Reportaje

'Happy Hour', el periodismo más necesario

Esta revista se desarrolla íntegramente gracias al trabajo de siete jóvenes con parálisis cerebral que forman parte de la Fundación Aenilce y que tienen mucho que contar

Chicos con parálisis cerebral crean una revista de la Fundación AENILCE
El equipo de "Happy Hour": Alejandro, Javi, David, Cristina, Clara Bergel, Patri y Clara VelascoDavid JarLa Razón

Hay muchas historias y realidades que tienen que ser contadas. Los medios de comunicación se alzan muchas veces como el altavoz ideal para difundir temas que podrían (y seguramente deberían) interesar a todo el mundo. La revista «Happy Hour» es una iniciativa que surge en 2022 gracias a la Fundación Aenilce, que trabaja en la atención y educación de personas con lesión cerebral. Dentro de un taller destinado a la inclusión sociolaboral, decidieron crear un medio de comunicación (presentado tanto en papel como en digital) para no solo enseñar un oficio, como es el periodístico, e intentar así facilitar que las personas con afecciones cerebrales puedan adentrarse en el mercado laboral, sino también para que estas personas tuvieran un espacio en el que narrar varios aspectos de su realidad. Una realidad que el resto de la población muchas veces desconoce.

Chicos con parálisis cerebral crean una revista de la Fundación AENILCE
Chicos con parálisis cerebral crean una revista de la Fundación AENILCEDavid JarLa Razón

Esta revista, la primera editada y escrita íntegramente por personas con parálisis cerebral, es el gran proyecto de Alejandro Robador (27 años), Patri Pimentel (38), Clara Bergel (32), Javier de Santa-Ana (46), Clara Velasco (23), Cristina Martínez (20) y Samuel Gallego (21). Al llegar a su espacio de trabajo, dentro de la Fundanción Aenilce (Madrid), a la que muchos se refieren como «su casa», es más que evidente que los martes, día de la reunión del equipo, no es un día más. Todos alrededor de una mesa, con sus ordenadores, con el ejemplar anterior impreso en el centro, se disponen a hacer lo que otros muchos hacemos: periodismo. Eligen todos juntos qué temas se tratan y cuáles se quedan fuera; editan y diseñan las páginas; escriben sobre cultura, viajes, deportes, educación, música…; hacen entrevistas, crónicas, reportajes; narran en primera persona sus experiencias yendo a conciertos, a ciudades españolas, a países del extranjero, a eventos deportivos... Y lo hacen, entre otras muchas cosas, para contar al resto del mundo cuánto de diferente, y de difícil, es su realidad. Y lo injusto que es que lo sea.

En la redacción de «Happy Hour» explican a la perfección que necesitan que el famoso término de la «inclusión» sea una práctica y no un ideal. Alejandro Robador afirma con contundencia que «para nosotros la inclusión es nuestro día a día, porque constantemente nos encontramos barreras que nos imposibilitan la vida». La suya cambió cuando tenía diez años y mientras iba en bicicleta, un coche le atropelló. Ahora es el diseñador de la revista, pero también escribe. Todos recuerdan cuando puso encima de la mesa el tema de las barreras arquitectónicas, un tema del que Alejandro sabe bastante y explica como nadie. Mientras hacía una formación en la Universidad Politécnica de Madrid le pidieron que hiciera fotografías a las barreras que se encontrara en su día a día: «Si se esperaban cuatro fotos, llevé 400», recuerda. Bordillos altos, aceras estrechas, falta de rampas, de ascensores… Todos tienen, por desgracia, «historias para aburrir».

Patri, a quien la pasión por el periodismo le viene de familia (su padre, ahora jubilado, ejerció durante muchos años la profesión, y su hermano trabaja actualmente dentro del periodismo deportivo), rememora cuando tuvo que llamar a la televisión para denunciar que los vecinos de su bloque no querían poner una rampa, «porque daba mala imagen al edificio». Su hermano mayor también tiene incapacidad intelectual y física, y recuerda que su madre tenía que bajarle «a culetadas por las escaleras» hace diez años. Ahora todo el mundo usa la rampa, «porque la gente también se ha hecho más mayor y le cuesta subir escaleras», cuenta para LA RAZÓN.

David Rivas, director de la Fundación Aenilce y uno de los impulsores de «Happy Hour», define la inclusión como «el acceso a las cosas», y añade que «para acceder a las cosas estas se tienen que adaptar». Y ahí es donde la sociedad actual fracasa. «Un fracaso absoluto», puntualiza Alejandro, y un fracaso que para solventarse necesita de recursos. Cambiar el mundo exterior y conseguir que sea plenamente habitable también para las personas con movilidad reducida solo puede conseguirse con apoyos. Algo bastante representativo se da con edificios destinados a la educación. Las personas con parálisis, con movilidad reducida, que dependen de una silla de ruedas, «tienen el mismo derecho a formarse que el resto de personas, pero hay muchísimos edificios educativos, públicos y privados, a los que ni siquiera pueden entrar. Se les priva de esa opción y están en desigualdad. Y esto solo se soluciona con apoyos», resume David, que aprovecha la ocasión para recordar que lo que hacen en Aenilce es posible gracias a estas ayudas externas. Pero como es evidente, la vida de todos los chicos y chicas se extiende fuera de las paredes del centro: «Cuando salen de esta burbuja de apoyos, desgraciadamente si la sociedad no colabora y no los extiende, la inclusión se pierde. Se diluye en el aire», lamenta Rivas.

Hablar del ámbito de la docencia dentro de «Happy Hour» es hablar de Clara Bergel, la redactora sobre temas de educación, su gran pasión y profesión. Está especializada en Educación Infantil, en el área de alumnos con necesidades educativas especiales, e hizo sus prácticas en la Fundación Aenilce. Elabora recursos digitales, fichas interactivas, cuentos, diseños y materiales educativos y audiovisuales para alumnos con o sin discapacidad. Y lo hace porque ella ha sufrido la falta de inclusión en el ámbito escolar. Cuando acabó la Educación Secundaria Obligatoria quería seguir estudiando, pero el instituto no estaba adaptado para ella. En los exámenes, por ejemplo, tampoco le aumentaban los tiempos o le exigían escribir, actividad que no puede desempeñar. Esta profesora plantea entonces la paradoja que supone que les exijan estar formados, igual que el resto, pero que los centros o los programas de formación no estén adaptados a sus necesidades.

Fuera de lo educativo y dentro del ocio, Javi, el redactor de los temas de cultura, describe como «una pasada» el tener un espacio en el que poder escribir de lo que más le conmueve. Lleva en Aenilce «toda la vida» y siempre ha sido un gran apasionado de los museos, algo que le viene de familia, pues su padre fue director del Museo Sorolla. Un museo que, como tantos otros, también tiene bastantes tareas pendientes si hablamos de inclusión y espacios adaptados. Porque si la realidad y el día a día están llenos de dificultades para personas como los redactores de «Happy Hour», las cosas no son mucho más sencillas si hablamos de eventos más «excepcionales». Paco, trabajador de la fundación en el departamento de logopedia, anima a los redactores a hablar de cómo de adaptados están los conciertos o los festivales, un tipo de ocio muy extendido entre la población en general y entre los jóvenes en particular. Todos empiezan a gritan cosas negativas: «No hay inclusión, no hay nada, cero», sentencian. Se quejan de que les ponen muy lejos del escenario, o detrás de todo el mundo, «donde no se ve nada». A esto, añaden que tampoco pueden ir con sus amigos: la persona con movilidad reducida solo puede llevar a un acompañante, que normalmente suele ser un cuidador especial o un familiar.

Clara Velasco es la más viajera del equipo, y en «Happy Hour» cuenta muchas de sus experiencias. Unas experiencias que a veces se ven manchadas por, cómo no, la falta de la famosa inclusión. Esta joven habla de viajes adaptados, de cómo gestionar sillas de ruedas en aviones o aeropuertos, de cuánto de accesibles son unas u otras ciudades. «Me siento contenta de poder contar las cosas que me pasan, cuando viajo o cuando me rompen mi silla en el avión, porque espero que al contarlas no le pasen a más gente», explica.

Contar algo para que no vuelva a ocurrir, esa es otra de las grandes filosofías presentes en esta revista. Y por lo que afirman estas voces, hay demasiadas cosas que denunciar. Clara, que ya ha pasado la treintena, narra con incredulidad cuando sale a comer y a ella no le dan la carta, se la dan solo a sus padres o acompañantes. «A veces la carta no, pero sí te traen un globito», añade Patri, que con sus 38 años, e igual que un porcentaje amplio de la población, de vez en cuando consume alcohol: «Me ha pasado varias veces que el restaurante ofrece chupitos y da por hecho que al ir en silla de ruedas lo tomaré sin alcohol. Ya les contesto, y les digo que estaría bien preguntar, pero no que den por hecho que no puedo tomar alcohol».

En este sentido, todos comentan también que a veces hay mucha sorpresa cuando alguien ve la edición final de la revista. «Se sorprenden muchísimo de que podamos hacerla, y claro que podemos, ¡como harían ellos!», alega Patri. Alejandro dicta sentencia al decir que «las barreras arquitectónicas más grandes las tienen precisamente ellos», mientras se lleva un dedo a la cabeza, indicando que es ahí donde están.

Cristina ha sido la última incorporación de «Happy Hour» y se encarga de la sección de deportes. Asegura que sus compañeros le han acogido «muy bien», y en el último número cuenta que juega al baloncesto adaptado en la Fundación Real Madrid, algo que le encanta y donde también pone en práctica el trabajo en equipo.

Fomentar este trabajo en conjunto era precisamente uno de los objetivos que David tenía cuando puso en marcha esta iniciativa: «Queríamos que pudieran trabajar juntos en algún proyecto y que cada uno pudiera hablar de algo que le resulte importante y motivante», recuerda. La idea surgió sin saber si tendría recorrido. Ahora, Rivas explica que «es un orgullo verles cada martes con sus ordenadores, maquetando y editando cuando inicialmente no sabían nada». ¿Y por qué «Happy Hour»? Porque es su hora feliz. Y porque en Aenilce intentan que las dificultades se pasen con una sonrisa. «Al mal tiempo buena cara», dice el director de la Fundación. «Al mal tiempo, dientes, dientes», puntualiza Alejandro. Dientes... y periodismo.