Madres en solitario

“Elegí ser madre sin ninguna intención de compartirlo con nadie”

Según los últimos datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), las mujeres que eligen tener descendencia en solitario suponen ya el 8,8% de los tratamientos de reproducción asistida que se llevan a cabo en España. Otras optan por la adopción.

Madre soltera
Ana Isabel decidió emprender la maternidad en solitarioGonzalo PérezLa Razón

Ana lo tenía claro: no necesitaba a un compañero ni esperar a que las circunstancias por cada parte de la pareja fueran perfectas para cumplir su sueño de ser madre. “Tener un hijo formaba parte de mis objetivos en la vida y tenía claro que lo único que se necesitaba era amor y dedicación. Así es que, elegí ser madre sin ninguna intención de compartirlo con nadie”, asegura mientras echa la vista 24 años atrás. Ella adoptó en Ucrania en octubre del año 2000 a un niño de cinco años que no sabía hablar nuestro idioma.

Como ella, muchas mujeres han tomado la valiente decisión de embarcarse en el viaje de la maternidad en solitario, desafiando los convencionalismos sociales y demostrando que el amor puede prosperar en cualquier circunstancia. Una de las opciones más comunes es la adopción. Esta fórmula, que no está exenta de cumplir una serie de pasos legales, emocionales y financieros que pueden variar según el país y la jurisdicción, no solo permite cumplir con el deseo de tener un hijo. También aborda una necesidad social al brindar un hogar a niños que, por diversas razones, no pueden ser criados por sus padres biológicos.

Ana reconoce que el proceso “fue muy duro”. Viajó a Ucrania en compañía de una amiga y permanecieron en el país durante un mes. Sin embargo, el mayor reto no fueron ni las barreras lingüísticas ni las diferencias culturales que se encontró en el país. Tampoco los trámites burocráticos propios de la adopción. Para ella, fue el hecho de volver a España con el niño. “¿Te imaginas lo que supone la integración de un niño que ya tiene casi 5 años y no habla tu idioma, y no come las mismas cosas que tú?”, pregunta.

Veinticuatro años después, al hacer balance de esta experiencia, reconoce que ha extraído dos enseñanzas. “La primera es que, a la hora de decidir ser madre en solitario y emprender el proceso hay una cuestión que es muy importante: la familia. Aunque tú estás sola, debes de asegurarte que alrededor tienes un ambiente familiar adecuado. Es muy importante para el niño. Muy importante. Yo tenía en cuenta dónde caía este niño. De hecho, tenía el apoyo de familiares y amigos. Mi padre, por ejemplo, lo único que le transmitió fue cariño: quererle y estar muy cerca de él”, indica. Y el segundo aprendizaje es que, “hasta que no lo tienes, no sabes realmente lo que te cambia la vida por tener un hijo. Es una experiencia transformadora que ofrece un sentido de propósito y realización incomparables. Y el hecho de estar sola no significa, ni más ni menos, que vas vivir algo muy especial. Es verdad que hay un registro importante, el registro de un padre, pero no considero que sea imprescindible para formar una familia”, reconoce.

Ser mamá con semen de un donante

Otra de las fórmulas que proporcionan a las mujeres solteras una autonomía reproductiva es recurrir a técnicas de reproducción asistida. La inseminación artificial o la fecundación in vitro ofrecen a las mujeres la posibilidad de concebir y llevar a término un embarazo de un bebé sano sin la necesidad de tener un compañero masculino. Según los últimos datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), esta opción supone ya el 8,8% de los tratamientos de reproducción asistida que se llevan a cabo en España.

“La mayoría de mujeres que son madres en solitario, especialmente las de edad más avanzada o con una baja reserva ovárica, lo hacen recurriendo a la donación de ovocitos y de semen. Estas pacientes que tienen un poquito más de edad, a menudo, han tenido una vida repleta de éxitos o de experiencias. De repente, se encuentran con que quieren ser mamás y no han encontrado a la pareja perfecta”, explica la doctora Rosa María Daurelio, ginecóloga especialista en reproducción asistida de Instituto Bernabeu. Sin embargo, también hay mujeres jóvenes. “Son chicas de 32 a 35 años que se sienten muy preparadas para ser mamás, pero no tienen parejas. En estos casos, se suele realizar un tratamiento de fertilidad con ovocitos propios y el semen de un donante”, apunta.

“Otra opción muy válida para las mujeres sin pareja es la adopción de embriones”, propone la doctora Daurelio. Estos embriones suelen proceder de ciclos previos de donación de ovocitos o de doble donación a los cuales se han sometidos parejas que han logrado uno o más embarazos y que deciden donan a otras parejas los embriones criopreservados para el uso de otras pacientes.

Según la ginecóloga, los factores que están propiciando este aumento de la demanda de tratamientos en solitario son tanto de índole social y cultural como tecnológico. “Las estructuras familiares ahora son más diversas y flexibles, el aumento de la independencia económica y social de las mujeres ha permitido que tomen decisiones autónomas sobre su vida y su reproducción… También se han experimentado cambios en las actitudes sociales y se reconoce el derecho de las mujeres a tomar decisiones sobre su vida reproductiva sin ser juzgadas. Se ha naturalizado el hecho de tener un embarazo con un donante de semen cuando hace unos años era un tema tabú. No se compartía. Pero ahora muchas pacientes vienen incluso acompañadas por sus madres”, reconoce. Y añade: “También se han producido importantes avances en técnicas de reproducción asistida”.

El objetivo de Ana Isabel: ser madre en solitario

En Instituto Bernabeu, concretamente, el número de mujeres que han accedido en los últimos cuatro años a tratamientos de reproducción asistida con el objetivo de ser madres en solitario se ha incrementado un 36%, según los datos recabados durante 2023. En la misma línea, entre los años 2019 y 2023 ha aumentado un 62% el número de consultas de información sobre la maternidad en solitario.

Ana Isabel ha sido una de ellas. Se quedó embarazada en febrero de 2023 después de cuatro intentos. En noviembre, llegó Rubén. “Tardé un año en quedarme embarazada. El proceso fue muy duro porque ves que no lo consigues: piensas que el tercer intento va a ser el definitivo, pero el embrión no implanta y se te viene el mundo abajo. Por lo que, optar por la opción de someterse a un tratamiento de reproducción asistida requiere mucha automotivación, tener el convencimiento que te vas a quedar embarazada y dedicar toda la fuerza a seguir y a recuperarte con resiliencia de cada decepción”, reconoce.

Ella persiguió su deseo de ser madre con determinación y pasión. “Yo siempre quise ser madre, pero le dediqué más tiempo a mi desarrollo profesional para tener una estabilidad tanto económica como emocional. Y, cuando llegó el momento, no vi a mi pareja como un buen candidato para ser padre. Así que, al final, me vi con más de 40 años, una edad en la que no podía esperar a encontrar otra pareja. Había conseguido un buen desarrollo profesional, pero me faltaba ser madre para dar todo este amor que tengo. A día de hoy, soy feliz. Pienso en que he cumplido mi sueño”, detalla.

Y recuerda: “La primera vez que me llamó la doctora diciéndome que la prueba beta había salido positiva, me puse a llorar, a temblar. También me ocurrió la primera vez que vi a la bolita palpitar, que ya le escuchaba el corazoncito”.

Sin embargo, reconoce que una de las inquietudes que le asaltaron cuando decidió ser madre en solitario fue el hecho de que a su hijo pudiera afectarle en un futuro el hecho de
ser parte de una familia que no cumple con la noción tradicional de la familia nuclear. “Quizá le afecte o piense que le falta un padre. Pero tengo claro que yo puedo darle todo el amor que necesita y que lo mejor, llegado el momento de darle explicaciones, es naturalizarlo y ser sincera con él. De hecho, si hace falta, recurriré a una psicóloga especializada en estos casos para que me aconseje”. Otro de los miedos que enfrentó fue pensar que, quizá, no podría abarcarlo todo ella sola. “Sin embargo, me pudo más la ilusión y el apoyo de toda mi familia y amigos”, agradece. Ana Isabel recuerda que la maternidad en solitario “es un acto de amor propio, donde una mujer elige seguir adelante con su sueño de ser madre sin esperar a nadie más”.