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Tengo 78 años y mi mente sigue despierta: esta es mi regla de oro para mantener un cerebro fuerte y sano
A su edad, Howard J. Bennett sigue escribiendo libros, dando conferencias y aprendiendo cada día. Su receta no tiene nada que ver con suplementos o rutinas estrictas: la clave, dice, está en la curiosidad

A los 78 años, Howard J. Bennett no sólo conserva una mente ágil, la cultiva con intención. Autor de más de 175 libros, exprofesor y consultor educativo en más de un centenar de escuelas, continúa escribiendo sobre psicología y ofreciendo charlas desde su jubilación. ¿Su secreto? “Soy radicalmente curioso”, asegura.
Lejos de fórmulas milagrosas o tendencias pasajeras, Bennett defiende una estrategia sencilla y poderosa: ejercitar la mente a través de la curiosidad constante. Y la ciencia respalda su método. Diversos estudios, como los publicados por el Journal of Neuroscience, han demostrado que cuando sentimos curiosidad se activan regiones del cerebro asociadas con la recompensa y el aprendizaje, lo que favorece una mejor retención de información y promueve la plasticidad cerebral, incluso en edades avanzadas.
La regla de oro para mantener un cerebro fuerte y sano
“La curiosidad no es sólo una emoción, es una herramienta de salud cognitiva”, explica Bennett. Él mismo ha convertido esta actitud en un hábito cotidiano. No importa cuántos libros haya escrito o cuántas conferencias haya impartido: todos los días se enfrenta con entusiasmo al hecho de no saber. “Aceptar mi ignorancia ha sido liberador. El conocimiento no es estático. Lo importante no es lo que sabes, sino lo que estás dispuesto a explorar”, afirma.
Por eso, una de sus prácticas clave consiste en elegir cada semana un tema que desconoce por completo. Puede ser algo tan específico como la historia del origami japonés o el comportamiento migratorio de los caracoles marinos. “Dedico diez minutos a aprender, sólo por el placer de hacerlo. Luego anoto tres cosas que me sorprendan”.
Bennett también insiste en un tipo de pensamiento poco estimulado en la educación tradicional: el pensamiento divergente. “Nos han entrenado para buscar la respuesta correcta, pero no para encontrar múltiples caminos posibles”, explica.
Por eso, plantea regularmente preguntas sin una sola solución, como: "¿Qué pasaría si pudieras vivir en cualquier época histórica?" o "¿Qué invento cambiaría por completo la vida moderna si lo rediseñaras hoy?". Este tipo de preguntas estimulan la imaginación y también refuerzan la capacidad de análisis, asociación y pensamiento lateral.
Investigadores de la Universidad de Harvard coinciden en que el pensamiento divergente estimula la corteza prefrontal, clave en funciones como la planificación, la toma de decisiones y la flexibilidad cognitiva.
Otro de los hábitos que Bennett cultiva intencionadamente es el asombro. “Cuando experimentas algo que te deja sin palabras, tu cerebro se despierta de una forma muy particular. Es como si se reiniciara”, dice.
No se refiere a escalar el Everest ni a viajar al Amazonas. “A veces basta con visitar un rincón del barrio al que nunca habías ido o sentarte a escuchar a alguien con una historia fascinante que contar”. Esa sensación de maravilla puede aumentar la satisfacción vital y, según el Greater Good Science Center de la Universidad de California, incluso reducir los niveles de inflamación relacionados con el envejecimiento.
Bennett también es un lector insaciable… pero no limitado a su área de experiencia. Su biblioteca personal incluye títulos sobre cultivo de tomates, navegación fluvial, física cuántica, filosofía oriental y hasta cocina medieval. “La lectura fuera de nuestra zona de confort nos obliga a pensar desde perspectivas nuevas. Cada libro es un mapa distinto que entrena nuestro cerebro para orientarse en terrenos desconocidos”, afirma.
A menudo puede que nos obsesionemos de más con la productividad, el rendimiento y el envejecimiento saludable. Ante ello, la lección de Howard J. Bennett es sorprendentemente simple: mantener el cerebro fuerte no depende tanto de hacer más, sino de seguir preguntándose por qué y para qué.
“La mente envejece cuando deja de buscar. Mientras tengas una pregunta sin respuesta, tu cerebro sigue vivo”, concluye.
A sus 78 años, y con cientos de libros a sus espaldas, Bennett no se define por lo que ya ha hecho, sino por lo que aún quiere descubrir. Y en eso, quizás, esté el verdadero secreto de una mente eterna
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