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Francisco: «No tengan miedo de llevar a Cristo a cualquier lugar»

El Papa Francisco durante la misa final en la playa de Copacabana
El Papa Francisco durante la misa final en la playa de Copacabanalarazon

Al final de la misa en Copacabana, a la que asistieron tres millones de jóvenes de todo el mundo, hubo un emotivo recuerdo para las víctimas del accidente de tren de Santiago.

La Iglesia católica vivió ayer uno de los momentos más multitudinarios en sus dos milenios de historia con la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro. Según los medios locales, más de dos millones de peregrinos se congregaron en la playa de Copacabana para participar en la ceremonia presidida por el Papa Francisco. La muchedumbre, formada en su mayoría por jóvenes llegados de 190 países diferentes, se extendía por buena parte de los 3,2 kilómetros de extensión que tiene esta evocadora playa. Durante su homilía, el Papa comentó que en estos días en Río de Janeiro los participantes en la JMJ habían vivido la «belleza de encontrar a Jesús» y les animó a que a la vuelta a sus casas no dejaran esta experiencia «encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, el movimiento o su comunidad». «Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite», aseguró. Invitó a los jóvenes a ser protagonistas de la evangelización, pues los católicos están llamados a llevar la buenanueva a todos, no sólo a los que «parecen más cercanos, más receptivos o más acogedores». «No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente», aseveró.

La misión a la que están llamados los creyentes no es algo opcional, pues Jesucristo no dijo que había que hacerla «si se quiere» o si «se tiene tiempo». Hay que compartir la «experiencia de la fe», dar testimonio de ella y anunciar el Evangelio. «Es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti», dijo Francisco. Esta responsabilidad no debe ser vista como una «voluntad de dominio o de poder» por parte de Dios, sino entenderla como una consecuencia de la «fuerza del amor». «Jesús no nos trata como a esclavos, sino como a hombres libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía, sino que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor». Hay que tener presente el ejemplo de su vida, dedicada al «servicio» y a «los demás».

La Iglesia católica, «autorreferencial» y «demasiado fría», como comentó Francisco el sábado, tiene una necesidad imperiosa del empuje de los jóvenes que se ha visto estos días en las calles y las playas de Río de Janeiro. «La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la alegría que los caracteriza», reconoció el obispo de Roma. Nadie evangeliza a un joven como otro joven, aseguró, recordando el ejemplo del beato brasileño José de Anchieta, quien comenzó su misión cuando sólo tenía diecinueve años. Francisco trató a continuación de disipar el miedo que esta responsabilidad puede provocar en un joven. «Puede que alguno piense: "No tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el Evangelio?"Querido amigo, tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías, un joven como ustedes, cuando fue llamado por Dios para ser profeta», señaló.

Deben además tener la certeza de que «Jesús nunca los deja solos», de que «toda la Iglesia» los acompaña y de que tienen a su lado a los santos. «Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos». Es la potencia de la comunidad: «Jesús no ha llamado a los apóstoles a vivir aislados, los ha llamado a formar un grupo». En esta labor comunitaria tienen un papel destacado los sacerdotes. Había ayer alrededor de 10.000 curas que concelebraron con el Papa, como también lo hicieron más de 60 cardenales y alrededor de 600 obispos. «Han venido para acompañar a sus jóvenes, y es bonito compartir esta experiencia de fe», comentó, destacando cómo el hecho de compartir este tiempo con los muchachos hacía que los sacerdotes se rejuvenecieran.

Al final de su homilía, Francisco instó a los fieles a que «vayan sin miedo para servir», pues siguiendo estas tres ideas «experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe alegría. Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del Evangelio». Difundirlo significa «llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo». «¡Jesucristo cuenta con vosotros! ¡La Iglesia cuenta con vosotros! ¡El Papa cuenta con vosotros!», dijo Francisco mientras era jaleado por los asistentes. Antes de la Eucaristía, el Papa recorrió el paseo marítimo dándose un baño de multitudes. Saludó y bendijo sin parar mientras una muchedumbre seguía sus pasos, corriendo próximos al utilitario.