Ciencias humanas

Hacia el marcapasos total

Como toda máquina, se deteriora y se estropea. Sin embargo, pronto tendremos células humanas que regularán los latidos de un corazón enfermo sin necesidad de pilas, cables ni electrodos

Hacia el marcapasos total
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Uno de los avances médicos más universales y conocidos en el mundo de la cardiología es el marcapasos. La historia de este dispositivo se remonta a finales del siglo XIX, cuando se publicaron las primeras evidencias de que la aplicación de un impulso eléctrico podía restaurar el ritmo cardiaco. Los primeros marcapasos externos empezaron a utilizarse en 1926 y hasta 1958 no llegó el primer dispositivo implantable en el interior del cuerpo.

Pero todas estas máquinas, eficaces, seguras y que han salvado miles de vidas, comparten la misma limitación: precisamente la de ser máquinas. Como tales, se deterioran, se estropean, puede ser nido de infecciones. Necesitan atención periódica, reparaciones, mantenimiento y tienen un ciclo de vida limitado. Además, sólo pueden cubrir aproximativamente las necesidades reales del corazón. Nuestro músculo latiente es un tejido vivo, variable y las máquinas ofrecen menos sensibilidad.

Por eso, desde hace tiempo se viene imaginando la posibilidad de contar con un marcapasos creado con tejido biológico, algún tipo de dispositivo que imite el tejido natural del corazón, se ajuste a su tamaño y necesidades y no requiera mantenimiento... que viva por sí solo dentro del organismo ejerciendo su función reguladora.

La revista «Cell» publicó ayer una amplia revisión del estado de la tecnología actual en esta dirección. Y la conclusión es sorprendente: pronto, en lugar de aparatos mecánicos, utilizaremos células humanas para regular los latidos de un corazón enfermo. Teóricamente se podría proveer una sincronización natural del ritmo cardiaco sin necesidad de cables, pilas ni electrodos. Los marcapasos biológicos consistirían en racimos de células eléctricamente activas inyectados en la zona adecuada del corazón. Para ello se podrían utilizar células madre.

La aproximación consiste en reprogramar en el laboratorio células pluripotentes para convertirlas en células cardiacas como las que se encuentran generalmente en el nódulo sinoauricular de un corazón sano. Esta parte de nuestro órgano vital recibe precisamente el nombre de «marcapaso del corazón» porque es en ella donde se originan los impulsos eléctricos que dan origen a los latidos. Allí reside un grupo de células conocidas como células P, células Transicionales y células de Purkije que se relacionan con el sistema nervioso autónomo para generar el movimiento latente. ¿Sería posible imitar su actividad con cualquier otro tipo de célula?

La investigación publicada ayer indica que sí. Una célula madre puede ser entrenada para actuar como uno de esos sistemas y, más tarde, trasplantarse a un corazón enfermo para reajustar sus latidos.

Otra posible solución sería actuar directamente sobre células que ya están en el corazón del paciente, como los fibroblastos, y convertirlas en marcapasos naturales por un tiempo determinado. Estas células cumplen generalmente la función de reparar tejidos cuando se ha producido una herida o lesión. Son las encargadas de la cicatrización. Pero pueden ser entrenadas para cambiar este trabajo por otro: la colaboración en la generación de impulsos eléctricos que ayuden a mejorar los latidos.

De momento se han realizado varios estudios con animales que demuestran que ambas aproximaciones son posibles y que han arrojado resultados prometedores, pero aún queda un largo recorrido para poder optar a trasladar esta técnica a seres humanos. Los científicos deben resolver aún algunos serios problemas derivados de la inmadurez de la tecnología empleada. Para empezar, todavía no se conoce muy bien cuál es el mecanismo de actuación exacto de las células del nodo sinoauricular en un corazón sano. Y es imprescindible este conocimiento si se pretende imitar su función en la placa de ensayos. Por otro lado, no se ha afinado lo suficiente en el método de inoculación de las células reprogramadas para que colonicen sólo el área del corazón que se pretende reparar.

De momento, los marcapasos electrónicos convencionales siguen siendo una opción mucho más fiable. En los últimos años han alcanzado estándares de calidad extremadamente altos. Hay que tener en cuenta que estos aparatos requieren una elevada fiabilidad, un fallo de solo unos segundos puede ocasionar severas complicaciones en los pacientes. El paso definitivo a los marcapasos biológicos tendrá que esperar. Pero los expertos consideran que no estamos lejos de lograrlo.