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Entrevista

«En EPOC hay infradiagnóstico y sobrediagnóstico, y eso también tiene consecuencias»

José Luis Izquierdo Alonso, jefe de Neurología en el Hospital Universitario de Guadalajara, defiende un cambio de enfoque para tratar la enfermedad

José Luis Izquierdo Alonso La Razón

Apesar de afectar a millones de personas en España y estar asociada a una alta morbilidad, mortalidad y pérdida de calidad de vida, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) sigue siendo una de las patologías más invisibilizadas en el discurso público y sanitario, con un bajo nivel de conciencia tanto en la

ciudadanía como en los decisores en salud.

El infradiagnóstico, el sobrediagnóstico y una atención aún centrada en patrones del pasado hacen urgente un cambio de enfoque. Así lo considera José Luis Izquierdo Alonso, jefe del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Guadalajara. Con más de tres décadas de experiencia en Neumología, este especialista defiende una transformación del modelo asistencial basada en precisión diagnóstica, coordinación entre niveles y uso responsable de herramientas como la inteligencia artificial.

Tras más de tres décadas atendiendo a personas que padecen EPOC, ¿qué evolución destaca en el abordaje clínico de esta enfermedad?

Sorprendentemente, los cambios más radicales no se han producido en el tratamiento. De hecho, seguimos usando fármacos muy similares a los de hace veinte años. Es cierto que las combinaciones actuales –como la triple terapia– han mejorado la comodidad y eficacia, pero no estamos realmente ante una revolución terapéutica. Donde sí tenemos un problema estructural es en el diagnóstico: no tanto por el infradiagnóstico, que también, sino por la baja calidad del diagnóstico clínico. En un estudio realizado en Castilla-La Mancha con inteligencia artificial (IA) y procesamiento de lenguaje natural, analizamos más de una década de registros clínicos. La conclusión fue clara: una parte muy relevante de los pacientes con diagnóstico de EPOC no tenía registrada una espirometría. Eso es como diagnosticar una neumonía sin hacer una radiografía.

Y este problema no se limita a la atención primaria. Incluso en servicios de neumología, más del 100% de los pacientes diagnosticados no tenían esa prueba básica. Además, lo preocupante es que las distintas guías clínicas publicadas en los últimos años (GOLD, GesEPOC…) no han tenido un impacto real en mejorar esa calidad diagnóstica.

¿Está sobrediagnosticándose la EPOC?

En muchos casos, sí. Hay pacientes que presentan una obstrucción leve que podría considerarse

fisiológica por edad, sin síntomas ni alteraciones radiológicas. Y

aun así reciben un diagnóstico y tratamiento de EPOC. Ese exceso de diagnóstico no solo genera sobretratamiento y gasto innecesario, sino que puede invisibilizar otras enfermedades que sí requieren atención. La prioridad debe ser mejorar la calidad diagnóstica.

Y eso implica tener criterios claros de derivación, acceso a pruebas funcionales y coordinación entre niveles asistenciales. En Castilla-La Mancha ya hemos puesto en marcha un programa piloto con este enfoque.

¿Y el perfil del paciente ha cambiado?

Totalmente. Cuando yo era residente, tratábamos a pacientes de 50 o 60 años, con alta mortalidad y frecuentes ingresos. Hoy el paciente medio con EPOC tiene entre 70 y 80 años, y llega con comorbilidades asociadas. Hemos ganado en supervivencia y calidad de vida. Y eso es mérito del tratamiento global: dejar de fumar, control de factores de riesgo cardiovascular, oxigenoterapia y un abordaje integral del paciente.

¿Se está comunicando bien la EPOC a niveles como el institucional o social?

Creo que hay mucho margen de mejora. Durante años, el mensaje dominante ha sido «hay que diagnosticar más», y eso ha calado en todos los niveles. Pero la consecuencia es que se ha simplificado en exceso una enfermedad compleja, y se ha desviado el foco hacia el tabaco como único eje. El tabaco es clave, sin duda, pero la EPOC merece un mensaje propio, centrado en la prevención, en la personalización del tratamiento y en la educación de pacientes y familias.

¿Qué le preocupa en el ámbito de la prevención?

La normalización de nuevos dispositivos en adolescentes. Desde vapeadores hasta bolsitas de nicotina, estamos viendo cómo estas formas de consumo se cuelan incluso en eventos familiares. Por eso este año hemos impulsado un programa de prevención en institutos, junto a la Consejería de Educación, para actuar justo en la franja de edad crítica: los 13-14 años. El cliente actual de la industria no es el fumador adulto: es el joven.

¿Qué papel ve para la inteligencia artificial dentro de la medicina respiratoria?

Clave. En nuestro equipo llevamos años trabajando con estas tecnologías y su potencial es enorme. Durante la covid, por ejemplo, identificamos mediante IA que las mujeres con anosmia tenían mejor pronóstico. Nunca habríamos llegado a esa conclusión solos. La IA no uniformiza el pensamiento clínico: lo amplifica. En la Universidad de Alcalá estamos integrando asignaturas específicas sobre IA en los primeros cursos del grado de Medicina. Y creo que eso debe extenderse. No se trata de formar ingenieros, sino de crear profesionales sanitarios que sepan utilizar bien estas herramientas.