Opinión

Jóvenes... y en los altares

La historia de la Iglesia nos habla de innumerables santos menores de 25 años, ya desde los primeros siglos y como constante en todas las épocas.

Imagen de Carlo Acutis durante su canonización, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, a 7 de septiembre de 2025, en Roma (Italia). El Papa León XIV canoniza a Carlos Acutis, el conocido como ‘influencer’ de Dios y que se convierte en el primer santo ‘millenial’, y a Pier Giorgio Frassati, que falleció a los 24 años tras una juventud entregada a los más pobres. Acutis iba a ser canonizado el pasado 27 de abril, con motivo del Jubileo de los Adolescentes, pero la ceremonia se suspendió debido ...
Canonización de Carlo Acutis en RomaStefano SpazianiEuropa Press

Una canonización de dos jóvenes –uno más bien todavía adolescente– a muchos les puede parecer una novedad, pues parece que este tipo de ceremonias suelen presentar a personas de vida larga y venerable, un recorrido existencial adornado por las buenas obras y por muchas virtudes. Esa es la idea que más o menos tenemos de los santos, y en muchos casos es así. Para algunos, santidad y juventud no casan bien, pues piensan que la segunda es el tiempo de experimentarlo todo, lo bueno y lo malo –¿por qué no?– y también el tiempo en que los errores se miran en modo condescendiente, mientras que la santidad sería el fruto de haber sentado la cabeza y haber aprendido de los errores juveniles.

Sin embargo, la historia de la Iglesia, que es muy larga, nos habla de innumerables santos jóvenes, ya desde los primeros siglos y como constante en todas las épocas. Podríamos comenzar recordando a Pancracio, quien con apenas 14 años fue martirizado en Roma durante las persecuciones de Diocleciano, hacia el año 304. En la misma época vivió Inés de Roma, de unos 12 o 13 años, que también fue ejecutada por permanecer fiel a su consagración virginal. Poco después, en Siracusa, Lucía, con poco más de 20 años, se negó a casarse y a adorar a los dioses paganos. Su testimonio se convirtió en símbolo de pureza y firmeza cristiana. También Tarsicio, jovencísimo acólito, murió apedreado mientras defendía la Eucaristía que llevaba escondida para los cristianos encarcelados. Las mártires Perpetua y Felicidad, Águeda o Cecilia, eran un poco más mayores, pero no pasaban de los 22 años.

En la Edad Media resplandece con fuerza la figura de Juana de Arco, que con tan solo 19 años encabezó a las tropas francesas guiada, según afirmaba, por voces celestiales. Murió en la hoguera en 1431, convertida en mártir de la fe y de su pueblo. La princesa Isabel de Hungría, aunque vivió solo 24 años, se convirtió en modelo de caridad y entrega a los pobres. En Italia, vivió Rosa de Viterbo, una adolescente franciscana que, con apenas 18 años al morir, dejó un testimonio ardiente y firme de predicación y amor a la Virgen.

Con la renovación espiritual de la Edad Moderna surgen jóvenes cuya santidad se manifestó en la vida cotidiana y en la entrega heroica. En Polonia, San Estanislao de Kostka ingresó en la Compañía de Jesús contra la oposición de su familia y, a los 17 años, falleció en Roma después de una vida breve pero intensa. Poco después, san Luis Gonzaga murió a los 23 años tras contagiarse de una peste mientras cuidaba a enfermos en Roma; su pureza y radical entrega lo convirtieron en patrono de la juventud. En Norteamérica, floreció el testimonio de Kateri Tekakwitha, llamada "lirio de los Mohawks". Tras recibir el bautismo abrazó con entusiasmo la vida cristiana. Murió a los 24 años y es la primera santa indígena de América del Norte,

Ya en los siglos XIX y XX, aparecen figuras de gran cercanía a nuestra época. Teresa del Niño Jesús, carmelita francesa, entró al convento con solo 15 años y murió a los 24, dejando su célebre "caminito de confianza y amor" que ha inspirado a millones.

En España, María Antonia Bandrés y Elósegui entró en la congregación de las Hijas de Jesús y murió a los 22 años, ofreciendo su vida en sencillez y alegría. Domingo Savio, discípulo predilecto de san Juan Bosco, murió a los 14 años en 1857. Ceferino Namuncurá, hijo de un cacique mapuche en Argentina, ingresó como salesiano con el anhelo de servir a su pueblo como sacerdote y murió en 1905, con apenas 18 años, víctima de tuberculosis. Laura Vicuña, adolescente chilena que vivió en Argentina, con tan solo 13 años ofreció su vida a Dios por la conversión de su madre y murió en 1904. Conchita Barrecheguren, joven granadina que desde muy niña mostró una ternura especial hacia Dios, murió en 1927 a los 22 años, consumida por la tuberculosis, con serenidad y una sonrisa constante.

Como las antiguas mártires de los primeros siglos, Santa María Goretti, con apenas 11 años, fue asesinada al resistirse a un intento de violación, y antes de morir perdonó a su agresor. En Brasil, la beata Albertina Berkenbrock, de 12 años, fue igualmente martirizada en 1931 por defender su pureza. En Polonia, Karolina Kózka, de 16 años, fue asesinada brutalmente en 1914 por defender su pureza frente a un soldado.

El congoleño Beato Isidore Bakanja, catequista laico, fue martirizado en 1909 a los 20 años por llevar consigo un rosario y difundir la fe cristiana entre sus compañeros. En México, durante la persecución religiosa de los años veinte, el adolescente San José Sánchez del Río, de 14 años, fue torturado cruelmente. En España, durante la Guerra Civil, se cuentan jóvenes mártires como Manuel Morales, los seminaristas mártires de Madrid y los niños mártires de Turón, todos fueron fusilados por su fe. En Italia, Mario Ghibaudo, seminarista de 23 años, durante la Segunda Guerra Mundial se ofreció para ocupar el lugar de un padre de familia que iba a ser ejecutado. Rolando Rivi, seminarista de 14 años, fue asesinado por los comunistas en 1945 por no renunciar a su sotana.

En tiempos más recientes, otros jóvenes emprendieron la misma senda por la que caminaron Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. Así, en Italia, Chiara Luce Badano murió en 1990 con apenas 18 años tras una larga enfermedad, ofreciendo sus dolores con una sonrisa. Sandra Sabattini, una muchacha que soñaba con ser médico misionera en África y que dedicaba su vida a los pobres y a los drogodependientes, falleció a los 22 años en 1984 a causa de un accidente de tráfico, cuando estaba con los preparativos de su boda. Y muchos más que no caben en este artículo, porque la historia nos muestra un sinfín de santos jóvenes.

*Alberto Royo-Mejía es promotor de la Fe en el Dicasterio para las Causas de los Santos