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Opinión

Buena suerte, ministra

Mario Mingo es médico y político

En Resumen
Miñones entrega su cartera ministerial a Mónica García Mateo LanzuelaEUROPAPRESS

La anestesista Mónica García tomó posesión como ministra de Sanidad el pasado día 21 de noviembre. Es la sexta persona designada por Pedro Sánchez para desempeñar tal función desde 2018 –otra muestra de los «cambios de opinión» del presidente…– y la tercera que ostenta el cargo en lo que va de año.

Más allá de ser reconocida por polémicas como sus disparos simulados en la Asamblea de Madrid, entre otras muchas, y de tener el rechazo frontal a la colaboración público-privada como seña de identidad, García no acredita experiencia alguna de gestión sanitaria.

Siendo ya ministra, ha prometido «alma, corazón y cerebro» para trabajar «sin perder un minuto» y «con espíritu de acuerdo» en la consecución de «grandes pactos urgentes» para un Sistema Nacional de Salud (SNS) «tocado» por «largas listas de espera, profesionales desbordados y una atención primaria seriamente debilitada».

Además, y en contra de lo que afirma Sánchez, para quien «España está más fuerte [ahora] que hace cinco años», García reconoce que el SNS se encuentra «en sus horas más bajas tras la pandemia» de Covid-19.

Así pues, sus primeras intenciones parecen correctas y su diagnóstico, acertado. Ahora sólo falta que deje a un lado su activismo de «marea blanca» de los últimos años y haga tangibles las numerosas reformas que el SNS precisa con inminencia para así funcionar adecuadamente y perdurar.

Lo reconozco, mi confianza en que así sea es más bien inexistente. Aun así, le deseo todos los aciertos y la mejor de las suertes, señora ministra, porque el desafío que tiene ante sí es mayúsculo y porque su dicha será la de toda la Sanidad.

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