Salud mental
La contaminación dispara la depresión entre los jóvenes
Un estudio pionero relaciona, por primera vez, los niveles de ozono con el desarrollo de síntomas depresivos en adolescentes
La pandemia de la Covid-19 ha dejado un damnificado invisible y difícil de salvar en apenas unos meses. Se trata de los problemas de salud mental, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud ha estimado que «la ansiedad y la depresión han aumentado un 25 por ciento en estos últimos meses, sobre todo en los más jóvenes, que corren un riesgo desproporcionado de comportamientos suicidas y autolesivos».
Y si la pandemia resulta un factor determinante que juega en contra de la salud mental de los menores de edad, existe otra variante que tampoco ayuda. Se trata de la contaminación, ya que la exposición al ozono procedente de la contaminación atmosférica se ha relacionado con un aumento de los síntomas depresivos de los adolescentes a lo largo del tiempo, incluso en los barrios que cumplen las normas de calidad del aire, según una nueva investigación publicada hoy por la Asociación Americana de Psicología en la revista «Developmental Psychology».
En concreto, los niveles más altos de ozono se han relacionado con diversas dolencias físicas, como el asma, los virus respiratorios y la muerte prematura por causas respiratorias. Ahora, este nuevo estudio es el primero que relaciona los niveles de ozono con el desarrollo de síntomas de depresión en adolescentes a lo largo del tiempo. Y estos síntomas pueden incluir desde sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza hasta dificultades de concentración, trastornos del sueño y pensamientos suicidas. «Creo que nuestros hallazgos realmente hablan de la importancia de considerar el impacto de la contaminación del aire en la salud mental, además de la salud física», afirma la investigadora principal, Erika Manczak, profesora asistente de Psicología en la Universidad de Denver, en Estados Unidos.
Detalles del estudio
Los investigadores analizaron los datos de un estudio anterior sobre el estrés en los primeros años de vida con 213 participantes adolescentes (de entre 9 y 13 años) de la zona de la bahía de San Francisco. Los investigadores compararon los datos sobre la salud mental de los adolescentes durante un periodo de cuatro años con los tramos censales de sus domicilios y los datos sobre la calidad del aire de esos tramos procedentes de la Agencia de Protección Ambiental de California.
Los adolescentes que vivían en zonas con niveles de ozono relativamente altos mostraron un aumento significativo de los síntomas depresivos a lo largo del tiempo, a pesar de que los niveles de ozono en sus barrios no superaban las normas de calidad del aire estatales o nacionales. Los resultados no se vieron afectados por el sexo, la edad, la raza, los ingresos del hogar, la educación de los padres o las características socioeconómicas de sus barrios. «Fue sorprendente que el nivel medio de ozono fuera bastante bajo incluso en las comunidades con una exposición al ozono relativamente más alta. Esto realmente subraya el hecho de que incluso los niveles bajos de exposición al ozono tienen efectos potencialmente dañinos», advierten los investigadores.
El ozono y otros componentes de la contaminación atmosférica pueden contribuir a elevar los niveles de inflamación en el organismo, lo que se ha relacionado con la aparición y el desarrollo de la depresión. Los adolescentes pueden ser especialmente sensibles a estos efectos porque pasan más tiempo al aire libre.
El estudio incluyó una muestra relativamente pequeña de una zona de Estados Unidos. Los resultados son correlativos, por lo que no se puede demostrar que los niveles de ozono hayan provocado un aumento de los síntomas depresivos, sino sólo que existe una relación entre ellos. También es posible que otros componentes de la contaminación atmosférica, además del ozono, sean un factor, precisan los investigadores. «Dado que la contaminación atmosférica afecta de forma desproporcionada a las comunidades marginadas, los niveles de ozono podrían estar contribuyendo a las disparidades sanitarias», matiza Manczak.
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