Catolicismo
El Papa: «Comienza el tiempo del gran perdón»
Francisco, obispo de Roma, abrió ayer la Puerta Santa de su catedral, la de San Juan de Letrán y, con ella, el Jubileo en la diócesis romana.
Pocos días después de abrir la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano y dar inicio al Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco hizo lo propio ayer con la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral de Roma, su diócesis. Un gesto que se ha repetido en todas las diócesis del mundo. Después de la apertura, el Pontífice presidió una eucaristía en la que aque se celebraba el llamado «domingo de gaudete», es decir, de la alegría, y afirmó que debemos alegrarnos siempre y no estar tristes. «Comienza el tiempo del gran perdón», añadió.
En su homilía, al comentar las lecturas del día, señaló que «el motivo de la alegría está expresado con palabras que infunden esperanza y permiten mirar el futuro con serenidad». «El Señor ha condenado toda condena y ha decidido vivir en medio de nosotros», explicó.
Con la Navidad ya cerca, dijo que «no podemos dejarnos tomar por el cansancio; no está consentida ninguna forma de tristeza, tampoco si tenemos motivo por tantas preocupaciones y por las múltiples formas de violencia que hieren nuestra humanidad». «La venida del Señor, entonces, debe llenar nuestro corazón de alegría», destacó.
Asimismo, señaló que «en un contexto histórico de grandes abusos y violencias, obra sobre todo de hombres de poder, Dios hace saber que Él mismo reinará sobre su pueblo, que no lo dejará a merced de la arrogancia de sus gobernantes y que lo liberará de toda angustia».
Por ello, «debemos alegrarnos siempre, y con nuestra afabilidad dar a todos testimonio de la cercanía y del cuidado que Dios tiene por cada persona».
Sobre la Puerta Santa, dijo que «también esto implica un signo y una invitación a la alegría», puesto que se «inicia el tiempo del gran perdón». «Es el momento de redescubrir la presencia de Dios y su ternura de Padre. Es el momento para descubrir la presencia de Dios y la ternura de Padre. Dios no ama la rigidez. Él es Padre, es tierno, todo lo hace con ternura de Padre», subrayó.
Pero, según el Pontífice, «delante de la Puerta Santa que estamos llamados a cruzar, se nos pide ser instrumentos de misericordia, conscientes de que seremos juzgados sobre esto». «Quien ha sido bautizado sabe que tiene un compromiso mayor. La fe en Cristo provoca un camino que dura toda la vida: el de ser misericordiosos como el Padre», sentenció.
Por tanto, «la alegría de atravesar la Puerta de la Misericordia nos acompaña en el compromiso de acoger y testimoniar un amor que va más allá de la justicia, un amor que no conoce confines», concluyó Francisco.
Momentos después, en el rezo del Ángelus, desde la ventana del Palacio Apostólico, volvió a hacer un llamamiento sobre la alegría: «Hoy se requiere coraje para hablar de alegría, requiere sobre todo fe. El mundo está asediado de muchos problemas, el futuro cargado de incógnitas y temores». Alegría también con la que recibió el acuerdo alcanzado en la Cumbre del Clima de París, a cuyos ponentes pidió que tengan en cuenta «a los necesitados». En este sentido, se refirió a la necesidad de conversión, de un cambio de dirección y de marcha para «emprender el camino de la justicia, de la solidarida y de la sobriedad». «Son valores imprescindibles de una existencia plenamente humana y auténticamente cristiana», dijo ante miles de fieles.
Bajo su punto de vista, la conversión «se manifiesta en compromisos concretos de justicia y solidaridad» y es «el camino que Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor concreto por el prójimo».