Pandemia silenciosa

¿Qué ha pasado en la mente de los niños y adolescentes?

La pandemia ha calado hondo en la salud emocional de los menores y adultos jóvenes. Los expertos constatan un aumento de los ingresos por trastornos de ansiedad, depresión e ideaciones suicidas

Salud mental en adolescentes y niños
Salud mental en adolescentes y niñosTania Nieto

La palabra adolescente contiene en sí misma la clave de su significado. Se dice de aquel que “adolece” de recursos psicológicos para enfrentarse a la vida. La transición entre la niñez y la madurez es un periodo complicado, revuelto y, en ocasiones, lleno de sufrimiento. Como adultos, a veces soñamos con regresar a él porque creemos que en la juventud está la clave de la felicidad, pero nada más lejos de la realidad. Entre los 12 y los 18 años las vivencias se intensifican, para lo bueno y para lo malo. Y una pandemia, sin duda, es algo malo.

Al principio la sociedad ni se fijó en ellos, no eran un colectivo de riesgo para padecer la infección y, en un contexto en el que los muertos diarios se contaban por miles, la salud mental era un mal menor. Es ahora, cuando la vacunación ha conseguido que vayamos ganando terreno al virus y podamos enfocarnos en otros problemas, cuando se están viendo las consecuencias psicológicas que medidas como el aislamiento o el cierre de los colegios han tenido en su salud mental.

En estos últimos días se han sucedido titulares que han puesto el alerta a padres y educadores, como el primer caso clínico documentado en el mundo de adicción a un videojuego. Se trata de un adolescente que ha tenido que ser hospitalizado en Castellón porque presentaba una sintomatología grave, con alteraciones del sueño, aislamiento y escaso interés por su entorno. Pasaba 20 horas al día jugando al Fornite, una adicción que actuaba como reguladora del intenso malestar por la pérdida de un familiar y por la ansiedad derivada del aumento del nivel de exigencia en clase. En Vizcaya, un grupo de chicas pega una paliza a una niña de 13 años y lo graban en el móvil. Las noticias sobre sucesos de violencia extrema llevada a cabo por adolescentes se repiten con mucha frecuencia.

Sin embargo, los expertos no se sorprenden por ello, ya que observan desde los primeros meses de la pandemia cómo la salud mental de los menores se ha ido deteriorando a medida que las circunstancias limitaban su capacidad de tomar decisiones, sus escenarios de vida y la interacción con su grupo de iguales. “La mayor parte de los conflictos adolescentes son consecuencia de que se imposibilite o se dificulte que lleven a cabo esta importante tarea subjetiva que culmina en hacerse mayor”, señala Juan Antonio Luengo, decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP).

Desde esta entidad destacan también que hay evidencia “no científica sino empírica” de que han crecido hasta un 250% las consultas sobre suicidio y han aumentado exponencialmente las hospitalizaciones por ideaciones suicidas en adolescentes.

Luis Fernando López, psicoterapeuta y coordinador técnico de la iniciativa #Hablemos de Suicido explica que lo que más se está observando son cuatro tipos de transtornos dentro del ámbito afectivo-emocional: las ideaciones suicidas de tipo pasivas, “en las que la muerte se ve como una solución al sufrimiento, pero no está elaborada la manera de llevarlo a cabo”, los de la conducta alimentaria –que han encontrado un “abono” perfecto en los ideales de belleza postulados en las redes sociales–, los cuadros depresivos con predominio de irritabilidad e incapacidad para disfrutar, y las autolesiones sin intencionalidad suicida, “como mecanismo anestésico y auto-regulador de su dolor emocional”. “El peligro –prosigue el psicólogo– es que cada vez el dolor emocional es mayor, y con ello las lesiones. De hecho, muchos suicidios en adolescentes no son intencionados, sino que son el resultado de autolesiones extremas”.

Las principales causas de esta crisis se deben a que la familia, la escuela y los amigos han perdido el efecto terapéutico que facilitaba el manejo emocional de los jóvenes. La pérdida de las costumbres y rutinas familiares, la ausencia del entorno estructurado de la escuela, el aburrimiento, las dificultades para participar en actividades deportivas y para salir con los amigos se encuentran entre las causas de los problemas psicológicos detectados.

En comparación con los adultos, las consecuencias adversas de la pandemia en la salud mental de los adolescentes pueden ser más prolongadas e intensas. Y la magnitud del impacto está determinada por factores de vulnerabilidad como la edad de desarrollo, el estado educativo, la condición de salud mental preexistente o estar en riesgo de exclusión social.

Sin embargo, los especialistas señalan que, al igual que son más vulnerables, también son mucho más versátiles y más sensibles al trabajo psicológico con ellos, motivo por el cual se recuperan antes que los adultos. “El abordaje terapéutico de los adolescentes y adultos jóvenes tiene que ver con la empatía incondicional, para que no lo puedan interpretar como que son juzgados sino como que son comprendidos. Desde la manifestación explicita de qué entendemos el sufrimiento emocional como si fuera el nuestro. Esto es clave para ir diseccionando su comportamiento y disminuir su sufrimiento”, señala Luengo.

Es en la consulta donde se puede conseguir avanzar y ofrecerles los recursos psicológicos oportunos para disminuir su sufrimiento y poder enfrentarse mejor a los problemas, pero no todos llegan. “Hay que tener en cuenta que en España hay un 25% de familias en el umbral de la pobreza y, los niños, adolescentes y adultos jóvenes de esas familias son especialmente vulnerables, pero no muchos acceden a los servicios de psiquiatría por su propio pie. Cuando lo hacen es porque su conducta ya se ha convertido en patológica”, añade.

El Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz, en Madrid, atiende a muchos de ellos. “Estamos ante una pandemia silenciosa. La crisis sanitaria ha sido el detonante en aquellos jóvenes que, probablemente, ya habrían requerido un abordaje terapéutico previo, pero que, al no tenerlo y vivir una situación de gran incertidumbre, se han resentido y han manifestado una clínica”, argumenta Helena Díaz, jefa de este servicio.

También señalan que se ha incrementado una conducta muy concreta: lo que se conoce como la “actuación” de los conflictos, que siempre adquiere una forma destructiva. “Puede revelarse hacia fuera, en forma de conducta violenta antisocial, o hacia dentro, contra uno mismo, mediante actos como la ingesta de fármacos o las autolesiones”, afirma el psicólogo clínico del centro, Jorge Pernía. Como aspecto clave, recalcan la importancia de hacer un trabajo preventivo, actuando en aspectos educacionales involucrados en la crianza, que repercuten de manera directa en su equilibrio emocional.