Opinión

El periodista santo

Entre los diez beatos que esta mañana canonizará el Papa se encuentra Tito Brandsma, sacerdote carmelita holandés que murió en el campo de concentración de Dachau en julio del 42 cuando había cumplido los 61 años.

Nacido en una familia de seis hermanos, con sólo 17 años entró en la Orden de los Carmelitas y fue ordenado sacerdote en 1905. Su delicada salud no le impidió desarrollar una brillante carrera universitaria llegando a ser Rector de la Universidad Católica de Nimega. Ya por entonces dirigía un periódico y era el asistente eclesiástico de las asociaciones de periodistas católicos.

En 1940 los Países Bajos fueron invadidos por la Alemania nazi y los obispos holandeses firmaron una carta pastoral condenando la ideología hitleriana. Brandsma se convirtió en militante de la libertad de prensa y recorrió el país alentando a los medios de comunicación católicos a oponerse a la censura del ocupante y a defender los valores humanos esenciales.

La Gestapo le detuvo en el 1942 y le encarceló en la prisión de Scheveningen y semanas más tarde en la de Amersfoort, donde fue sometido a vejaciones y castigos corporales que quebraron su ya débil salud. Finalmente fue trasladado al campo de concentración de Dachau donde pocos meses de su ingreso falleció.

Juan Pablo II le declaró beato en noviembre de 1985 en una ceremonia en la Basílica vaticana a la que tuve la fortuna de poder asistir. Desde entonces ha inspirado mi vida como sacerdote y periodista. Ahora con motivo de su canonización un grupo de colegas han solicitado al Papa que le proclame copatrón con San Francisco de Sales de los periodistas. Dados los tiempos que corren en esta bendita profesión su protección será muy bienvenida.