Cuenta atrás
Última baza para resolver el crimen de Déborah Fernández
Una jueza ordena un cribado masivo de ADN antes de que prescriba el asesinato de la joven de Vigo hace casi 20 años
La cuenta atrás ya ha comenzado. Quedan apenas cinco meses para que el crimen de Déborah Fernández prescriba a menos que el juzgado que instruye la causa cite como investigado a algún sospechoso. El tiempo, es cierto, juega en contra pero un despacho de criminólogos ha logrado que la jueza admita la práctica de una serie de diligencias que no se realizaron en su día en el marco de una caótica y «negligente» investigación, según considera la familia. Déborah desapareció el 30 de abril de 2002 en Vigo (Pontevedra). Aquel día, contó en su clase de diseño gráfico que iba a la peluquería para depilarse porque quería «ponerse guapa». Iba a quedar con alguien. Su novio Pablo, que había estado varios meses en Argentina por viaje de trabajo, había regresado y, aunque la relación se había deteriorado en ese tiempo, tenían intención de quedar para abordar algún malentendido.
Alquiló “Amèlie” en el videoclub
Pablo llamó al móvil de Déborah cuando estaba en el centro de estética pero no se sabe de qué hablaron ni si llegaron a quedar esa noche. Ella salió a caminar por al zona de Samil, donde se encontró con su prima Nuria, y le dijo que había quedado para ver la película de «Amèlie». Dos testigos la situarían después cerca de su casa sobre las 20:45 horas y alguien la vio subir a un coche en otro punto pero ni siquiera está claro que fuera la última persona que la viera con vida porque otro testigo la ubica en un videoclub a las 21:15 horas. Y no se sabe porque el rosario de negligencias a lo largo de la investigación que desarrolló el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, según denuncia la familia, es alarmante.
Este videoclub, por ejemplo, no aparece en el listado de 45 videoclubs que visitaron donde se había alquilado esa película; al novio de Déborah –que declaró el día antes de que encontraran el cadáver de la chica– no le preguntaron si quiera qué hizo aquella noche; no se llevaron el ordenador de la víctima para su análisis ni se practicó la autopsia de forma completa. De ahí que la familia lograra el pasado 18 de mayo (19 años después de ser asesinada) la exhumación del cadáver para que se practicara, entre otras pruebas, la extracción de ADN bajo las uñas del cadáver, una práctica protocolaria que se desconoce por qué no se hizo en su día.
Señuelos en la escena del crimen
También llama la atención la actitud de la Fiscalía y la media docena de jueces de que han ido pasando por el Juzgado de Instrucción número 2 de Tui a lo largo de estos años, que no han remado a favor de obra. Todo a pesar del llamado «informe Arcano», donde la Policía reconocía que el lugar donde apareció el cadáver de la chica estaba lleno de pistas falsas. Porque lo único cierto de esta historia es que el cuerpo de Déborah fue encontrado diez días después de su desaparición en una cuneta cerca de O Rosal.
Estaba desnudo, posiblemente lavado y no llevaba ahí 10 días sino que fue trasladado. La escena estaba llena de señuelos, como el semen que fue colocado en la vagina de la chica para desviar la investigación policial. También había un pelo y un trozo de cuerda que pueden ser vitales para resolver el crimen. Aunque en su día ya se practicaron varias pruebas de ADN, se estaba cotejando con una muestra falsa.
Por eso, el despacho de criminólogos Balfagón y Chippirrás, solicitó a través del abogado de la familia nuevas pruebas que ahora la jueza ha admitido. Así, ha oficiado al Grupo II de Homicidios para que proceda a la toma de nuevas muestras de ADN a una treintena de personas para que se coteje con el del pelo y la cuerda. «Estamos convencidos que el que llevó allí el cuerpo de Déborah no lo hizo solo, por lo que puede haber ADN del acompañante que pueda conducirnos al autor», sostiene la criminóloga que firma el informe, Carmen Balfagón.
Fenotipado forense
Su compañero, Ramón Chippirrás, señala la importancia de que la jueza también haya admitido el estudio del fenotipado forense al ADN que había en el pelo y la cuerda pero también bajo las uñas de Déborah tras su segunda autopsia. «Sirve para conocer la genética del portador de ese ADN: su color de ojos, de piel, sexo... Puede ser de muchísima ayuda aunque sea solo para descartar», sostiene el criminólogo. También se procederá a la inspección de una serie de vehículos que podrían tener relación con el caso donde, a pesar del tiempo transcurrido, podrían encontrarse datos relevantes. El problema es que no hay mucho tiempo. Si, por ejemplo, se solicita ADN al novio de la joven, éste se niega y recurre judicialmente, puede que cuando resuelvan ya estemos fuera de plazo y el crimen haya prescrito. La familia se muestra optimista y cree que aún se puede hacer justicia.
Un misterioso ramo de flores
Aunque los errores o negligencias que rodean este caso rallan lo surrealista (la familia sospecha que siempre hubo una «mano negra), hay uno que llamó la atención de la madre de la víctima. Dos años después del suceso, en abril de 2004, pasó por la carretera donde dejaron el cadáver de su hija y había un ramo de flores de 400 euros que no había encargado la familia. Lo puso en conocimiento de la Policía y ellos, a través de los pagos bancarios de la floristería, trataron de buscar al pagador. ¿Qué pasó? Buscaron pagos entre el 30 de abril y 31 de julio de 2002, cuando el ramo apareció dos años después.
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