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Cecilia Villarroel, directora del SJM de Valencia: "Debemos trabajar como ciudadanía para que la dana no vuelva a suceder"

La coordinadora del servicio de ayuda a migrantes ha atendido a LA RAZÓN para visibilizar los desafíos a los que sigue enfrentándose el pueblo valenciano en el aniversario de la tragedia

Hace un año, la dana del 29 de octubre de 2024 dejó a su paso un rastro de destrucción y desamparo en varios municipios valencianos. Las lluvias torrenciales inundaron hogares, arrasaron cosechas y pusieron a prueba la capacidad de respuesta de las instituciones y de la propia sociedad civil. Entre quienes se movilizaron para atender a los más vulnerables estuvo el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), una organización que, más allá de las emergencias, trabaja cada día por la defensa de los derechos de las personas migrantes y refugiadas.

Hoy, un año después, la emergencia ha dado paso a la reconstrucción, pero también a la reflexión. ¿Qué hemos aprendido como sociedad de aquella catástrofe? Para averiguarlo, LA RAZÓN ha hablado con Cecilia Villarroel, directora de la delegación del SJM en Valencia, que vivió de cerca las consecuencias humanas de la dana y el esfuerzo colectivo por mitigar sus efectos.

Pregunta.- Este 29 de octubre se cumple un año de esa dana tan devastadora. Según su opinión, ¿en qué punto se encuentran las heridas del pueblo valenciano?

Respuesta.- Desde el momento que ocurrió, el primer objetivo de nuestro trabajo fue poner todas las fuerzas en el mismo lugar. En este momento, la gente sigue reconstruyéndose. Algunos con más

fortunas que otros, porque las personas que están en situación irregular, administrativa, o que son migrantes, en un escalón de vulnerabilidad grande, cuentan con menos recursos y menos facilidades para poder acceder a ayudas y recuperar parte de la vida que estaban intentando reconstruir aquí en Valencia, en España.

Sobre todo, el colectivo que nosotros hemos estado atendiendo es el de aquellas personas que vienen con un grado de vulnerabilidad alta. De una forma u otra, han perdido todo en su país de origen, y por lo tanto se convierten en personas revictimizadas después de lo que han sufrido.

P.- El Servicio Jesuita a Migrantes es una rama de la Compañía de Jesús, orden religiosa que lleva siglos dedicándose, en más de un centenar de países, a investigaciones, labores de educación, actividades culturales, etc. Usted lleva en España desde inicios de este siglo, ya que nació y creció en Argentina. Teniendo en cuenta el contexto económico-social de aquella época, ¿cree que la vida le ha podido preparar para abordar la situación de riesgo de estas personas que dejan su país?

R.- Las migraciones tienen diferentes situaciones internas. Es cierto que yo soy migrante, pero no todos los migrantes migramos de la misma manera. No todas las personas tenemos la formación ni la posibilidad de tener una familia acogedora que vele por nosotros. Las personas que se lanzan al mar que cruzan el Mediterráneo lo hacen porque no tienen otra alternativa. Ese es el grado de vulnerabilidad.

Las vulnerabilidades existen, pero en diferentes grados. Quien puede asistir y sostener a los demás es quien ha tenido la posibilidad de recibir no solamente una formación académica, sino también una formación en valores. En otras palabras, un modelo de estar, centrado en generar empatía y saber vincularse a las personas que sufren.

Todos somos personas, todos y todas somos vulnerables, pero encontrar ese punto de empatía que me hace sentirme unido al otro, aunque yo no lo haya vivido, hace que pueda entender el sufrimiento y a partir de ahí poner los recursos que modestamente tenemos como organización para poder atender, servir y acompañar a las personas que vienen a nuestras oficinas.

P.- El 29 de octubre de 2024, la dana no solamente puso a prueba a una ciudad o a una comunidad autónoma. En realidad, la catástrofe puso a prueba a un pueblo dispuesto a enfrentarse a la crisis mediante la unión y la resiliencia. Desde el SJM, más de 300 personas pudieron ser atendidas. ¿De qué forma creen que esta emergencia cambió la forma de trabajar de su organización?

R.- La tensión y la atención con la que trabajábamos cambió porque la urgencia de la situación nos hizo proceder de una forma inédita e inesperada. Nosotros contamos no solamente con el Servicio Jesuita a Migrantes, sino también con la red de apoyo de las obras jesuitas en Valencia: las Escuelas San José, Entreculturas, el Centro Arrupe, etc. Con ellos lo que establecemos es un marco de estrategia frente a la emergencia.

Para eso trabajamos con Entreculturas, que es la organización hermana que trabaja en emergencia en América Latina y en África y nos da algunas claves de cómo actuar en la emergencia. Hay que saber discernir entre lo que es actuar en el momento de la dana, cuando todos estamos volcados en quitar el barro y en ayudar a las personas a ofrecerles un espacio para reconstruirse, y lo que es sostener y permanecer en el tiempo, mediante la ayuda y el acompañamiento.

Nosotros seguimos estando en la zona de la dana y seguimos apoyando a personas que siguen pidiendo alimentos y asistencia de otra índole. En todos los procesos se vislumbra un carácter dramático, por decirlo de alguna forma, y de emergencia, que es lo que ocurre con la salud mental de la gente. Hoy por hoy hay personas que siguen viviendo en zonas afectadas. Hay niños que cuando caen tres gotas del cielo se asustan y no quieren salir de casa. También pasa con los jóvenes, que no han podido hablar de sus vivencias. Por ello, Entreculturas trabaja en los centros educativos, realizando talleres de escucha e invitando a reflexionar.

A su vez, existe un problema subyacente basado en la pérdida general y el miedo. Y como todos sabemos, el miedo es irracional; no se puede controlar. Nosotros, de la mano del resto de organizaciones siempre intentamos cubrir estas necesidades. Hay personas que pueden ser escuchadas sin necesidad de estar registradas. Pueden ser escuchadas en su situación vital: cómo se encuentra, qué miedos tiene, etc. Son pequeños aportes, pero cualitativamente implican dar un cambio de vida a aquellos que necesitan soporte.

P.- Tanto a nivel personal como laboral, ¿en qué nivel les ha afectado esta situación? ¿Ha cambiado su perspectiva sobre la labor que realizan? Por ejemplo, en lo que concierne al hecho de ser más conscientes sobre el impacto que una organización puede llegar a tener.

R.- Lo que ha generado para nosotros ha sido el efecto sorpresa. Nadie creía ni pensaba que la dana podía suceder, y por ello fue algo totalmente inesperado. Aun así, nuestro modelo de trabajo se mantuvo como de costumbre: ayudar a las personas vulnerables que estaban efectuando sus trámites de documentación regular. Nosotros procedimos a asistirlas en la parte social, jurídica, psicológica, etc.

También nos sorprendió la falta de atención por parte de aquellos que tenían que obrar: las esferas políticas y los servicios públicos que no aparecieron. A día de hoy sigue sin saberse del todo qué es lo que ha sucedido, por qué no se avisó a tiempo y por qué no se avisó a tiempo.

La prevención, que inicialmente no está en manos de la ciudadanía, depende de aquellas personas que tienen la responsabilidad de aplicarla de forma eficaz. Como una ciudadanía sana y proactiva, debemos trabajar para poder generar conciencia y que esto no vuelva a suceder.

P.- ¿Cómo mira el SJM al futuro? ¿Cuáles son los obstáculos más importantes a abordar en los próximos años?

R.- Los obstáculos que tenemos se basan principalmente en la falta de recursos públicos. Las personas, una vez empiezan a hacer sus trámites de regularización, se encuentran con que no pueden acceder a una vivienda digna, ni pagar un alquiler, ni encontrar un contrato que de trabajo que les permita alquilar esa vivienda. Es todo una cadena de circunstancias que dificulta el proceso.

Actualmente, una gran cantidad de personas en situación de riesgo viene a nuestro centro a aprender español. Hay jóvenes que han migrado como han podido, buscando una vida mejor, y terminan encontrándose con la nula posibilidad de tener un salario digno para pagarse una habitación.

Con respecto a la dana, se ha hecho una regularización extraordinaria que dura un año. Es poco tiempo, porque ya se cumple ese año y una persona no puede regularizarse a los precios de las viviendas, cada vez más inaccesibles. Los ahorros que se supone que uno debe tener para alquilar una vivienda y pagar todos los requerimientos previos para poder entrar se hacen inabordables a cualquier persona, especialmente los más jóvenes.

Por lo tanto, hay un gran desajuste general y social, el cual deberíamos poder revisar y trabajar con las administraciones públicas para que se tome conciencia de ello. Se necesita un soporte de un Estado que existe y es eficaz en muchas instancias, pero actualmente se está quedando corto porque la realidad nos está superando. En consecuencia, estamos dando respuestas antiguas a nuevos problemas que se reinventan con el paso de los meses.