Entrevista

Dan Lyons: «La gente poderosa de verdad habla muy poco»

Este periodista perdió diez millones de dólares por bocazas y ahora escribe sobre las bondades de mantener cerrado el pico en «Cállate»

Dan Lyons autor de "Cállate"
Dan Lyons autor de "Cállate"Gretchen Ertl

Dan Lyons tiene una trayectoria peculiar. Este periodista y escritor nacido en Massachusetts en 1960 se hizo célebre por un blog de tono humorístico en el que usurpaba la identidad de Steve Jobs. Luego dio el salto a una empresa tecnológica de la que acabó despedido por bocazas y perdió millones de dólares. Aquella experiencia le llevó a escribir un libro delicioso sobre las extravagancias de Silicon Valley («Disrupción») y a hacer de guionista en una serie del mismo nombre. Ahora ha escrito «Cállate» (Capitán Swing), un tratado sobre el poder de mantener la boca cerrada.

¿Cuándo se dio cuenta de que tenía que cerrar la boca?

En el transcurso de varios años comencé a darme cuenta de que me costaba mucho no hablar, no lanzarme a soltar cosas. O no podía resistirme o, simplemente, hablaba demasiado. Era un verdadero problema. Los primeros días del encierro por la Covid hablando con mi agente se nos encendió la bombilla de que tal vez eso podría ser un libro. Comencé a mirar a mi alrededor y a tomar nota de todas las maneras en que no callarme me había lastimado.

Dice que incluso en términos económicos y familiares.

Durante un tiempo después de ser periodista estuve trabajando en una startup. En el periodismo tendemos a ser, creo, bastante directos y tal vez incluso rudos. Yo estaba acostumbrado a eso, sí que acabé diciendo algo inapropiado que me acabó costando una millonada. En concreto, calculo que unos ocho millones de dólares. Me despidieron y no cobre las acciones de aquella empresa tecnológica.

¿Y qué ocurrió con su mujer? Dice que llegaron a separarse.

Sí, unos seis meses. No fue del todo por eso, aunque a ella le molestaba mi actitud. Mi esposa es introvertida, es académica y muy reflexiva. Y entonces, ya sabe, la vuelvo un poco loca. Todavía hoy cuando salimos de una cena le pregunto si me he emocionado demasiado o he estado muy intenso.

Así que, en su caso, no era solo una cuestión de cantidad sino también de calidad.

Veo que me está entendiendo, ja, ja. Es que a veces me siento genial y me vengo arriba. Soy gracioso y si la gente comienza a reírse de mis chistes es como una droga. No me puedo contener. También tiene que ver con una necesidad de atención, como si quisiera complacer. Y luego si hay algo que es realmente divertido, aunque esté un poco fuera de lugar y no sea apropiado, acabo soltándolo.

¿Qué técnica le ha resultado más útil para callarse?

Creo que es una combinación de varias. La máxima de que, cuando sea posible, mejor no digas nada, quizá sea un poco bizarra pero funciona. Deberíamos hablar siempre con intención y propósito. No sabe la cantidad de conversaciones innecesarias que yo mantenía al día. Mi mujer dice que he hablado con todos los camareros que nos han atendido. Me enteraba de toda su vida. Empecé a practicar en ese tipo de escenarios a callarme, un poco como un reto contra mí mismo.

¿Y por qué algunas personas son habladores compulsivos?

En ocasiones está conectado a la hiperactividad e incluso al trastorno bipolar, aunque la gran mayoría habla mucho por ansiedad. Es un círculo vicioso porque en lugar de calmarla, la agrava.

Dice que la gente realmente poderosa habla poco.

Así es, muy poco. Trump es la excepción. Alguien que sí es callado y poderoso, por ejemplo, es Tim Cook, el CEO de Apple. Es un maestro a la hora de sentarse y no decir nada, incluso en una conversación uno a uno. Logra que la otra persona acabe diciendo cosas que igual no quería. Richard Branson también es buen oyente, a pesar de que ser un gran maestro de ceremonias. Y Anna Wintour, de Vogue. Es como una tumba, siempre lo fue. No es que ahora lo sea porque tenga poder. Cuando era una editora junior de 25 años era notoriamente callada. Se guarda todo para sí misma. No puedes leerla, pero ella te está leyendo a ti, Igual que Angela Merkel o Barack Obama.

Anda, Obama parecía más hablador.

Aparentemente, sí, porque es un gran orador. Pero en las reuniones deja que hablen los demás. Al parecer, escucha mejor que habla.

También pone de ejemplo a Ruth Ginsburg, la juez del Supremo que falleció hace poco.

Es un caso fascinante. Era callada y diminuta pero tan brillante. Hablaba deliberadamente muy lento y hacía unas pausas tan largas que parecía que se iba a detener. Tenías que esperar varios segundos a ver si seguía. Uno de sus famosos consejos para un matrimonio feliz era hacerse el sordo.

¿Cuál es su técnica? ¿Respira? ¿Cuenta hasta diez?

En este momento, mientras hablamos, estoy mirando encima de mi escritorio tres notas que dicen «tranquilo», «escucha» y «ve terminando». Para recordarme que me calle. Y luego trato de pasar tiempo en silencio, sin hablar.

Habla de ello como una adicción y cuenta que a veces tomaba un ansiolítico para ser menos locuaz. ¿Cómo es la abstinencia?

Te inunda la ansiedad, es muy duro. Lo ideal es que, simplemente, seas consciente de ella, la sientas y la dejes pasar.

También explica cómo tratar a los «talkaholics» o habladores compulsivos.

Uf, no los soporto. Ja, ja. Soy como un converso que ha dejado de fumar y odia el tabaco. Esa gente me aburre, quizá porque los calo rápido. Trato de evitarlos como sea. Es muy difícil hacerlos cambiar, la mayoría de la gente los rechaza y ellos no saben ni por qué.

¿Es un problema más común entre hombres o mujeres?

Profesionalmente, son los hombres los que hablan más que las mujeres y las interrumpen. Incluso al nivel del Supremo. Aun así, existe el tópico de que las cotorras son ellas. En la Edad Media fueron condenadas por «pecados de la lengua» y violentamente castigadas por hablar cuando no tocaba. Yo creo que son los hombres los que necesitan callar más.

Asegura que Biden ha aprendido a cerrar el pico.

Es legendario. Durante décadas trató de postularse para presidente y siempre acababa metiendo la pata. En 2020, en el primer debate en las primarias dijo un par de cosas estúpidas. Al día siguiente, contrató a un «coach» de oratoria en Washington y casi de inmediato se volvió disciplinado. Comenzó a dar respuestas muy ajustadas a las preguntas y lo mantuvieron alejado de los reporteros. Creo que la única razón por la que fue elegido es porque logró cerrar la boca.