Euskera

La particular manera con la que los vascos llaman a sus hermanos, diferente para el resto de españoles

El euskera tiene hasta cuatro palabras para esta relación de consanguinidad

Empatía en los niños
La particular manera con la que los vascos llaman a sus hermanos, diferente para el resto de españoles Vlada Karpovich

En el corazón del norte peninsular, el País Vasco no sólo se distingue por sus paisajes, cultura o gastronomía. Uno de los elementos más singulares que marcan la identidad vasca es su lengua ancestral: el euskera. Esta lengua milenaria, hablada también en algunas zonas de Navarra y del País Vasco francés, ha sobrevivido al paso de los siglos y a influencias externas, conservando estructuras lingüísticas únicas que sorprenden incluso a los propios españoles.

Con alrededor de 900.000 hablantes, el euskera es una de las pocas lenguas no indoeuropeas que se conservan en Europa Occidental. Su origen sigue siendo un enigma para lingüistas y filólogos, y muchas de sus palabras no tienen una raíz común con otras lenguas del entorno. Es, en muchos sentidos, un universo lingüístico aparte.

Uno de los aspectos más fascinantes de esta lengua es cómo expresa el parentesco, especialmente cuando se trata de nombrar a los hermanos. A diferencia del castellano —y del resto de lenguas romances que se hablan en la península ibérica—, el euskera no utiliza simplemente dos palabras (una para “hermano” y otra para “hermana”), sino que establece un sistema basado en el género del hablante, algo que no se da en otros idiomas europeos.

Cuatro palabras para una misma relación

En castellano, las palabras “hermano” y “hermana” bastan para referirse a los miembros de la familia con quienes se comparten progenitores. No importa si quien habla es un hombre o una mujer: lo único que cambia es el género de la persona a la que se hace referencia.

Pero en euskera, esta relación se expresa de manera mucho más específica. Existen cuatro palabras distintas para nombrar a un hermano o hermana, y cada una se elige en función del sexo de quien habla:

  • Una mujer que se refiere a su hermano dirá neba.
  • Esa misma mujer, para hablar de su hermana, usará ahizpa.
  • En cambio, un hombre que habla de su hermano usará anaia.
  • Y si ese hombre se refiere a su hermana, dirá arreba.

Este sistema, que tiene en cuenta tanto el género del emisor como del receptor, es único en el panorama lingüístico español. Mientras en la mayoría de idiomas se suele marcar solo el género de la persona a la que se refiere el término, en euskera se incorpora también la perspectiva del hablante. De algún modo, se refleja una visión relacional y más contextual de la identidad familiar.

¿Y qué pasa con el resto de la familia?

Curiosamente, esta forma de diferenciar los términos según el género del hablante no se replica de forma tan marcada en otros miembros de la familia. Aunque el euskera sigue utilizando palabras propias para referirse a cada relación de parentesco muchas sin correspondencia etimológica directa con el castellano o con otras lenguas romances, no todas varían dependiendo de si habla un hombre o una mujer.

Aquí algunos ejemplos de vocabulario familiar en euskera:

  • Ama (madre)
  • Aita (padre)
  • Gurasoak (padres)
  • Seme (hijo)
  • Alaba (hija)
  • Haur (bebé)
  • Lehengusu (primo)
  • Lehengusina (prima)
  • Osaba (tío)
  • Izeba (tía)
  • Aitite o aitona (abuelo)
  • Amona o amatxi (abuela)
  • Iloba (sobrino o sobrina)
  • Biloba (nieto o nieta)

Incluso los términos políticos como aitaginarreba (suegro), amaginarreba (suegra), koinata (cuñada) o koinatu (cuñado) muestran la riqueza y particularidad de esta lengua, que ha sabido preservar una estructura léxica y gramatical muy propia.

Un idioma que da pistas sobre una forma distinta de ver el mundo

Estas diferencias lingüísticas no son sólo una curiosidad gramatical. También reflejan una manera distinta de concebir las relaciones humanas. El euskera, con su particular forma de nombrar a los hermanos, pone en evidencia cómo la lengua puede estar ligada a formas culturales de percibir la familia y la identidad.

Este sistema tan específico puede parecer complicado para quienes se acercan por primera vez al idioma, pero para los hablantes nativos forma parte natural de su cotidianidad. Y, más allá de su valor lingüístico, es también una muestra más de la riqueza y diversidad cultural que conviven dentro del mismo país.