Las otras pandemias

La Unión Europea vive otra crisis de las vacunas

Tras el fiasco sufrido con la covid, la viruela del mono vuelve a poner en evidencia las grietas del sistema de respuesta europeo a las crisis sanitarias

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Llegada de material sanitario anticovid a la Comunidad de Madrid en abril de 2020larazonAgencia EFE

En buena parte de Europa ni siquiera ha terminado la campaña completa de vacunación contra la covid-19 –con una cuarta dosis en ciernes– y el continente ya se enfrenta a un nuevo reto: la decisión estratégica sobre qué ha de hacerse con la vacuna de la viruela del mono. Los mecanismos con los que los europeos nos hemos enfrentado a la gran pandemia de coronavirus han sido objeto de un gran debate internacional. Europa, sobre el papel, optó por un protocolo de compra conjunta y distribución coordinada de las dosis de vacuna a través de varios órganos de la Comisión Europea. Pero, a pesar del gran esfuerzo de coordinación y de equidad que se planteó desde las autoridades, no son pocas las voces que alertaron de que los países de la Unión compraron menos dosis, más tarde y en peores condiciones que otras naciones que acudieron individualmente al mercado.

En febrero de 2021, la mismísima presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, reconoció públicamente que Europa no había estado a la altura en las decisiones de autorización y compra de vacunas covid.

La experiencia de la pandemia ha conducido a la creación de una nueva institución, la Autoridad Europea de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias (HERA) que se encargará de actuar ante las nuevas amenazas para la salud continental. Y lo hará con la misma filosofía del Viejo Continente: coordinar las acciones, comprar en bloque y distribuir los medicamentos desde una oficina centralizada. Cuando apenas acaba de iniciar su andadura, la HERA ya se ha topado con el primer contratiempo: la viruela del mono.

Esta institución es la responsable de gestionar la compra de vacunas y tratamientos contra el nuevo brote viral. De momento, se ha anunciado la compra de cerca de 160.000 dosis de la única vacuna autorizada, la danesa Imvamex. La adquisición, realizada con fondos europeos, parece ridícula en comparación con las 250.000 dosis que ha comprado Francia y las 130.000 que de las que se ha provisto el Reino Unido. ¿Es que no hemos aprendido nada de los errores con la covid? La situación es algo más compleja de lo que parece.

La intención de la Comisión Europea es que HERA actúe como agente directo de negociación con las compañías farmacéuticas y utilice fondos europeos para las compras, lo que dotará a la agencia de algo más de independencia. Uno de los mayores errores de la estrategia durante la pandemia era la necesidad de que todos los términos de cada contrato fueran ratificados por cada país lo que ralentizó exasperantemente la toma de decisiones. Ahora, en teoría, la agencia de nuevo cuño puede actuar con más flexibilidad y sus decisiones de compra se regirán fundamentalmente por criterios de estrategia continental y disponibilidad del mercado.

Aún así, el mecanismo no se ha demostrado suficientemente eficaz en la primera ocasión en la que ha tenido la oportunidad de demostrar sus virtudes. En declaraciones al diario «Politico», un responsable de la empresa SIGA que comercializa el único tratamiento antiviral contra la viruela del mono ha confesado que las negociaciones con la HERA son «exasperantemente lentas».

El principal problema es que el mecanismo de compra, aunque más flexible, sigue sujeto a condiciones burocráticas muy tediosas. Los países de la Unión Europea deben aprobar las condiciones de precio y cantidad comprada. Además, los acuerdos de la HERA no son excluyentes: un país puede acogerse a ellos, cambiar de estrategia por el camino o directamente acudir al mercado por su cuenta… si puede.

Lo cierto es que la viruela del mono ha vuelto a demostrar que el sistema de compra y vacunación centralizada en Europa mantiene algunas de sus antiguas fallas. Una vez más, se manifiestan serias diferencias de acción entre distintos países. España, que es la nación europea más castigada por la infección, ha tenido acceso a unas 7.000 dosis de las 12.000 que en principio le han sido autorizadas. A principios de agosto, Francia –que padece la mitad de casos que nuestro país– ya había vacunado a 25.000 personas.

Cuello de botella

El problema se ha agravado porque la producción de la única vacuna disponible se haya ante un peligroso cuello de botella. La compañía productora, Bavarian Nordic, se enfrenta a la amenaza de llegar al límite de fabricación. De las 160.000 dosis comprometidas con la agencia europea, 60.000 ya han sido distribuidas y se espera que el resto esté disponible en unas semanas.

Ante esta situación, el gobierno español ha sido claro: el Ministerio de Sanidad reconoce que no tiene intención de acudir en solitario al mercado de vacunas, como han hecho otros países. Prefiere mantener «la lealtad» al mecanismo de compra centralizado y contentarse con la cuota asignada a pesar de que España es el país más afectado por el mal.

Todos los expertos reconocen que esa cuota, de menos de 20.000 dosis, es a todas luces insuficiente. La solución propuesta por el departamento de Carolina Darias, en lugar de promover la compra de más dosis, será limitar los grupos de vacunación. De momento el protocolo limita la inmunización a contactos estrechos de casos positivos y personas con alto riesgo de contraer la enfermedad.

Ante la escasez de vacunas, Sanidad ha preferido estudiar la aplicación intradérmica de cada vial de vacuna, dividiendo el volumen en unidades más pequeñas de las recomendadas en el prospecto pero, según informes de la FDA americana, igual de efectivas. La práctica permitiría multiplicar el número de personas vacunadas y fue propuesta por la Comunidad de Madrid.

En cualquier caso España sigue atada a un sistema del que no sabe o no quiere zafarse y empieza a levantar críticas en el mismo seno de la Unión Europea.