y hueso, pueden no ser nada con la sangría de esta noche en la que nace un Niño y mueren varios ejemplares de la raza llamada cuñado, que tan bien describiría Félix Rodríguez de la Fuente. Se acerca la pieza, observen cómo el depredador le ataca por la espalda e hinca sus colmillos inmisericordes en el cuello del sujeto. Ganamos un naturalista, pero perdimos un gran cronista de sucesos. Qué bien hubiera relatado el episodio de la botella de agua de Ortega Smith.

Las familias intentan poner hoy su mejor cara. Los centennials han descubierto el «Delulu», que es el «autoengaño» de toda la vida, asirse al pensamiento positivo y fingir por Tik Tok que van a conseguir lo que la mayoría jamás alcanzarán. Creen que es nuevo, pero ya lo intentaron los escépticos. Erasmo contrarreplicó a Lutero: «No podemos saber si somos libres o no, pero lo mejor será actuar como si fuésemos libres, porque eso tendrá efectos de libertad». Lo malo es que todo se queda en esa vida paralela de las redes. Si en vez de fingir que se es feliz los segundos en los que se tarda en disparar un «selfie», la comedia durara unas dos horas como máximo, la noche iría bien hasta para el pobre diablo de «Jo, que noche» de Scorsese. Pero no. Hemos conseguido que todo sea hipócrita, La Navidad entera, menos la cena de Nochebuena, en la que nos decimos las cosas a la cara para que se enteren los langostinos que echan de menos al «Plácido» berlanguiano.

Suenan las zambombas como tambores de guerra. La tribu de las chochonis se asoman al río. Las discusiones saltan por la rendija más inverosímil. Aparcados los adolescentes, los padres, los cuñados, y las cuñadas, que no hay que olvidar el lenguaje inclusivo que tanto interesa a nuestra Reina, hasta el melómano hermano de Pedro Sánchez es un cuñado, de Begoña, comienzan la danza macabra del pavo, ese ruido de estar muriéndose todo el año. Lo mejor es hacerse el tonto, como un día cualquiera con ese compañero de trabajo. Ponga el villancico de Ryan Gosling dedicado a Barbie. Ni Napoleón es tan deleznable, ruin, pendenciero, hortera. El rival quedará desconcertado. Y entonces va usted y se convierte en un asesino de cuñados, pero con pedigrí cultural, aunque haya dejado el libro para el año que viene.