Salud
Viaje al interior de la fábrica de vacunas más grande del mundo
6.000 científicos y técnicos trabajan 24 horas al día, siete días a la semana, investigando y produciendo una veintena de vacunas
Las vacunas son uno de los logros más relevantes de la historia de la medicina, junto a los antibióticos, la potabilización del agua y el alcantarillado. Estos avances, a los que deben sumarse las mejoras en la prevención, en la nutrición y en los nuevos tratamientos, han permitido que la esperanza de vida supere los 80 años en España y países de su entorno. Esta semana, además, las vacunas han vuelto a acaparar titulares por la concesión del Premio Nobel de Medicina a Katalin Karikó y Drew Weissman, padres de la vacuna contra el SARS-CoV-2 causante de la Covid-19.
En la pequeña ciudad de Wavre, en el corazón de Europa, a 20 kilómetros al sur de Bruselas, se encuentra la mayor fábrica de vacunas del mundo. Es propiedad del laboratorio británico GSK y sus 70 hectáreas están ocupadas por diferentes pabellones, similares a los de las ferias de muestras. La actividad no para jamás, con 6.000 científicos y técnicos que trabajan 24 horas al día, siete días a la semana, investigando y produciendo una veintena de vacunas diferentes que se envían a 160 países de todo el mundo.
La seguridad de las inmunizaciones es un aspecto clave y, para evitar cualquier tipo de contaminación externa, todos los trabajadores y visitantes que entran en cualquiera de las líneas de fabricación y producción tienen que seguir un complejo protocolo, cambiando su ropa por varias capas de tejidos asépticos, gorro, gafas y cubrebarba. Al ser los zapatos otra posible fuente de gérmenes, deben sustituirse por calzado higienizado. El proceso, que dura una media hora, está totalmente protocolizado por colores y capas de ropa, en función de la tarea que se desempeñe.
«Para garantizar la seguridad de las líneas de producción, las inspecciones son constantes: se producen entre 20 y 25 al año, a cargo de la autoridad estadounidense de medicamentos (FDA), la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), las autoridades sanitarias belgas y las propias auditorías internas encargadas de garantizar la calidad de las vacunas. Una vez que cada lote de inmunizaciones está listo, recibe además más de 100 comprobaciones de calidad», detalla Ann Dekoninck, responsable de Operaciones Primarias en Bélgica de GSK.
Phil Dormitzer es, desde diciembre de 2021, vicepresidente senior y responsable de investigación y desarrollo de vacunas de GSK. Anteriormente fue responsable de vacunas virales y de RNA de Pfizer, donde lideró los programas que permitieron el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus. «Llevo trabajando en este campo desde 1986, cuando estaba en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford. Entonces estaba centrado en la vacuna del rotavirus», recuerda.
Impulso de la biotecnología
En su opinión, en estas cuatro décadas, el cambio ha sido muy relevante, con «una revolución en las ciencias de la vida impulsada por los datos y con nuevas tecnologías». La biotecnología ha impulsado, además, el desarrollo de nuevas plataformas tecnológicas que permiten desarrollar la vacuna adecuada para cada patógeno. En la actualidad, GSK investiga 21 nuevas inmunizaciones con diferentes abordajes, como el ARN mensajero, el diseño de antígenos, el sistema MAPS de presentación múltiple de antígenos, los módulos generalizados para la membrana de antígeno o los adyuvantes. «En la actualidad, es una de las áreas más fascinantes para investigar», añade.
«Los adyuvantes son las sustancias que aumentan y modulan la respuesta inmune a los antígenos de la vacuna. Por su parte, los antígenos son estructuras moleculares situadas en la superficie de los virus y que son reconocidos por el sistema inmune. Las vacunas adyuvadas suponen una gran evolución tecnológica al lograr una respuesta inmune aumentada, con una persistencia de la protección alta, más amplia y a largo plazo. Esta tecnología está transformando las vacunas», describe Dormitzer.
Los cambios en las vacunas han sido «muy notorios», reitera. Por ejemplo, hasta hace relativamente pocos años, se tomaba un virus, se le hacía proliferar –para lo que se utilizaban huevos de gallina–, se le inactivaba y se purificaba el antígeno del virus. Hoy, ya no son precisos los huevos y se utiliza tecnología recombinante de síntesis, buscando estructuras moleculares de alta resolución.
«Otro ejemplo de estos avances es la vacuna contra el virus respiratorio sincitial (VRS): tomamos una resolución a nivel atómico del antígeno clave, la proteína F, para comprenderlo desde el punto de vista molecular», detalla.
La tecnología está permitiendo también el desarrollo de nuevas vacunas, todavía en investigación, contra enfermedades transmisibles –como la gonorrea, la bacteria Clostidrium difficile o el virus del herpes simple– y no transmisibles, como determinados tipos de cáncer y algunas enfermedades raras y del sistema inmune.
La incorporación del análisis de billones de datos (Big Data) y de la Inteligencia Artificial también están contribuyendo al desarrollo y mejora de nuevas vacunas. Como indica Dormitzer, «de la misma manera que ahora sabemos con mucha precisión cómo va a cambiar el tiempo atmosférico, vamos a poder saber con más antelación cómo cambian virus tan variables como el de la gripe», lo que permitirá elegir con precisión la cepa que será predominante el próximo año y diseñar una vacuna mucho más efectiva contra ella.
La tecnología de minería de datos también va a ser fundamental, desde su punto de vista, en la investigación básica. «Cuando se diseña una vacuna, se escriben miles y miles de páginas de tablas con cifras y texto y es preciso contar con científicos que las interpreten. Y creo que la Inteligencia Artificial va a poder hacer alguna de estas tareas rutinarias, procesando esta gran cantidad de información y ofreciéndola de una manera que sea manejable», vaticina.
Vacunas para mejorar la vejez
Otro aspecto que está cambiando el panorama en el campo de las vacunas es la comprensión de cómo cambia el sistema inmune a lo largo de la vida: cuando nacemos, es inmaduro y se desarrolla en la infancia y a lo largo de la vida. «Pero, según envejecemos, nuestro sistema inmune envejece», resume Yan Sergerie, vicepresidente del Portfolio Médico Global de GSK.
Las vacunas se llevan usando desde hace muchas décadas para estimular y fortalecer el sistema inmune de los niños, previniendo muchas enfermedades. Ahora, como explica Sergerie, «hemos entendido que la inmunización en adultos es muy importante, porque las vacunas pueden prevenir tanto enfermedades infecciosas como mejorar la calidad de vida de los ancianos, promoviendo un envejecimiento saludable, ayudando a evitar complicaciones secundarias y reduciendo la carga a los sistemas sanitarios. De este modo, para reducir el riesgo de mortalidad, se recomiendan las vacunas contra el neumococo, el tétanos, la difteria, la hepatitis A, B y la gripe y el virus respiratorio sincitial. Y, para mejorar la calidad de vida, se recomiendan las inmunizaciones contra la tosferina y el herpes zóster».
«También estamos investigando cómo reducir la respuesta a la vacunación en ancianos, para lo que son precisas nuevas estrategias, como nuevas formulaciones de vacunas con contenido más elevado en antígenos, formulaciones con adyuvantes y vías de administración alternativas, como la intradérmica», concluye Sergerie.
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