Naufragio

El biólogo del “Villa de Pitanxo”: «Su pasión era el mar y fue allí donde perdió la vida»

La angustia de los familiares de los 12 marineros desaparecidos del «Villa de Pitanxo» aumenta, mientras la búsqueda se intensifica en el Atlántico Norte

Manuel Navarro, el biólogo marino canario que viajaba en el barco. Uno de sus últimos mensajes en las redes sociales anunciaba su viaje a Galicia para sumarse al "Villa de Pitanxo"
Manuel Navarro, el biólogo marino canario que viajaba en el barco. Uno de sus últimos mensajes en las redes sociales anunciaba su viaje a Galicia para sumarse al "Villa de Pitanxo"FotoLa Razón

Mientras ayer se intensificaban las labores de búsqueda de los 12 marineros desaparecidos del «Villa de Pitanxo», que naufragó en la madrugada del martes a 450 km de Terranova, en Canadá, sus familiares se mantenían alerta ante cualquier posible noticia y con un pequeño halo de esperanza que se desvanecía según pasaban las horas. Temían que el nombre de sus padres, hermanos e hijos se sumaran al de los nueve fallecidos que ya han sido identificados. Tan solo tres de los 24 trabajadores que iban a bordo de este barco gallego habrían sobrevivido: el patrón, Juan Padín, su sobrino Eduardo Rial, y Samuel Kwesi Koufie, un marinero natural de Ghana que vivía en Marín.

La edad media de los tripulantes no superaba los 35 años, 16 eran españoles, cinco peruanos y tres ghaneses. Entre los de nacionalidad española había, al menos, tres de Cangas, tres de Marín, uno de Moaña, uno de Bueu, uno de Huelva y otro de Canarias. Precisamente, en esa isla lloraban ayer la desaparición de su vecino, Manuel Navarro, de 33 años: «Es un dolor terrible y un drama mayor el que todavía no hayan encontrado su cadáver», explica a este diario Mari, que trabaja en el bar donde trabaja el padre de Manuel, en el barrio de Lomo Apolinario, en Las Palmas. «Estamos desbordados con esta noticia, es una tragedia», explicaba su prima que, pese a la difícil situación por la que atraviesa ahora su familia, acudió ayer a trabajar.

Tareas de búsqueda de tripulantes del 'Villa de Pitanxo'
Tareas de búsqueda de tripulantes del 'Villa de Pitanxo'FUERZAS ARMADAS DE CANADÁFUERZAS ARMADAS DE CANADÁ

«Manolo era un chico muy noble y trabajador. Era un apasionado de la biología marina, le encantaba el mar y precisamente allí es donde ha perdido la vida. Es muy triste», explica Manuel Ramón Santana, vecino y amigo de la familia.

El joven científico canario viajaba en el «Villa de Pitanxo» como observador del Instituto Español de Oceanografía (IEO). A sueldo del armador pesquero, su función era realizar control de las capturas o bien por el caladero en el que trabajan, que en esta ocasión eran las aguas dependientes de la Organización de Pesquerías en el Atlántico Norte (NAFO, por sus siglas en inglés). «Era muy frecuente que cada cierto tiempo se embarcara en alguno de estos viajes. No paraba. Era un chico muy sencillo, ahora estudiaba inglés en la Escuela Oficial de Idiomas para mejorar el idioma y poder trabajar mejor en el extranjero. Yo me sentía muy identificado con él porque, además de su trabajo como biólogo, también trabajaba en el bar de su padre, «Bar Rodríguez», para echarle una mano. Era una bellísima persona», apunta Manuel. Es más, el último mensaje de Navarro fue precisamente el del anuncio de su viaje a Galicia para embarcarse en el navío: «Salgo para la mar esta semana para NAFO, un fuete abrazo, la foto es en tu tierra gallega», le explicaba a un amigo.

«Su último viaje»

Las lágrimas corrían también en Lepe, de donde era otro de los marineros, Juan Antonio Cordero, de 55 y que se embarcó en el que sería su último trabajo antes de jubilarse. Por su parte, Miguel Lumbres se había enrolado en el «Villa de Pitanxo» en el último momento, al ser llamado por el armador debido a que un tripulante había dado positivo por coronavirus en la PCR previa que realizan todos los marineros. De familia de pescadores en Perú, llegó a Cambados hace 14 años, dos años antes que su primo Miguel, quien explicó a Europa Press que «él siempre buscaba una oportunidad». Su familia, tiene dos hijos (uno en la universidad y otro en el instituto) y ayer ya recibieron apoyo psicológico, como el resto de familiares afectados.

A última hora de ayer, «La Voz de Galicia» publicó la lista del resto de los tripulantes del barco siniestrado. A los ya mencionados se suman Raúl González, de 24 años y natural de Cangas, que se embarcó como alumno en prácticas; Pedro Herrera, de 26, que se había casado hace un mes en Marín y acababa de tener un hijo; Jonathan Calderón, peruano de 39 años, y sus compatriotas Edwin Córdoba, Daniel More, Martín P., Wiliam Arévalo y Martín Quino. Michael y Edemon Okutu, de Ghana, Ricardo Arias, de Marín, Fernando González, de Moaña, y el jefe de máquinas Francisco de Pazo, popular vecino de Marín que se había jubilado y acababa de regresar a la actividad, también iban a bordo. Juan Frías, de 36 años era la primera vez que navegaba, al igual que el joven Diego Andrés, de 24 años. Fernando Santomé y Fernando González cierran esta «lista negra» que ha conmocionado a todo el país.

Olas de 10 metros y viento de 85 km/h

Galicia ha activado un protocolo semejante al establecido tras el accidente ferroviario del Alvia, ocurrido en Santiago en julio de 2013, y desde ayer atiende con psicólogos a las familias de los 24 marineros que estaban a bordo.

Serán estos profesionales, en colaboración con Cruz Roja, los que «notifiquen» a las familias cualquier información sobre sus allegados, según explicó el presidente Gallego, Alberto Núñez Feijóo. Aunque las esperanzas se diluyen según pasan las horas, las labores de búsqueda en la zona del hundimiento continúan sin descanso. «Las condiciones climáticas son desafiantes», explicaban ayer los expertos. El Centro de Coordinación de Rescate con base en Halifax (Cánada) aseguró ayer a Efe que en la zona de rastreo, en el Gran Banco de Terranova, las olas son de unos 10 metros de altura, con vientos de hasta 85 kilómetros por hora y una visibilidad de 6 kilómetros, lo que dificulta enormemente las labores de búsqueda.

Los dos helicópteros de las Fuerzas Armadas canadienses que participan en el operativo tuvieron que regresar a sus bases para repostar a primera hora de la tarde de ayer, pero tenían planeado reanudar los vuelos en las próximas horas. Mientras tanto, un avión C-130 Hércules canadiense continuaba operando en la zona, situada a unos 460 kilómetros al este de la isla de Terranova. A primera hora de ayer, el barco del Servicio de Guardacostas de Canadá CCGS Cygnus se unió a las tareas de búsqueda y rescate, mientras el teniente comandante del Centro de Coordinación de Rescate de Halifax, Brian Owens, afirmó que, a pesar de las dificultades, los equipos de rescate canadienses siguen «comprometidos a buscar a los restantes 12 miembros de la tripulación».