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“Operación Protector” o cómo hacerse traficante de armas para evitar un atentado

Un inspector jefe de la Policía Nacional explica en primera persona cómo se infiltró en la mafia rusa para frenar el yihadismo

Iñaki Sanjuán
Iñaki SanjuánLa RazónRosamerón

Una de las claves del llamado estado de bienestar del que disfrutamos en muchos países de Occidente reside en la seguridad subjetiva. Según la RAE es el “bien jurídico (…) que consiste en disfrutar de un sentimiento propio de tranquilidad y sosiego”; es decir, ir por la calle sin temor a que nos puedan secuestrar, sacar dinero de un cajero sin mirar hacia atrás porque nos pueden atracar o ir a ver las luces de Navidad al centro de Madrid sin pensar en que es un momento ideal para perpetrar un atentado yihadista.

Detrás de toda esa sensación, en definitiva, de libertad, está el trabajo silencioso y sin publicidad (porque así debe ser) de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Porque ¿de cuántas nos han librado sin ser nosotros conscientes de ello? Además de “retirar de la circulación” a agresores sexuales, asesinos, pederastas o estafadores, han logrado evitar la comisión de varios atentados en nuestro país. Y de cómo se frustró uno de ellos va, precisamente, el libro que nos ocupa.

“Operación Protector” (Rosamerón, 2022) habla del crimen organizado y del yihadismo, sí, pero también pone nombre a lo que siente un agente infiltrado cuando deja su familia y su vida para adentrarse en una delicada operación que es probable que acabe mal; es decir, con él muerto y con los terroristas con vía libre. Afortunadamente, en esta ocasión, todo salió bien.

Aunque hay muchas partes noveladas, nombres ficticios y situaciones recreadas, Iñaki Sanjuan relata en primera persona cómo fue esta dura experiencia que acabó con la mayor recompensa para él: “la seguridad de España y de los españoles”, según sus propias palabras. Él es inspector jefe de la Policía Nacional y en la actualidad es el responsable de la sección de Terrorismo yihadista en la Brigada Provincial de Información de Madrid.

El visto bueno de los rusos

Aunque ha participado en diferentes operaciones encubiertas, en esta se jugó realmente el pellejo: se infiltró en tiempo récord (lo más peligroso son las prisas) en el crimen organizado ruso para hacerse pasar por traficante de armas y recepcionar en España las armas que iban a enviar para cometer un atentado yihadista para dárselas él mismo a los terroristas (ya controladas) con el objetivo de evitar así una masacre. El riesgo era evidente.

En en libro arranca con el suicidio de un policía belga tras darse cuenta de que no ha logrado proteger a un testigo (valga la redundancia) protegido. Ha recibido información muy valiosa del entorno del ISIS sobre la intención de cometer varios atentados en Europa y decide pasársela a un colega español, a quien llega la información cuando el agente ya ha fallecido. Se dan cuenta de que el primero se cumple y en la Brigada Central de Información la tensión es máxima: el siguiente objetivo será España.

Ése primero, ese objetivo que observan con sus propios ojos como una maldita profecía autocumplida, fue Francia. El 13 de noviembre se cumplieron 7 años de uno de los peores ataques del Estado Islámico contra personas inocentes en París (Francia).

Una noche fatídica en la que el DAESH atacó sin piedad bares, restaurantes, los alrededores del estadio de Francia y la famosa sala Bataclán, asesinando a 130 personas e hiriendo a más de 400. “Los terroristas causaron el terror en París hace siete años y esa fatídica noche nunca la podremos olvidar”, recalca el escritor, sin decir abiertamente que con la “operación Protector” se evitó una masacre similar en nuestro país.

Ponerse a prueba

Para ello, el primer paso fue poner a prueba al propio agente: los expertos en terrorismo y agentes del CNI “entrenaron” al entonces inspector poniéndole en todo tipo de inimaginables bretes y haciéndole pasar “perrerías” mucho peores de las que se encontraría en la vida real y las superó con creces todas y cada una de ellas dejando boquiabiertos a los grandes expertos y a los especialistas en seguimientos.

Entre esos entrenamientos extremos fue su paso (en invierno) por la base de los GEO en Guadalajara donde, más que poner al límite el cuerpo, te ponen a prueba psicológicamente. También tuvo que conseguir que le abrieran, de un día para otro, una cuenta bancaria sin ningún DNI o hacerse con las claves de la caja fuerte de una vivienda particular.

Todo es poco para saber cómo reaccionaría ante situaciones complejas en las que le pondría el crimen organizado real para comprobar que no era un policía sino un auténtico traficante de armas. Una de las claves de que este proceso terminara con éxito era el relato de su vida: componer un pasado verificable por todo el que quisiera comprobar ciertos detalles.

Eso sí: si le pillaban en algún renuncio, las consecuencias iban a ser concretas. En esta difícil tarea entraba el inevitable riesgo de que cualquier conocido de la vida real pudiera saludarle en un local de Marbella tras encontrarse de forma casual y echar al traste toda la operación.

Para ello siempre estaría “protegido”, desde la distancia, por un discreto equipo policial que abortaría este tipo de encuentros de la forma más surrealista posible. Y es que para evitar un saludo que arruinaría una operación de esta envergadura vale todo. O casi todo. “No sé si llegarían a simular una pelea real pero lo que es seguro es que no dejarían que se acercaran. Hay que verlo como un sacrificio para que se salven muchas vidas”, resume Sanjuán.

Lidiar con la incertidumbre

Y es que, más allá de todo tipo de situaciones de peligro, complicadísimas de gestionar y la asombrosa pericia del policía infiltrado, lo que consigue el libro a diferencia de otros similares es transmitir las sensaciones a las que tiene que hacer frente. Porque sí, no es un superhéroe y tiene miedo, preocupaciones e incertidumbre, “la sensación que ocasiona un mayor estrés en el ser humano y es la que define la mayor parte de la actuación” de estos agentes, según el autor.

Pero también hay sitio para la “lujuria”. Una escena impactante es en un barco de lujo, con muchas señoritas de compañía, un empresario millonario, un jefe de la mafia rusa, un ex agente del CNI y un infiltrado que parece el más cuerdo de todos. “Él está ahí por una finalidad. Debe y tiene que estar ahí”.

Es parte de lo que se denomina “cobertura” y “toda esa cobertura es el 90% del éxito de una infiltración policial: es generar un pasado, un presente y un posible futuro, un entorno del que vienes y en el que te mueves, y es hacer ver a todo el mundo (y que se lo crea el propio infiltrado), que toda esa mentira generada es una verdad”. En esa fiesta precisamente se fragua una relación de complicidad muy importante para él y para el éxito de la operación.

“Pero lo más difícil -continúa-, no es sentarse en una mesa o en una fiesta a negociar algo con los criminales, lo difícil es que la cobertura creada, perdure en el tiempo. Todo lo que diga un agente encubierto, en todas y cada una de las actuaciones, incluidas las excusas, deben de poder comprobarse, absolutamente todas. Eso es lo más complicado de una operación encubierta”, concluye.

A las víctimas del terrorismo

El autor ha dedicado el libro a todos los que luchan por los derechos de los ciudadanos, es decir a sus compañeros policías nacionales, locales, y autonómicos, de la guardia civil, del centro nacional de inteligencia y al personal de seguridad privada, y muy especialmente, a las víctimas del terrorismo. “Todos son héroes, unos luchan de forma incansable por mantener y defender a los ciudadanos, y las víctimas del terrorismo y sus familias, son el verdadero ejemplo de heroicidad, y a los que debemos siempre tener en nuestro recuerdo”.

Sanjuán no se niega a una probable segunda parte; lo que sí parece claro es que puede ser el guion para una serie de televisión.