Tribuna

Vuelta a lo humano, al hombre

Los cristianos, por el bautismo, estamos llamados a iluminar, ser luz en medio de la oscuridad de nuestro mundo

La agenda 2030 y corrientes de pensamiento actuales portadoras de antihumanismos, poshumanismos, inhumanismos no dejan espacio ni a Dios ni al hombre; para sus autores o difusores, Dios no cuenta, no puede contar, tampoco cuenta el hombre creado por Dios; la oscuridad se adueña de nuestra tierra, la soledad en que deja al hombre es total, los grandes temas de la dignidad de la persona humana, los derechos humanos fundamentales, universales e inalienables, la verdad o la libertad desaparecen del horizonte de futuro del hombre histórico que existe, la esperanza vendría a consistir en pura quimera, el hombre perece.

¿Cabe respuesta que haga recuperar lo perdido y que haga emerger una realidad nueva y vivir en esta tierra un estilo nuevo en el que sea posible de nuevo el humanismo verdaderamente humano y que el hombre viva? Sí, y es hoy más acuciante y necesario precisamente por lo que representan esas corrientes de pensamiento y esa «Agenda» que se intenta imponer. La respuesta, nunca me cansaré de repetirlo, es un acontecimiento histórico, uno de nuestra tierra, uno de los nuestros e inseparablemente Dios con nosotros, Hijo de Dios, Jesucristo, revelación de Dios, que es amor y se entrega y da la vida por nosotros, ilumina a todo hombre, sabiduría que da sabor y a todo y que llama a seguirle. Los seguidores suyos, sus discípulos tienen una responsabilidad, porque como Él dijo a sus discípulos: «Vosotros, mis discípulos, sois luz del mundo y sal de la tierra». En Él, y sólo en Él, hecho o acontecimiento histórico singular, tenemos la respuesta, y también los que hemos sido llamados y somos sus discípulos. Es la hora de la responsabilidad de los cristianos. La sal da sabor a los alimentos, los libra de la corrupción. Una carne dejada a su cuenta se corrompe, un alimento al que le falta sal, está desabrido, insípido, le falta sabor, una sal que ha perdido su lote de salar y hacer sabrosos los alimentos, solo sirve para desecharla y echarla fuera a que la pisen los hombres. Una luz que se apague o se debilite, o se la esconde, ¿para qué sirve?

Jesucristo que es luz de las naciones, que ha venido a iluminar a todos los hombres, sol que sale sobre y para todos, buenos y malos, luz del día que alumbra todos, sabiduría del Padre que da luz y sabiduría a los hombres para que conozcamos la Verdad, a Dios, y veamos la grandeza de ser hombres llamados a participar de la sabiduría de Dios, de la Verdad de Dios que sacia a todo hombre, de Dios mismo que es luz inmarcesible, eterna, y que no se apaga.

Los cristianos, por el Bautismo somos llamados a sazonar, dar sabor, impedir la corrupción de tantas cosas como lo están corrompiendo, como el egoísmo, la negación y el olvido de Dios, el pasar de largo ante nuestros hermanos heridos o que sufren o el hacer de nuestra tierra escombros. Los cristianos, por el bautismo, estamos llamados a iluminar, ser luz en medio de la oscuridad de nuestro mundo, y estamos llamados unidos a Cristo, Luz y sabiduría a difundir la luz y la sabiduría del Evangelio en medio de las tinieblas del egoísmo, de la indiferencia en el amor, la verdadera sabiduría y verdad de lo que es y significa ser hombre, lo humano, el ser humano.

Y así, como dice el profeta Isaías, «partiremos el pan con el hambriento, hospedaremos a los pobres sin techo, vestiremos al que va desnudo, y no nos cerraremos a nuestra propia carne ni nos desentenderemos de los nuestros, entonces surgirá nuestra luz como la aurora; cuando ofrezcamos al hambriento de lo nuestro y saciemos el alma afligida, entonces brillará nuestra luz en las tinieblas, nuestra oscuridad como el mediodía». Precisamente esta semana se nos ofrece una oportunidad para que se cumpla lo dicho con la campaña que se nos ofrece contra el hambre de MANOS UNIDAS.

MANOS UNIDAS nace desde esa conciencia de ser luz y sal. Esto podría y debería fortalecer a los católicos, –la mayoría de nuestro país–, a fortalecer el vigor de una fe vivida, las exigencias de la fe cristiana nos llevan a compartir de verdad, a que vivamos la verdad de nuestro ser de hombres que es lo que vemos en Jesús, compasivo y sanador del hombre necesitado, y con toda su dignidad inviolable, que es también el compartir y no cerrarnos a nuestros hermanos que pasan hambre, que sufren la miseria, que son víctimas del egoísmo insolidario, que viven la opresión de la injusticia, infligida por sus propios hermanos que somos nosotros.

Y esto reclama de nosotros, los católicos que anunciemos y demos testimonio fiel de Jesucristo para que los hombres se encuentren con Él y llenen el mundo con su luz y le den sentido y sabor, sabiduría, a nuestra tierra: Él es el rostro de Dios que es Amor, y lo apuesta todo por el hombre hasta dar su propia vida por él y darnos a su Madre, junto a la cruz, que es la muestra de su amor supremo, y ahí nos salva y se queda con nosotros.

Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo emérito de Valencia.