Religión

Corea del Sur, el (in)esperado oasis católico

La próxima Jornada Mundial de la Juventud viajará al país asiático que ha multiplicado un 50 por ciento los fieles a Roma en apenas dos décadas

Una peregrina surcoreana, durante la misa de clausura de la JMJ de Lisboa el pasado domingo
Una peregrina surcoreana, durante la misa de clausura de la JMJ de Lisboa el pasado domingoMAURIZIO BRAMBATTIAgencia EFE

El sol calienta sobremanera a orillas del Tajo. Los grados suben por momentos. Ha terminado la eucaristía multitudinaria y el Papa toma la palabra: «Y la próxima Jornada Mundial de la Juventud tendrá lugar en Asia: ¡será en Corea del Sur, en Seúl! Así, en el 2027, desde la frontera occidental de Europa se trasladará al lejano Oriente: ¡este es un hermoso signo de la universalidad de la Iglesia!».

Francisco anuncia la sede del acto más multitudinario de cuantos convoca la Iglesia, que se sigue con el mismo interés que la designación de unos Juegos Olímpicos en el orbe católico por la trascendencia organizativa y la relevancia que adquiere el país que acoge. Y por mucho más. Porque la Santa Sede no busca destino papal de forma arbitraria. La elección se enmarca dentro de la geoestrategia vaticana, más allá de la alternancia continental.

Después de Panamá y Portugal, la JMJ hace las maletas diplomáticas a un oasis creyente inesperado en el mapa asiático. El catolicismo se consolida en India o Vietnam como potencias emergentes, no tiene parangón en Filipinas donde ya se celebró el encuentro juvenil, se difunde en China bajo un férreo control comunista y sigue en pañales en Japón. En este contexto, Corea marca algo más que una prometedora evangelización.

Hoy por hoy, la Iglesia católica no es el principal credo, superada por protestantes y budistas, pero no va por mal camino. Alrededor del 11,3% de los coreanos son católicos. En tan solo 20 años han aumentado casi un 50%. Si en 1999, los fieles a Roma eran 3,9 millones, 2022 cerró con 5,9 millones de creyentes.

«Al tratarse de una fe incipiente y sin una gran tradición, cualquier propuesta que hagas, sea un retiro de experiencia de Dios o plantear un conocimiento más profundo de la Biblia, la respaldan, son muy agradecidos», expone Ester Palma, misionera granadina desde hace quince años en Daejeon, ciudad situada en el centro del país, donde es profesora universitaria y está volcada en la pastoral con jóvenes.

Para la autora de «El catolicismo en Corea del Sur» (Paulinas), este tirón es fruto del «imaginario coreano sobre la Iglesia, porque ha hecho mucho por la sociedad y la política». «Es una puerta de entrada para ofrecer a Jesús, pero también son exigentes», plantea esta española que pertenece a la asociación misionera Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios.

En solo unas pocas décadas, Corea del Sur ha pasado a ser uno de los países más pobres del mundo a uno de los principales motores económicos asiáticos, pasando 100 dólares de ingreso per cápita en 1963 a 42.500 en el último año, con una tasa de paro del 3%. De la extrema podredumbre al híper desarrollo, con lo que implica: un referente tecnológico y cultural, generador de tendencias globales: del K-pop a los k-dramas pasando por el Hallyu. Así se retroalimenta una sociedad obsesionada con la excelencia que cuenta con uno de los sistemas educativos más exigentes del planeta, una jornada laboral de entre 52 y 68 horas a la semana, la tasa de natalidad más baja del planeta, el índice de suicidios más alto de la OCDE, consumismo al extremo… Entre este cóctel donde se mueven BTS, Psy, «Parásitos» y «El juego del calamar», el Evangelio se ha hecho algo más que hueco.

«Hay mucha armonía entre la sociedad civil y las religiones. Por ejemplo, en todas las universidades públicas se promueve tener un club católico y los jóvenes están abiertos a conocer otras confesiones», expone Palma, que ha sido y es una de las promotoras de la pastoral universitaria: «Son chavales muy valientes y con mucha curiosidad, ellos mismos invitan a sus amigos y su familia a conocer el catolicismo. Nosotros damos la formación, pero ellos hacen esa animación misionera».

El punto de partida de esta fe en auge fue el contagio de los propios coreanos a finales del siglo XVIII, a partir de dos catecismos importados de China: «El Señor del Cielo», del italiano Matteo Ricci y «Las siete virtudes y los siete pecados capitales», del jesuita español Diego de Pantoja.

«Es una Iglesia que se evangelizó a sí misma. Se quedaron fascinados por el Dios del amor y después de los libros, llegaron las cruces, los rosarios, los primeros bautismos y las primeras comunidades», rememora Palma. Con estas raíces de base, hay otro impulso más reciente: la transición a la democracia se consolidó gracias a un presidente, Kim Dae-jung, un católico de referencia que pilotó el país entre 1998 y 2003. «Si la fe se extendió desde abajo por ellos mismos, el reto ahora es continuar con esa humildad radical para que hoy se siga expandiendo, desde esa Iglesia pobre y en conversión continua que nos pide Francisco», propone esta consagrada, que a la vez explicita que «los pobres es Corea hoy son los jóvenes, no en sentido económico, pero sí una realidad sangrante por el estrés que viven».

Con todo este cóctel terrenal y trascendental, no es de extrañar que Francisco pisara Daejeon Sur en 2014, con motivo de la VI Jornada de la Juventud Asiática, que hoy es vista como un ensayo para la futura JMJ. Sin dar pista alguna todavía sobre las fechas del evento ni sobre el lema de la jornada, nadie duda de que la reconciliación será un eje transversal con la mirada puesta en los vecinos del norte y en Kim Jong-un, donde solo cabe el culto al líder. De hecho, tras el anuncio papal, el arzobispo de Seúl, Peter Chung Soon-taick, subrayó que la cita de 2027 podría ser signo de «fraternidad».

El propio presidente del parlamento surcoreano, Kin Jin-pyo, ha subrayado esta semana que el Papa ya ha puesto sobre la mesa en varias ocasiones su deseo de visitar Corea del Norte. De hecho, Jin-pyo confía en que la JMJ sea «un gran viaje que dará paso a una primavera en la península». «Yo no diría que la Iglesia ha desaparecido en Corea del Norte, más bien está en el silencio y se está pasando de generación en generación», apostilla Palma.

¿Un papable del lejano Oriente?

Justo hace un año, el Papa Francisco creaba al primer cardenal surcoreano de la historia. Se llama Lazzaro You Heung-sik y tiene 71 años. Y no solo entraría en la Capilla Sixtina como elector, sino también con alguna que otra papeleta como papable. El Pontífice argentino le rescató como obispo de Daejeon para llevárselo a Roma en julio de 2021 como prefecto para el hoy Dicasterio para el Clero, o lo que es lo mismo, el máximo responsable de todos lo curas del planeta. Con sus vaqueros y sus botas de cowboy bajo las faldas cardenalicias, se ha ganado la confianza de no pocos curiales. Y si hasta hace poco en las quinielas asiásticas solo se colaba el purpurado filipino Luis Antonio Tagle, ahora también se mira a Lazzaro.