Opinión

El precio de la cesta de la compra y los hábitos alimentarios

La carestía económica no solo causa una disminución en la adquisición de carne y pescado, sino también en el consumo de frutas y verduras

Varios informes alertan del precio disparado de los alimentos
Varios informes alertan del precio disparado de los alimentosEPLA RAZÓN

El precio de la cesta de la compra supone un calvario para la población española. Y no es una opinión, lo indican varios informes, entre ellos el de Cáritas publicado en el año 2023 que desgrana minuciosamente cómo afectan las variaciones de los precios a la calidad de vida de la población. Este documento hace mención a factores como la tasa de paro, la inflación, el precio de la luz y el gas o el coste de la vivienda.

No obstante, los alimentos ya suponen un cajón de sastre lo suficientemente grande como para ser analizados por separado. De hecho, su importancia es tal que en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se reconoce el derecho a un nivel adecuado de vida, y está consagrado en el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 (ONU).

Pero la realidad dista bastante de la teoría, porque continúa existiendo una gran parte de la población que vive en situación de inseguridad alimentaria, es decir, no tiene a su alcance una cantidad suficiente de alimentos nutritivos e inocuos, incluso en algunos países del primer mundo.

Los alimentos comprenden el grupo de los famosos bienes inelásticos. Es decir, forman parte de ese conjunto de productos cuya demanda no se verá alterada aunque se produzca una variación en el precio o, dicho vulgarmente, aquellas materias que son necesarias para la vida cotidiana y no se pueden sustituir.

Así, los consumidores se ven atrapados en la vorágine alcista de precios, seguramente también sustentada por el aumento de los costes de producción, pero sin tener margen de respuesta. Ello los lleva a realizar modificaciones en sus hábitos de vida optando muchas veces por productos con una ratio precio/energía más accesible para sus posibles económicos.

El incremento del coste de la cesta de la compra tiene varios efectos sobre los consumidores, principalmente una reducción del consumo de los alimentos de mayor precio, que suelen ser los proteicos.

El citado informe recoge el aumento del porcentaje de población que no puede permitirse al menos una ración de carne o pescado cada dos días, que ha pasado del 2,3% en el ya lejano 2004 a un 5,4% en 2022. La disminución en el consumo de carne y pescado se suele traducir en un menor aporte proteico, fundamental para el mantenimiento de la masa muscular y el desarrollo de las personas en edad infanto-juvenil, sin olvidar la prevención del deterioro en personas mayores.

Además, las variaciones de precio también se están produciendo en alimentos fundamentales en la dieta mediterránea como los aceites y las grasas aumentaron, que han subido un 64% entre 2021 y 2023, las legumbres y hortalizas frescas un 36%, las frutas frescas un 27% y las patatas y sus preparados un 43%, según el mismo informe. La carestía económica también está redundando en una disminución del consumo de productos frescos como las frutas y verduras y en un aumento del consumo de tentempiés y snacks, sobre todo en sustitución de productos más costosos económicamente.

Para paliar los efectos de esta subida de precios, el consumidor debe acostumbrarse a comparar de forma detenida productos y vendedores, adquirir alimentos de temporada, aprovechar packs y ofertas de mayor tamaño y aprovechar campañas y promociones.

Pero también se han de desarrollar estrategias políticas y socioeconómicas efectivas. Un ejemplo es la bonificación al IVA de los productos frescos, que se llevó a cabo en el pasado y que podría constituir un efecto mitigador. También sería útil potenciar o bonificar el consumo de algunos productos de proximidad tanto desde el punto de vista económico como social; o la reducción de los desperdicios alimentarios, un objetivo para marcarse en el corto-medio plazo y en el que deberían involucrarse los consumidores y todos los agentes de la cadena productiva.

No existe la posibilidad de realizar abordajes nutricionales si no está garantizada la seguridad alimentaria en toda la población, por ello es fundamental responder de forma correcta a los desafíos que se manifiestan en la actualidad.

Las políticas orientadas al consumo de productos saludables son necesarias en un escenario con precios alcistas y en el que la población está viendo disminuida su capacidad de decisión con respecto al gasto energético.

Una población bien alimentada siempre va a ser una población más sana y eso redundará en múltiples beneficios para la sociedad, empezando por la salud de las personas y acabando por un menor gasto sanitario y social.