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El Chicle dejó de traficar con drogas cuando supo que era el sospechoso

El presunto asesino de Diana Quer dejó el negocio del narcotráfico cuando se dio cuenta de que la Guardia Civil le seguía. Abandonó todas las relaciones y «fabricó» una coartada con su familia

José Enrique Abuín llegó a los juzgados de Ribeira con la capucha puesta y bajo importantes medidas de seguridad
José Enrique Abuín llegó a los juzgados de Ribeira con la capucha puesta y bajo importantes medidas de seguridadlarazon

El presunto asesino de Diana Quer dejó el negocio del narcotráfico cuando se dio cuenta de que la Guardia Civil le seguía. Abandonó todas las relaciones y «fabricó» una coartada con su familia.

Desde que, en noviembre de 2016, José Enrique Abuín detectó que la Guardia Civil le seguía la pista, que le estaban vigilando, cesó de forma inmediata todas sus actividades relacionadas con el narcotrático, según han informado a LA RAZÓN fuentes de la investigación. En aquel momento era uno de los objetivos que la Benemérita tenía sometido a vigilancia como posibles responsables de la desaparición de Diana Quer, ya que encajaba con el perfil que buscaban.

A un individuo como El Chicle, acostumbrado a moverse en el mundo de la delincuencia, no le hizo falta mucho tiempo para analizar las pistas que habían llevado a los agentes a seguir sus pasos, entre ellos el hecho de que no se deshiciera del teléfono de la joven madrileña hasta pasar por el viaducto de la Ría de Arousa, desde el que lo arrojó al mar. No hacía falta que lo publicara la Prensa poco tiempo después de la desaparición la importancia de los «teléfonos coincidentes» ya que, además, extremó las precauciones en el uso de su teléfono.

Además de esta medida, se apartó por completo de las relaciones que tenía con el mundo del narcotráfico y, para colmo, «fabricó», con la ayuda de su mujer y familiares, una coartada que creía perfecta. Desde 2005 no constaban en su expediente delictivo actividades conexas con las agresiones sexuales (su cuñada había retirado la denuncia) y debió pensar que si llevaba una vida «normal» al final la Guardia Civil se olvidaría de él.

Es cierto que tenía pendiente un ingreso en prisión por la condena que se le impuso por narcotráfico. En 2007, doce personas fueron encausadas en Galicia por delitos de tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas en una operación que recibió el nombre de «Piñata». El Chicle fue condenado por realizar un transporte de dos kilos de cocaína para su venta. Las autoridades registraron su vivienda y encontraron 17 kilos de cocaína.

La situación de Abuín era ya de por sí complicada pero, según se desprendía de sus movimientos, hasta presentarse en el cuartel de la Guardia Civil para quejarse de que le seguían, estaba obsesionado con que tarde o temprano la Benemérita iría a detenerle por la desaparición de Diana. Quería hacerlo todo tan perfecto, que sólo conseguía el efecto contrario: aumentar las sospechas de los investigadores.

Las precauciones telefónicas (aunque daba por hecho que el iPhone de Diana nunca aparecería); la «fabricación» de la coartada involucrando a parte de su familia –a su mujer y a sus cuñados–; su conversión casi en ciudadano ejemplar... Muchos cambios si no tenía nada que esconder. Sin embargo, la Guardia Civil seguía ahí y un día sí y otro no, se los encontraba, hasta que llegó a convertirse en una obsesión. Comenzó a conducir a grandes velocidades, a veces cercanas a los 200 kilómetros por hora. Cuando se trataba de la autovía, no había mayores problemas para los agentes, ya que lo podían controlar a través de otras patrullas. Pero las dificultades surgían cuando se metía por «corredoiras» (caminos y carreteras secundarias) a 150 kilómetros por hora. Él los conocía muy bien y convertía los seguimientos en auténticos rallys. Esos caminos eran los de mayor interés operativo para los agentes porque en una de esas zonas podía estar enterrado el cuerpo de Diana.

La estrategia de presión de los investigadores estaba dando sus frutos hasta el punto, quizá en un momento de demostración de que era capaz de repetir la «jugada» criminal, que intentó llevarse a una chica en Boiro el pasado 25 de diciembre.

Tal y como publico este periódico intentó quitarle el teléfono a la que iba ser su nueva víctima. LA RAZÓN explicó este detalle no para informar a los delincuentes de los métodos que deben emplear con los teléfonos –que lamentablemente conocen después de determinadas noticias publicadas tras los atentados del 11M– sino para destacar que sabía cuál era una de las pistas que le había delatado. La Prensa lo había publicado en numerosas ocasiones en este año y medio y él no hacía otra cosa que dificultar su localización.

Expertos en la materia han señalado que este tipo de delincuentes tienen en su mente una especie de «clic» que en determinados momentos salta y modifica su comportamiento.

Por ello, se investigan los casos pendientes de agresiones sexuales desde 2005 hasta 2016, ya que se considera altamente improbable que en ese tiempo no cometiera ningún delito de este tipo. La investigación se extiende a todo el territorio nacional. Durante el tiempo en que fue vigilado por la Guardia Civil no salió en ningún momento de Galicia, lo que hasta cierto punto es lógico ya que pretendía llevar una vida los más «normal» posible para despistar a los investigadores.