JMJ de Río

La verdadera revolución comienza en ti

La Razón
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Nada cambia si tú no cambias. Tú y yo podemos hacer cosas grandes, diferentes, imprevisibles. El mundo no es una fatalidad sin rumbo, sin proyecto, sin dueño... El mundo no es –como dicen los argentinos– un cambalache. El mundo tiene una promesa y una esperanza. Basta con que esa chispa prenda en ti y en mí para que se prepare un incendio indescriptible. Basta con que la semilla caiga en tierra buena para que en ese campo que es la vida nazca lo nuevo.

Lo importante no es ni el lugar ni la circunstancia. Lo importante no es si celebramos la vigilia en Guaratiba o en la playa de Copacabana, si adoras en aquel monte –como decía Jesús a la samaritana– o en Jerusalén. Lo importante es hacerlo en Espíritu y en Verdad. Lo importante somos tú y yo. Toda la clave del cambio está en acercarse a ese fuego amigo que es Jesucristo y dejar que sea él quien encienda en ti y en mí ese nuevo futuro. La revolución y el cambio, para que sean verdaderos, han de comenzar en ti y en mí.

Nos lo ha recordado Francisco en la vibrante vigilia de oración joven: «¡Dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, que germine y crezca!». Como el buen sembrador, el Papa ha hablado una vez más a su joven Iglesia con ese estilo sencillo que invita y enamora. Él sabe que el joven aspira y apunta a lo alto. Sólo las grandes metas son capaces de provocar esa seducción. Y a los jóvenes les ha hablado con una claridad meridiana: podemos seguir como estamos, o podemos aceptar el desafío de jugar «en su equipo» para transformar el mundo y posibilitar ese nuevo futuro con el que se sueña.

Francisco ha dejado la pelota en el tejado de los jóvenes, invitándolos a tomar la responsabilidad de construir juntos ese nuevo futuro desde una clave diferente. Es vuestro turno. Ser o no ser; ser buena tierra o cristianos a tiempo parcial; cristianos almidonados y de fachada, o ser auténticos. No busquéis otros protagonistas. El mundo está en vuestras manos. Dios cuenta con vosotros para realizar sus promesas. Podéis pasar de largo o decir, como María: «Hágase en mí según tu Palabra». En el mundo y en la Iglesia, las piedras vivas sobre las que se construye somos nosotros: tú y yo.