Opinión

Semana Santa dolorida

La que hoy acaba, ha sido para el papa Francisco algo más que una dura prueba desde el punto de vista físico que le ha obligado a asistir, pero no a presidir, la emblemática y expresiva Vigilia Pascual en la que se ha limitado a predicar la homilía y a administrar el bautismo a siete adulto, en su mayoría italianos, pero no solo. También recibieron el sacramento de la iniciación cristiana un cubano y un nigeriano.

Durante el Vía Crucis del Viernes Santo que volvió al Coliseo con la misma majestuosidad y sobriedad que antes de la pandemia, Francicco permaneció sentado en un estrado ubicado en el Monte Palatino. El pontífice argentino solo se alzó para pronunciar una última oración en la que, textualmente, rezó para que Dios «desarme la mano alzada del hermano contra el hermano». Además, clamó para que propicie el sentido de la paz para quienes están provocando la guerra, sin mencionar ningún conflicto en concreto

El Jueves Santo no renunció a protagonizar su tradicional lavatorio de los pies desplazándose a un centro penitenciario En la cárcel de Civitavecchia, lavó a doce personas, entre las que se encontraban una mujer musulmana y una ucraniana. Debido a sus problemas en la rodilla que le provocan grandes dolores, lo hizo de pie, con la misma concentración que en él es habitual cuando realiza estos gestos penitenciales.

Aparte de sus dolores físicos, para él ha sido todavía más penoso recibir las noticias desde Ucrania, con ese aluvión de muertes, asesinatos, exilios forzados, familias destruidas… El Papa no ha dejado pasar una sola ocasión para pedir una tregua pascual que, al menos, frenase el esplendor de las armas tan específicamente religiosa, pero su llamamiento cayó en el vacío.