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Mujer

«El antídoto para la menopausia no está en una pastilla. Está en tener una pasión»

Durante décadas, la menopausia ha sido una etapa silenciada, reducida a sofocos y resignación. Hoy, mujeres como Belén y Guiomar, y profesionales como Miriam Al Adib rompen el tabú para recordar que esta transición no es el final de nada, sino una oportunidad para entenderse, y cuidarse.

Guiomar Alfaro Instagram

Belén lo leyó en un libro cuando buscaba una explicación a lo que le estaba pasando: “Tener la menopausia es como estar en plena adolescencia, pero sin poder encerrarte en tu cuarto”. Se sintió identificada al instante. La necesidad de aislarse, la irritabilidad, la apatía y el desconcierto emocional le hacían sentirse como cuando tenía 14 años. Pero, en esta ocasión, la acompañaban el insomnio, la falta de energía y una intensa sensación de desbordamiento, de no reconocerse que no era capaz de explicarse porque nadie le había dicho que la menopausia iba mucho más de experimentar sofocos. Tampoco le habían hablado de la sequedad vaginal, del dolor en las relaciones o del vacío emocional que se vive durante esta etapa. Y es que, precisamente, la falta de información y la invisibilidad de los síntomas más “intangibles” han llevado a normalizar malestares relacionados que deberían tratarse y a patologizar otros que simplemente forman parte de un proceso de transformación profunda.

Como explica la ginecóloga Miriam Al Adib Mendiri, autora del libro Hablemos de menopausia, esta distorsión tiene consecuencias directas sobre el bienestar de las mujeres. “Patologizamos lo que es normal y normalizamos el malestar”, afirma con rotundidad. Muchas pacientes acuden a consulta diciendo: “Estoy fatal, pero me dicen que no tengo nada”. Y es que, si no hay una enfermedad visible en los análisis o una causa orgánica clara, el malestar tiende a ser desestimado. Sin embargo, síntomas como el insomnio, la irritabilidad, la sequedad vaginal o la pérdida de deseo afectan profundamente a la calidad de vida, y esa calidad de vida —recuerda la especialista— también es salud. El problema, añade, es que lo cualitativo sigue sin tener un lugar central en la medicina, y mucho menos cuando afecta a mujeres en una etapa históricamente silenciada.

“Todo lo que implica calidad de vida femenina ha sido tradicionalmente invisibilizado y, además, ha acomplejado mucho a las mujeres”, señala Miriam Al Adib. Uno de los efectos más evidentes de esa invisibilización es la
proliferación de mitos que, lejos de ayudar, han generado culpa, confusión y resignación. El más extendido, apunta la ginecóloga, es el que reduce la menopausia a los sofocos, ignorando que muchas mujeres no los padecen y que otras arrastran síntomas mucho más limitantes: insomnio, ansiedad, falta de concentración, sequedad vaginal, dolores articulares o una tristeza difusa que nadie identifica como parte del proceso. “A veces vienen a consulta pensando que se están volviendo locas. Nadie les ha explicado que lo que sienten tiene nombre y opciones de tratamiento”, añade.

En muchas consultas médicas, la menopausia se aborda solo desde el dato fisiológico. “A mí me la presentaron como el fin de la menstruación. Sin indagar en cómo me sentía, qué había cambiado en mi vida o qué necesitaba para recuperar el bienestar. No podía dormir, no tenía deseo, lloraba en la ducha sin motivo… y, aún así, me decían que estaba bien”, reconoce la modelo Guiomar Alfaro. Como Belén, ella también tuvo que enfrentarse a ese mismo vacío de referencias y explicaciones. Por eso, cuando empezaron a aparecer los primeros síntomas —los sofocos, la falta de concentración, las mini-depresiones—, no los relacionó con la menopausia. “Pensaba que era yo, que me estaba apagando”, admite.

Su punto de inflexión fue reencontrarse con la moda, su gran pasión, y hacer pública su experiencia. “La moda me ha salvado de la menopausia, pero no por la ropa, sino por la ilusión, por volver a tener una actividad que me conecta con otras personas, con la vida”, afirma.

Vivir esta etaba sin vergüenza

Hablar, contar, compartir. Eso fue lo que transformó su vivencia. “He recibido mensajes preciosos de mujeres que me dicen: sigue publicando tus consejitos, me estás ayudando”, relata. Guiomar se ríe al decirlo, pero sabe que lo que transmite tiene valor: la posibilidad de vivir esta etapa sin vergüenza, sin culpa y con un nuevo sentido de propósito.

En su caso, la falta de libido fue uno de los cambios más abruptos. “No tengo absolutamente nada de deseo, y no me da vergüenza decirlo. Lo hablo con mi pareja, con mis amigas, y nos reímos. Porque somos muchas y nadie lo cuenta”, reivindica. Para ella, la clave está en perder el miedo a verbalizar lo que realmente ocurre: “Si no lo dices, lo vives sola. Y eso es lo que más duele”.

La pérdida de deseo, como la que describe Guiomar con tanta franqueza, sigue siendo uno de los grandes tabúes en torno a la menopausia. Pero no debería serlo. “Cuando hay problemas de libido, lo primero que hay que hacer es investigar el origen”, explica la autora de Hablemos de menopausia y de Cuando las hormonas se desmadran. “Puede deberse a sequedad vaginal, dolor durante las relaciones, insomnio, cansancio o cambios hormonales, pero también puede estar relacionado con factores emocionales, estrés laboral o incluso con la dinámica de la pareja. Y cada causa necesita un abordaje diferente”. Lo que no se puede seguir haciendo, dice, es aceptar la falta de deseo como algo inevitable, como “lo que toca a esta edad”.

“Hay mujeres que sufren molestias físicas reales, como la vulvovaginitis atrófica, y no lo saben porque nadie les ha dicho que eso se puede tratar. Otras sienten que ya no tienen derecho al placer, como si se les hubiera caducado esa parte de su vida”, denuncia la ginecóloga.

No es sinónimo de vejez

La menopausia, insiste la doctora, no marca el final de nada. Tampoco es sinónimo de vejez ni de decadencia. “No eres una mujer acabada. Eres una mujer en otra etapa. Y esa etapa puede vivirse con plenitud, si se nombra y se atiende. Esta atención puede ser a nivel farmacológico, donde la terapia hormonal funciona como es una herramienta útil para quien la necesita; y a nivel de acompañamiento emocional”, reclama Miriam Al Adib. Y reconoce: “Con una atención adecuada, muchas mujeres que se encuentran en esta etapa ganan más seguridad que nunca”.

Esa afirmación también la comparten Belén y Guiomar, quienes, pese a que al principio la vivieron como una decadencia, la ha convertido en bandera. “Yo no quiero ser la mujer de Manolo, la que hace las cosas por pena. Si no tengo deseo, lo digo. Y si hay que reinventar la intimidad, se reinventa”, comenta Guiomar. Y añade: “Yo me refiero a ella como la sagrada menopausia porque, en mi caso, me ha hecho ponerme las pilas y buscar una pasión. De hecho, he aprendido que el antídoto a los síntomas indeseables de la menopausia no está en una pastilla: está en una pasión. La mía son las pasarelas y me subo a ellas porque consigo vibrar. Defiendo que la ciencia nos da 30 años más y nosotras tenemos que llenarlos de vida".

Miriam Al Adib coincide: conocer, anticiparse, hablar y buscar apoyo son formas de empoderamiento. “No nos confundamos. La menopausia es una etapa, no es una enfermedad. Es, simplemente, el cese de la actividad ovárica. Esto significa que acaba la edad reproductiva. Los ovarios dejan de tener su actividad. Por lo tanto, las hormonas que fabrican cíclicamente dejarán de ser fabricadas. Pero es una etapa más. E insisto en que puede vivirse con salud, placer y claridad si se toman las riendas”, sostiene. Y concluye: “Hablar de menopausia está dejando de ser tabú. Las mujeres de hoy no se conforman con sentirse mal, y eso es un avance enorme. Llegan a consulta queriendo saber, informadas, buscando soluciones. Eso no pasaba hace 10 o 15 años”.