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Imanol Arias: «Vicente tenía mucha historia oculta»

Imanol Arias y José María Pou, que interpreta al superior de la orden de los jesuitas
Imanol Arias y José María Pou, que interpreta al superior de la orden de los jesuitaslarazon

Vicente Ferrer demostró que India transforma a la persona, sus aspiraciones vitales y el concepto que se tiene del mundo. Imanol Arias ha vuelto renovado de la experiencia de meterse en la piel del cooperante, se le nota y así se lo contó a LA RAZÓN. Televisión española estrena hoy a las 22:30 horas la «tv movie» de 106 minutos «Vicente Ferrer», un ambicioso proyecto que repasa los últimos treinta años de una vida entregada a los más desfavorecidos. Está dirigida por Agustín Crespi, con guión de David Planell y Patrick Bucley, y producida por TVE y Grupo Ganga con la participación de TV3 y Visiona tv.

La historia transcurre en India en 1969, cuando Vicente regresa al país tras su exilio obligado de España por provocar la ira entre algunos sectores dirigentes que habían visto en él una amenaza, y ha sido rodada en exteriores naturales en el Estado de Andra Padresh y en el distrito de Anantapur. A sus 50 años y acompañado por un grupo de colaboradores, entre los que se encontraba la que más tarde sería su esposa, Anne Perry, ya era mundialmente conocido como el Santo de Manmad. «Fue un rodaje un poco más largo porque se alargó a cinco semanas en Anantapur y algunos días en Barcelona. Es una experiencia muy interesante. No siempre la televisión te permite la posibilidad de ir a rodar a sitios, de reconstruir las cosas. Y, aunque los medios eran justos, verdaderamente fue una maravillosa experiencia cinematográfica, la de enfrentarte a un proyecto muy grande sin tener tanto. Creo que arriesgamos y estamos contentos», cuenta emocionado Imanol Arias. Parte del rodaje también les llevó hasta los estudios Ramoji, los más grandes del mundo. Treinta profesionales, entre equipo artístico y técnico, viajaron a India, donde compartieron jornadas con más de 120 personas del país. Arias está contento con el proyecto ya que tiene mérito realizar un espacio como éste que «en nuestro país tal como están los presupuestos de cine y el momento que pasa el sector. Afortunadamente, la televisión posee ya presupuestos similares. Sólo con los gastos de rodar en India con la fundación, con todo lo que movilizó, el transporte, la gente, el control de carretera, los trasiegos, la alimentación... Sin todo eso no hubiera sido posible». Pero quizá el rodaje no haya sido lo más duro, ya que el actor tuvo que interpretar a un personaje que a sus 50 años ya había pasado por todo un proceso vital. «Tenía mucha historia oculta: era un niño que se crió en un barrio pobre, que vivía de las pandillas, pero que al cruzar una calle se convertía en la voz blanca del coro de la Catedral de Barcelona. Que fue a la guerra muy joven y allí entendió que lo que le apetecía no era tanto la política y los conflictos como los seres humanos», matiza Imanol Arias. Después, «se hizo jesuita y empezó a trabajar en los barrios de Barcelona, y fue armando toda una figura filosófica e ideariamente enorme, pero de una sencillez brutal, porque pensaba que las ideas que dividen no son las más importantes, lo son las acciones que es lo que más une a las personas».

Experiencia personal

Si Imanol tuviera que contar qué pudo aprender del carácter de Vicente Ferrer, explica que « la ironía en Vicente era su sonrisa secreta. Era una forma de no dar importancia al caos, no dárselo al dolor momentáneo: una ironía sobre lo pequeños que somos, pero lo grandes que nos podemos hacer. Tenía mucho sentido del humor y era juguetón. La definición que hacen todos de su mirada es muy grande y compleja: Vicente no miraba para competir, ni para ganar, ni para perder ni para conquistar, ni para convencer ni para asustar, lo hacía hacia dentro. Tenía una gran capacidad para saber lo que te pasaba por dentro y escuchar». Para reflejar la personalidad del cooperante tuvo que tener en cuenta la opinión de quienes le conocían porque «se tenía la sensación de que levitaba por encima de las cosas, pero no alejándose de ellas, sino buscándoles solución. Nunca dañaba ni se sentía dañado en el proceso, no perdía nunca la paciencia aunque era muy impaciente. Trabajaba para que todo tuviera una continuidad, y así consiguió sacar de la pobreza real a millones de personas».

Para llevar a cabo este trabajo de interpretación titánico no se encontró solo. «La Fundación Vicente Ferrer me ha dado todo lo que he necesitado, lo primero, la mano en el hombro, siempre había alguien llevándome y ayudando. Luego, la ropa de Vicente, sus escritos, sus recuerdos y objetos personales, ésa fue la clave». También el director, Agustín Crespi, le sirvió de ayuda: «Concibe el plano como un todo y es muy disciplinado. Es difícil trabajar con él, ya le conozco y me aportó un frontón contra mi ira. He de reconocer que yo no me porté todo lo bien que debía haberlo hecho rodando ''Vicente Ferrer'': protestaba y me peleaba con mi ego». Pero quizá la gran protagonista invisible de la historia del cooperante sea su mujer de su lucha en aquel país por sus derechos. «En ese tema hay un aspecto fundamental que es la situación de la propia mujer en India, que hace muy evidente una reflexión: el país se debate entre una espiritualidad y la ignorancia. Es un tema dañino y profundo para el país». El trabajo de interpretación también le trajo sorpresas personales, ya que una vez allí «busqué un camino para enfrentarme con mi propio problema. Yo soy perfeccionista en el trabajo, soy como un gobernador de provincias: me gusta alentar, pero en el fondo lo hago para controlar, no por generosidad. Estoy con el equipo y me sé el nombre de todos. Me enfrenté con mi ego en definitiva y la necesidad de humildad. Y apareció la absoluta relajación, tuve que entender qué es lo que pasaba. Al final conseguí mirar Anantapur de una manera curiosa y diferente que me ayudó en el trabajo».