Crisis energética

Los expertos alertan: «Si con el calor se ha disparado la mortalidad, con el frío será mucho peor»

Los médicos advierten de las consecuencias que tiene para la salud la falta de recursos económicos: desnutrición, obesidad, depresión, infecciones, falta de adherencia terapéutica...

La pobreza energética está ligada con el agravamiento de patologías crónicas
La pobreza energética está ligada con el agravamiento de patologías crónicasSandra R. PovedaSandra R. Poveda

España lidera el macabro ranking del exceso de mortalidad en la Unión Europea y lo hace con amplia ventaja, después de registrar en agosto cerca de 5.000 fallecidos, según las estadísticas del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo). La pandemia ya no es la única culpable a la que se le puede achacar todo y, lo que es peor, los expertos auguran que esto va a ir a más, pues coinciden en que la crisis energética y la escalada de precios pasan factura a la salud.

«Nuestras previsiones son muy negativas. Si con el calor ha aumentado tanto la mortalidad, sabemos que las consecuencias del frío pueden ser mucho peor, ya que agravan numerosas patologías y elevan el peligro de fragilidad. En los hospitales vemos cada año cómo el invierno empeora la salud de los pacientes crónicos, pero también de las personas sanas, por lo que este año, con la grave crisis energética que se espera y la falta de recursos económicos de las familias, esperamos que aumenten los problemas de salud y que haya un nivel de mortalidad muy elevado. Si el dato del verano nos ha escandalizado, creo que lo peor está por llegar», advierte Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). «No se trata de meter miedo –añade–, pero nuestro deber es dar la voz de alarma para que se tomen medidas cuanto antes, pues los meses de frío son los más peligrosos para la salud. Es ahora cuando deberían reaccionar las autoridades o llegaremos tarde».

La tormenta perfecta

La llamada de atención de Armenteros no es aislada, pues todo apunta a que estamos ante una tormenta perfecta que amenaza con desestabilizar la salud de los españoles y, con ello, desbordar el sistema sanitario, muy tocado tras la covid. «El 35% de la población infantil de nuestro país tiene problemas para llevar una alimentación básica adecuada, cifra que puede llegar hasta el 45% en algunas comunidades, y que esperamos que se incremente por encima del 50% dadas las previsiones de costes que se están planteando. En este contexto, incluir frutas, verduras o pescados en la dieta será un privilegio que se sustituirá por pasta, arroz, productos más baratos pero elaborados con grasas saturadas... con lo que eso implica para las tasas de obesidad, sin pasar por alto la malnutrición», augura Juan Gil Arrones, secretario general de la Sociedad Española de Pediatría Social (SEPS), quien lamenta que «un país que no basa su desarrollo en la infancia, a medio y largo plazo tiene un futuro muy pobre. Necesitamos una juventud sana, por eso hay que volcarse ahora en las familias que tienen hijos o lo pagaremos caro como sociedad».

«Ya se nota en las consultas»

Las previsiones más negras ya empiezan a tomar forma. Aunque en España no hay cifras oficiales que atestigüen el impacto sanitario del incremento de costes energéticos y del aumento de la inflación, los hospitales ya dan buena cuenta de ello: «Nos estamos encontrando en las consultas a pacientes con enfermedades respiratorias que nos llegan con una descompensación de su patología y un agravamiento porque confiesan que no pueden cumplir con el tratamiento adecuado por falta de recursos económicos», reconoce Eusebi Chiner, jefe del Neumología del Hospital San Juan de Alicante y director de SeparPacientes. Tal y como detalla el neumólogo, «en España hay un millón de personas que usan terapias respiratorias domiciliarias y muchos ya nos cuentan que han reducido las horas que dedican a su tratamiento, poniendo en riesgo su salud. El incremento de costes energéticos puede disparar la factura de la luz de estos pacientes hasta 200 euros al mes y esto implica que se dejan de cumplir los tratamientos y que se agravan las patologías, aumentando sus complicaciones y el riesgo de muerte».

Pero no solo los pacientes con enfermedades respiratorias están en la cuerda floja, ya que también impacta, y mucho, en las personas con enfermedad renal que optan por diálisis domiciliaria. «Hay evidencia científica de que estos tratamientos en casa mejoran los resultados y la calidad de vida del paciente, pero ya vemos afectados que reducen las horas que se conectan a los aparatos, con el riesgo vital que eso les implica, o incluso otros que prefieren desestimar esta modalidad y acudir al hospital, ya que implica un incremento en sus facturas de entre 30 y 60 euros al mes. Algunas comunidades sí tienen en cuenta estos gastos, pero no todas», lamenta Dolores Arenas, nefróloga y directora asistencial de la Fundación Renal Íñigo Álvarez de Toledo, entidad que ha concedido ayudas en esta línea.

Los enfermos crónicos son, por tanto, los más vulnerables, pero no los únicos, pues «los últimos datos del CIS del Barómetro Sanitario de 2022 publicados en junio apuntan a que el 3,3% de los encuestados había dejado de tomar su medicamento porque no se lo podía permitir. Esto tiene una enorme importancia, ya que la falta de adherencia a los tratamientos puede afectar a la calidad de vida del paciente a corto y largo plazo, empeorando su patología y dando lugar a que puedan aparecer nuevas enfermedades, lo que supone un impacto en esas personas y en el sistema», reconoce Carina Escobar, presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), quien lamenta que «no es aceptable que los pacientes crónicos que se cuidan en casa empeoren su salud. Pedimos a las comunidades autónomas que sean más coherentes».

Existen organizaciones internacionales que ya ponen negro sobre blanco lo que está por venir a nivel sanitario. «Sabemos que una crisis económica, con un incremento de costes a los niveles de los que hablamos, tendrá un impacto en la salud de los ciudadanos. Se ha profundizado en este hecho en el informe de 2022 del Institute of Health Equity de Inglaterra. En él se arrojan datos como el exceso de mortalidad en su país en el invierno anterior con una cifra escalofriante: 63.000 muertes. De ellas, un 21,5% se pone en relación directa con viviendas frías, mal aclimatadas», asegura Iria Miguéns, portavoz de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes) y coordinadora del Grupo MUEjeres de Semes, quien asegura que «la repercusión en la salud de los españoles también será inevitable derivada del frío y sus consecuencias, de la mala alimentación, de una mala calidad de vida...».

Más enfermos

En este contexto «se pueden mezclar dos claros condicionantes: el hecho de vivir en una casa fría, o en un clima más frío, con humedad, polvo… condicionaría agudizaciones de diferentes patologías respiratorias, (la humedad y el frío condicionan la aparición del 10 al 15% de nuevos casos en la infancia de patología asmática). Por su parte, en el paciente adulto con EPOC, se sabe que el curso de su enfermedad mejora cuando se encuentran a temperaturas de 21º. La agudización de determinadas patologías incrementaría la necesidad, dependencia y uso de instrumentos de electromedicina que dependen de la red eléctrica, por lo que aumentado su uso, se incrementa su gasto. En el paciente adulto también se manifestarán mayor incremento de infecciones respiratorias, como en los niños, favoreciéndose una mayor circulación de virus, incluyendo el SARS-CoV-2, en un contexto de posible hacinamiento, ya de por sí esperable en invierno», argumenta Miguéns.

En este escenario, Armenteros recuerda que «el frío reduce nuestra capacidad defensiva y empeora el sistema inmune, lo que nos expone a más virus y bacterias. Además, el encarecimiento de la alimentación implica malnutrición y riesgo de desestabilización de los trastornos metabólicos, como la diabetes, la hipertensión o las patologías circulatorias».

A esas consecuencias físicas se añade, además, el impacto psicológico, ya que «la exposición mantenida al frío puede ocasionar problemas de salud mental», advierte Miguéns, una afirmación en la que coinciden todos los expertos, ya que «el estrés y la ansiedad debilitan la salud, por lo que hay que tomar medidas de protección ya».

Más peligro de incendios e intoxicaciones

No llegar a fin de mes con cierta holgura implica apagar la calefacción y dejar paso a otras modalidades de calentamiento menos seguras, como el uso de hornillos, estufas antiguas o incluso braseros improvisados de leña. De hecho, los servicios de emergencias ya estiman que las intoxicaciones por monóxido de carbono y los incendios en el hogar se incrementarán este otoño-invierno en nuestro país. «Nuestro deber ahora es hacer un mayor seguimiento y vigilancia de los pacientes más frágiles que viven solos, aunque debamos redoblar los esfuerzos que ya de por sí son insuficientes», asegura Armenteros.