Dosis de refuerzo

¿Vacuna todos los años?

Los últimos avances sugieren que, una vez inmunizados contra la covid, el riesgo de volver a pasar la enfermedad es minúsculo, ya que el cuerpo seguiría generando anticuerpos varios meses después

Las autoridades sanitarias han comenzado a tomar medidas de desescalada basadas en la posesión o no de inmunidad
Las autoridades sanitarias han comenzado a tomar medidas de desescalada basadas en la posesión o no de inmunidadLR.

Ser inmune a una infección futura por SARS-CoV-2 puede ser hoy en día algo parecido a haber encontrado un tesoro. Se avecinan tiempos de pasaportes sanitarios, cartas verdes y códigos QR que dividirán al mundo entre quienes «sí» (son inmunes, se han vacunado, pueden pasar, pueden viajar, pueden ir sin mascarilla…) y los que «no». Y no deja de ser sorprendente que las autoridades sanitarias hayan comenzado a tomar medidas de desescalada basadas en la posesión o no de inmunidad frente al coronavirus cuando la ciencia aún desconoce tanto (lo desconoce casi todo) sobre ella.

Algunos avances considerables han comenzado a producirse esta semana mismo.

El último de ellos ha sido el informe publicado por la Health Information and Quality Authority (HIQA) en Irlanda. Este organismo independiente que asesora al Gobierno en temas de salud acaba de anunciar los resultados de un estudio propio en el que se asegura que la inmunidad frente a la Covid-19 puede extenderse durante un periodo de entre seis y nueves meses tras la infección.

Según el informe, «el número de personas menores de 50 años que pueden requerir solo una dosis de vacuna podría ser mayor del que se pensaba hasta ahora. Aumentar el periodo de inmunidad presunta hasta los nueve meses podría tener importantes implicaciones para el control de la enfermedad». El texto se refiere, precisamente, a la concesión de un «pasaporte verde» a aquellas personas que se encuentren dentro de ese periodo.

¿En qué se basa la autoridad irlandesa para llegar a tal conclusión? Los expertos de la HIQA han revisado 19 estudios internacionales sobre posibles reinfecciones que implicaron a 640.000 personas contagiadas. En función del escaso grado de contagios secundarios detectado, los autores han recomendado que «cualquier persona que haya pasado la enfermedad en los últimos nueve meses debería obtener el pasaporte de inmunidad y no requeriría someterse a tests constantes de control».

Si se aplicara esta medida, las consecuencias para la movilidad y la actividad laboral serán obvias. Teniendo en cuenta el número global de contagios producido en lo que va de 2021, millones de personas podrían entrar en esa categoría de inmunes.

La declaración irlandesa llega pocos días después de que la revista Nature publicara una investigación muy relevante sobre la duración de la inmunidad humana contra el coronavirus actual. Un equipo de científicos liderados por el inmunólogo de la Universidad de Washington Ali Ellebedy ha asegurado encontrar células productoras de anticuerpos en la médula ósea de pacientes que se han recuperado de la enfermedad. El trabajo se basa en el análisis de la sangre de 77 personas (no es un universo demasiado grande como para obtener conclusiones definitivas). Muchas de ellas han desarrollado una inmunidad duradera después de sufrir episodios moderados de Covid-19.

Sabemos que los anticuerpos juegan un papel central en la construcción de la inmunidad, aunque no son las únicas herramientas que el organismo utiliza para protegerse. Este estudio ha demostrado que, aunque se aprecia un descenso evidente de la producción de estas proteínas poco tiempo después de la infección, un buen número de pacientes sigue manteniendo en la médula ósea las llamadas células plasmáticas productoras de anticuerpos al menos 11 meses después de contagiarse.

Estas células, además, son específicas para unirse a la proteína S del virus (la diana sobre la que actúan la mayoría de las vacunas). En las personas que han pasado la enfermedad de manera leve, las células plasmáticas especializadas en la proteína S permanecen de manera quiescente en la médula un tiempo de casi un año y su comportamiento es similar al de otras células parecidas que, en otras infecciones como la viruela, pueden durar toda la vida.

Un tercer estudio recientemente publicado en la plataforma BioRxiv (un servidor de internet donde se hacen públicos trabajos antes de ser publicados por una revista oficial), apunta a que otro tipo de células del sistema inmunitario: las células B de memoria o linfocitos B tienen actividad 12 meses después del primer contacto con el virus.

El desarrollo de estas células un año después es un claro indicador de que el organismo mantiene cierta memoria inmunitaria y es capaz de recordar incluso el modo de protegerse del virus a largo plazo.

Estos tres trabajos han llegado en el momento en el que la comunidad científica y los responsables sanitarios tienen que empezar a plantearse la estrategia a seguir en las siguientes fases post-pandémicas. ¿Será necesario vacunar a toda la población de manera recurrente cada cierto tiempo? ¿Una sola vacunación masiva será suficiente para controlar el riesgo de aparición de nuevos rebrotes?

La primera conclusión, aunque todavía muy preliminar, de estos trabajos parece inclinar la balanza del lado de la vacunación única. Si los datos se confirman, resulta muy probable que el organismo retenga memoria suficiente del virus SARS-CoV-2 como para volver a generar respuesta de defensa mucho tiempo después.

En el estudio de BioRxiv se sugiere que la memoria más persistente se obtiene en personas que han pasado la enfermedad de manera leve y luego han sido vacunadas. Teniendo en cuenta el número de infectados (incluso asintomáticos) puede que estemos hablando de centenares de millones de ciudadanos en todo el planeta. ¿Suficiente para olvidarnos de la vacuna para siempre en el futuro?

La respuesta está aún en el aire. Pfizer y Moderna han anunciado que es posible que sea necesario emplear dosis de refuerzo (al menos una tercera dosis después de doble pauta establecida con estas marcas) un año después de la vacunación. Pero la decisión final estará en manos de las autoridades sanitarias más que en las de las empresas.

Por desgracia, aún queda mucha investigación pendiente en cuanto a la inmunidad adquirida tras el contacto con este virus. Y el modo en el que la vacunación masiva afectará a la transmisibilidad del agente infeccioso sigue siendo un misterio. Al menos las últimas investigaciones parecen indicar que el SARS-CoV-2 puede ser un microorganismo que activa suficientemente la memoria inmunitaria.

El principal problema reside en los pacientes más graves. La reacción inmune exagerada que en ellos provoca la enfermedad puede tener efectos negativos en el mantenimiento de la memoria celular. Quizás en esos casos, la vacunación recurrente sea más necesaria. La respuesta a las preguntas no llegará hasta que pase suficiente tiempo desde el final de las campañas de vacunación.