Tenemos nuevo Papa. Es algo más que una buena noticia, porque León XIV es el sucesor del Apóstol Pedro y, por tanto, la persona que ha de guiar a la Iglesia universal por los caminos del Evangelio, como todos los Pontífices, pero en las circunstancias concretas en las que vivimos hoy, tanto en el mundo como en la misma comunidad cristiana. Por otra parte, se da la circunstancia de que conozco al hasta hace unas horas cardenal Prevost, desde que el 14 desde septiembre de 2023 Francisco tuvo a bien nombrarme miembro del Dicasterio para los Obispos. Entonces él era el máximo responsable como prefecto. Desde entonces nos hemos venido reuniendo periódicamente con todos los miembros del departamento vaticano, entre los que están el cardenal Juan José Omella de Barcelona y el cardenal José Cobo de Madrid, para tratar el nombramiento de los obispos de distintas partes del mundo. De esta experiencia mano a mano puedo decir que es una delicia trabajar con él, porque es una persona con una sensibilidad humana exquisita. Además, transparenta una experiencia de Dios muy profunda. Promueve en la práctica la sinodalidad que tanto impulsó el Papa Francisco. De hecho, él busca que todos participemos en esas reuniones, escucha con atención y tiene presente aquello que aportamos cada uno. Finalmente quisiera destacar su alma misionera. Fue obispo en Chiclayo, en Perú, por eso se dirigió a su diócesis en castellano en su primera alocución. En definitiva, estoy convencido de que va a ser una persona que va a contribuir a que la paz tan necesitada de nuestro mundo crezca. Ese fue su primer saludo y creo que ahí nos dejó un gran desafío: ser transmisores de la paz de Cristo resucitado, esa paz que el necesita y que nosotros hemos recibido de Jesucristo.