Opinión

Día Mundial de la Salud Mental: depresión en personas de edad avanzada

Afecta a entre un 10 y un 15% de la población mayor de 65 años y en hasta el 50% interfiere en su calidad de vida

Un estudio confirma que los problemas depresivos se vuelven crónicos en la edad anciana y se agravan con la soledad
Los mayores de 65 con depresión severa mantenida en el tiempo son los que mayor riesgo tienen de suicidiolarazonCIBER

La depresión es una enfermedad que afecta a entre un 10 y un 15% de la población mayor de 65 años. Y en hasta el 50% interfiere en su calidad de vida, al presentarse de forma incompleta o como síntomas depresivos aislados, así que merece que se le dedique atención con motivo del Día Mundial de la Salud Mental 2021. Además de la frecuencia, su importancia tiene que ver con que es la causa habitual de suicidio de los mayores (sumando más del 85% de los casos), y que causa una importante discapacidad en quien la padece, además de que empeora el pronóstico de otras enfermedades que suelen estar presentes a esta edad.

Los factores más frecuentemente implicados tienen que ver con la soledad, determinados rasgos de la personalidad, los frecuentes acontecimientos de pérdida que acompañan esta etapa de la vida (seres queridos, la propia salud, jubilación, estatus social y económico, autonomía, etc.) y los factores biológicos del envejecimiento y de cada persona en concreto (vascular, inflamatorio, degenerativo…).

A esto se le une la situación que estamos viviendo: la pandemia. Supone un factor de especial riesgo para las personas de edad avanzada. Conocemos el impacto que ha tenido en la soledad, en la privación de relaciones sociales y familiares, cambios de rol, deterioro físico por inactividad. También el temor a contagiarse o contagiar a los más cercanos, la pérdida de seres queridos en las condiciones de aislamiento que se han producido, el deterioro en el seguimiento de las enfermedades crónicas y la incertidumbre general. Y la propia acción del virus en el sistema nervioso central, todavía sin aclarar, ha hecho que los que nos dedicamos a la atención de estos pacientes hayamos visto personas que directa o indirectamente han desarrollado un cuadro depresivo por estos motivos.

La buena noticia tiene que ver con que existen tratamientos verdaderamente eficaces: los antidepresivos en lo farmacológico, la psicoterapia o la terapia electroconvulsiva, que resulta de primera elección en algunos de estos pacientes. Otras terapias pueden cooperar a la mejora del paciente, pero no tienen una eficacia demostrada por sí mismas, como son la luminoterapia, la musicoterapia, el ejercicio físico regular o la terapia con roductos naturales, entre otras.

¿Podemos prevenirlo? Se ha visto que el ejercicio físico regular, la sociabilidad, el afrontamiento de la vida con una actitud flexible y proactiva, disminuir el estrés, la dieta mediterránea, recordar la propia vida desde una perspectiva positiva, conservar los valores y la capacidad de mejora personal, mantener una visión trascendente de la vida con una práctica religiosa activa y cuidar los factores de riesgo cerebrovascular, pueden contribuir a disminuir el riesgo de padecer esta enfermedad.

En nuestras manos está que podamos contribuir, cada uno desde su posición en la vida, a eliminar las barreras, a poner en marcha actividades sociales y deportivas, a favorecer realmente un estatus de privilegio para las personas en este contexto de riesgo que haga para todos que lo que ha supuesto una amenaza real para tantos, se convierta en una oportunidad de mejora incluso de los niveles previos a la pandemia.